Análisis

Abajo las armas

«La grotesca escenificación de una falsa victoria sobre el terrorismo, de un final definitivo, de un 'adiós a las armas' basado en la mentira y en la manipulación»

Acto de destrucción de armas incautadas en décadas pasadas a las bandas terroristas ETA y GRAPO EFE

Ana Velasco Vidal-Abarca

Una apisonadora ha aplastado las armas incautadas a ETA a lo largo de los años. Eran armas que custodiaba la Audiencia Nacional y que alguien ha decidido que ya no son necesarias para investigar los 378 asesinatos sin resolver de la banda .

El Gobierno las ha considerado mucho más útiles para la grotesca escenificación de una falsa victoria sobre el terrorismo, de un final definitivo, de un «adiós a las armas» basado en la mentira y en la manipulación. La perversa intención de la representación en la que el presidente del Gobierno afirmó sin atisbo de vergüenza que las armas destruidas han sido «entregadas» por los vencidos, es una ofensa a la inteligencia. «Quién entrega las armas acepta la derrota», dijo.

Pero él sabe perfectamente que nadie ha entregado las armas, han sido las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado las que se las han arrebatado a los terroristas con su trabajo diario, su determinación y compromiso, jugándose la vida y perdiéndola en muchas ocasiones. Con la interpretación que se ha pretendido dar desde el Gobierno a semejante acto propagandístico se consiguen varios efectos tremendamente dañinos.

Por una parte, se desprecia la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, puesto que se les arrebata el mérito de la desarticulación de los grupos terroristas y de la incautación de sus armas; y por otra, implícitamente, se ensalza a los que deciden «entregar» esas armas como un acto de «rendición» para contribuir a la «paz». El problema es que nada de eso es cierto. Los terroristas de ETA no se han rendid o, lo que han hecho ha sido negociar unas contrapartidas indignas a cambio de dejar de matar. Y esas contrapartidas, esas cesiones vergonzantes del Estado de Derecho, son hoy evidentes: la legalización del brazo político de la banda, su legitimación y la salida de los criminales de las cárceles que se culminará con la cesión de la competencia de prisiones al País Vasco.

Y quién sabe si esta destrucción de armas no está sirviendo también para destruir pruebas y lograr así que no se resuelvan los 378 atentados de ETA que no han sido juzgados aún. Otra de la perversidades cometidas en la puesta en escena de la apisonadora fue la equiparación de todos los terrorismos. Aunque las armas eran en su inmensa mayoría de ETA y en menor medida, del Grapo. El presidente mencionó a ETA, GAL, Grapo, Daesh y organizaciones de ultraderecha. Es evidente que el asesinato político, el terrorismo, siempre es injustificable, siempre.

Pero no se puede seguir el juego a los que pretenden hacer creer que todos los terrorismos han sido lo mismo porque no es verdad. No es lo mismo una banda organizada que durante cincuenta años ha cometido 3.000 atentados, asesinado a 864 personas, provocado 7.000 víctimas, amenazado a la sociedad entera y desestabilizado gravemente la democracia, que los grupúsculos que atentaban contra ETA, que no tenían una ideología concreta y que tuvieron una incidencia mucho menor que la de la banda y sus apoyos en el ámbito del separatismo vasco. Nada más lejos de mi intención que justificar o excusar los actos de terrorismo de Estado. Todo lo contrario.

Pero no se puede caer en la trampa —ni mucho menos tenderla—, de minimizar lo que ha supuesto ETA para la sociedad española, ni se pueden ocultar las muchas complicidades que ha tenido y sigue teniendo, ni su capacidad de seguir tratando de destruir la Nación desde las instituciones. El presidente —con toda la intención— se ha prestado a protagonizar un acto «simbólico» para trasladar a la sociedad el mensaje de que los terroristas se han rendido y han entregado las armas en un acto de generosidad y acatamiento del Estado de Derecho. «La derrota de las balas frente a los votos», ha dicho. Suena muy bonito. El único inconveniente es que es mentira.

Ana Velasco Vidal-Abarca es hija de militar asesinado por ETA.

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