El juez José Castro se jubila

El instructor del caso Palma Arena acude este martes por última vez a los Juzgados centrales de la capital balear

JOSEP MARIA AGUILÓ

Viendo el actual ritmo de trabajo del juez José Castro (Córdoba, 1945), es posible que si de él hubiera dependido, tal vez habría seguido «desfaciendo agravios» y «enderezando entuertos» todavía algunos años más. Pero con la jubilación se ha topado . Este martes prenavideño será su último día de trabajo como magistrado y también como titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Palma, cargo que ocupaba desde noviembre de 1990.

Castro ha explicado esta mañana a los periodistas que no quisiera ser sólo recordado o pasar a la historia por ser «el juez que imputó a una persona determinada», en relación a la Infanta. Con ironía, ha añadido que, en cualquier caso, eso dependerá de los medios. «Ustedes dirán si paso o no paso, o si paso al olvido, que será lo más razonable», ha afirmado con humor.

Castro debería de haberse jubilado en principio en 2015, cuando cumplió 70 años , pero en aquel momento solicitó una prórroga de dos años, que le fue concedida, para poder acabar con la instrucción de las piezas y subpiezas separadas que aún quedaban pendientes del caso Palma Arena. Como curiosidad puede recordarse que Castro acabó siendo, así, el primer magistrado de un juzgado unipersonal español que reclamó prolongar su vida profesional .

Como es sabido, en el caso Palma Arena solo se investigaba originariamente el sobrecoste de las obras de este velódromo, inaugurado en marzo de 2007 por el entonces presidente autonómico, el popular Jaume Matas. Aún habría de pasar un tiempo antes de que se empezasen a investigar también el «palacete» de Matas o los convenios del Instituto Nóos. La dimensión que con los años llegaría a alcanzar el caso Palma Arena, con un total de 28 piezas separadas, no se puede entender hoy si no se hace referencia al esfuerzo y al trabajo conjunto del juez Castro y del entonces fiscal Anticorrupción Pedro Horrach. Esa labor en equipo supuso, como diría Rick en «Casablanca», el comienzo de una hermosa amistad.

Esa buena relación personal entre Castro y Horrach se quebraría, sin embargo, al final de la instrucción del caso Nóos. Contra el criterio de Horrach y de la Agencia Tributaria, Castro consideró finalmente que la Infanta tenía que ser una de las 18 personas juzgadas en este proceso. La sentencia de esta causa, hecha pública en febrero de este año, acabaría dando la razón al fiscal y a Hacienda, pues el tribunal exculpó a Doña Cristina del presunto delito que se le atribuía en relación a la actuación tributaria de su marido en la mercantil Aizoon. Ese revés, que no empaña el conjunto de la labor de Castro, debería de servir, quizás, para atemperar un poco el entusiasmo de quienes en su momento encomiaban al magistrado casi exclusivamente por ser «el juez que sentó a la Infanta en el banquillo», como si eso fuera ya un mérito o algo bueno en sí mismo.

Emoción en su último día

El popular magistrado cordobés ha llegado esta mañana al trabajo en su moto y ha bajado una vez más la ya mítica rampa de los Juzgados centrales de la capital balear, como si de cualquier otro día se tratase, pero era evidente que hoy era un día realmente muy especial para él. Así se ha corroborado cuando Castro, a preguntas de los periodistas, ha explicado cómo se sentía por su ya efectiva jubilación.

«No es algo que te cae sorpresivamente, como una maceta un día de viento, es algo que ya ves venir», ha afirmado de forma irónica. A continuación, ha recalcado que a lo largo de estos dos últimos años se había estado preparando para la llegada de este momento. «Me he preparado económicamente, ajustando mi economía a la nueva situación , y creía haberme preparado anímicamente para esto, pero no», ha añadido visiblemente emocionado.

En ese sentido, Castro ha reconocido que le hubiera gustado seguir aún un tiempo más como magistrado. «A lo mejor, si yo tuviera que subirme a un andamio, diría que no, pero estando en una mesa y con un ordenador todavía puedo hacerlo», ha argumentado. Finalmente, ha tenido palabras de agradecimiento para los periodistas que han seguido su trabajo como juez, por haberle tratado con «justicia» a pesar de algunos «varapalos».

Tras despedirse de los medios, Castro ha subido a su oficina y ha despachado luego los asuntos pendientes , incluidos sus tres últimos juicios de faltas. Ha sido entonces cuando funcionarios judiciales, fiscales y jueces le han dado al magistrado una emotiva sorpresa, entrando en la sala donde se encontraba. En esos instantes se han sucedido los aplausos, los abrazos y las fotografías. «Sabéis que no estoy preparado para este tipo de cosas», ha dicho Castro con emoción y cariño. El magistrado aún volverá a los Juzgados mañana miércoles, pero ya sólo «a firmar» la jubilación. En principio, no tiene previsto dedicarse a partir de ahora a la política, pero con el juez Castro nunca se sabe. De momento, lo que sí ha hecho ya en estos últimos meses ha sido disfrutar de diversos reconocimientos públicos que se le han hecho por su trayectoria profesional.

Hace unas pocas semanas, el pasado mes de octubre, Castro fue nombrado «hijo predilecto» de la ciudad de Córdoba. Con la ironía que le caracteriza, perceptible en buena parte de sus autos judiciales y de sus declaraciones públicas, el juez agradeció ese reconocimiento y afirmó que su mérito sería el de «haber sobrevivido a tanto desbarajuste sin haber perdido la compostura». En un país como el nuestro, tan dado últimamente a desbarajustes de todo tipo, sobrevivir sin perder la compostura no parece desde luego poco mérito.

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