El yihadismo en España: células «de barrio» sin ningún contacto entre ellas

Desde 2013 se han interceptado 69 grupos en España y al margen, 28 «terroristas solitarios»

Detención de un yihadista a finales de 2016 EFE
Laura L. Caro

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En contra de lo que pudiera parecer, el yihadismo en España no es un fenómeno de «lobos solitarios» que se autorradicalizan pegados a la pantalla del ordenador y fantasean con atentados «low cost» ni tampoco un sofisticado tinglado de combatientes entrenados y conectados en la clandestinidad con la cúpula del Daesh en Siria a la espera de dar un golpe de letalidad espectacular.

Hace falta alejar un poco la atención del goteo constante de detenciones y ponerla en documentos más reposados –sumarios, vistas orales, informes policiales...– para certificar que este tipo de terrorismo ha adoptado en nuestro país la forma de células locales, casi «de barrio», compuestas por miembros que un setenta por ciento de las ocasiones eran vecinos entre sí, y cuyos fines principales han sido difundir propaganda salafista, reclutar y trasladar futuros soldados al condominio califal . Por este orden.

Captar, radicalizar, enviar

Ni mucho menos el fin de todos los que se sumergen en el proceloso universo de la yihad global lo hace para entrar en acción, y de hecho solo tres de cada diez (27,7%) estaban involucrados en grupos con funciones operativas que tuvieran en el horizonte un ataque. Y sobre su mayor o menor relación real con Daesh, cabe subrayar que solo dos arrestados, uno en Almería de nacionalidad argelina y francesa, y otro residente en Torrevieja (Alicante) que fue atrapado en Varsovia, eran verdaderos miembros de redes integradas en la organización yihadista. El lazo mas habitual de los demás con la matriz en Siria o Irak era a través de algún mando, pistolero o facilitador de los que ayudan a los candidatos a muyahidin a cruzar las fronteras .

Todos estos datos se corresponden con la radiografía de la actividad yihadista en España que los investigadores del Real Instituto Elcano Fernando Reinares y Carola García-Calvo han llevado a cabo a partir del análisis de los 222 terroristas detenidos y 8 muertos –los del atentado en Cataluña del agosto pasado– registrados en nuestro país en los últimos cinco años. El documento, que se ha dado a conocer esta semana, ordena a todos esos hombres y mujeres en un total de 69 células desarticuladas a los que hay que sumar 28 actores individuales (12,3%) y certifica que más de la mitad de ellos, un 52,3%. se desplazó en algún momento la zona del conflicto, lo intentó o tenía intención de hacerlo.

Cambio de planes

Con todo, la investigación revela que el ánimo por enrolarse en las filas terroristas en Siria e Irak ha decaído por primera vez en cuatro años, de modo que en 2017 se ha detectado la salida de España con tales fines de 2,3 individuos de promedio cada mes, cuando en 2015 eran 5,3; en 2015 hasta 6,3 y en 2014 algo menos, 4,4. El informe de Elcano interpreta que la máxima movilización coincidió con los tiempos posteriores a la proclamación del califato por parte del Daesh, el 29 de junio de 2014. Del mismo modo, la desaceleración del ritmo de los viajes parece estar produciéndose a la vez que el derrumbe del poderío terroritorial de la organización lo que, a juzgar por el análisis de la profesora García-Calvo, no es del todo una ninguna buena noticia. «Este fenómeno –explicó– tiene repercusiones en términos de seguridad para Europa y para España, puesto que hay individuos que, ante la imposibilidad de salir para Siria e Irak, deciden cambiar de planes y llevar a cabo su voluntad dentro de nuestro territorio ».

La localización geográfica de los principales focos de infección yihadista es nítida: en Barcelona, Ceuta, Madrid y Melilla se ha concentrado en torno al 80 por ciento de las detenciones asociadas a este fenómeno, aunque en esas cuatro áreas no se condensa más de la tercera parte de la población musulmana de nuestro país. No hay, por tanto, proporción entre una realidad y otra, ante lo que prevalece la teoría de que la radicalización se produce por «bolsas», esto es, en función de vínculos sociales previos con sujetos que ya están en la órbita de los movimientos salafistas. En este sentido, la investigación desmonta la falsa percepción de internet como herramienta de fanatización masiva en tanto constata que no más de un 13,1% de los arrestados en España se cultivó en los rigores del fundamentalismo islámico por su cuenta sin otra ayuda que la de la propaganda por pantalla, lo que supone uno de cada diez.

La realidad va más allá y demuestra que para introducirse en estos contenidos, los otros nueve requirieron de compañía que –como se ha indicado al principio– para el 67% de los arrestados en España fue alguien con quien mantenían una relación de vecindad, otro 16,8% lo hizo a través de amigos que ya tenía antes o un 5,7% parientes. Ejemplo es una vez más la célula de Ripoll, que contenía tres parejas más un trío de hermanos, algunos además primos entre sí, eran amigos, vivían en la misma localidad y en la que nueve de ellos habían sido captados físicamente, en ausencia total de soporte online.

Locales y autónomas

Reforzando este carácter local, llama la atención la certificación de que las células de carácter yihadista interceptadas no se relacionan entre sí: sólo se ha descubierto contacto de un grupo a otro en el 3,8 por ciento de los individuos que las integraban. El dato indica que se trata, por tanto, de estructuras que se conforman y ejercen sus funciones «de manera autónoma y cohesionada», sin mayor cooperación. Refiere el estudio el caso escepcional de dos redes desarticuladas en Ceuta y Madrid en 2013 y 2014 respectivamente, la segunda de las cuales envió a Siria a dos sujetos que previamente habían sido captados y radicalizados por el primer grupo.

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