Sánchez y Casado: cuatro años de frialdad y hostilidad

Los líderes del PSOE y Partido Popular nunca trasladaron su relación cordial al ámbito político

Pedro Sánchez (i) y del PP, Pablo Casado, momentos antes de un debate electoral en 2019 EFE
Víctor Ruiz de Almirón

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Con Pablo Casado se va el cuarto contrincante de Pedro Sánchez. Desde ahora solo quedará al frente de uno de los grandes partidos nacionales un candidato que se haya enfrentado con el presidente del Gobierno: Santiago Abascal, el último en incorporarse a estos lances. En el recuerdo fueron cayendo por el camino primero Mariano Rajoy , Albert Rivera , Pablo Iglesias y ahora le llega la hora a Pablo Casado. Su salida alterará el marco de relaciones.

La relación entre Sánchez y Casado ha estado presidida estos casi cuatro años de convivencia por la frialdad y la falta de acuerdos. Sus dos últimas conversaciones telefónicas se han enmarcado en la crisis de Rusia y Ucrania. En la primera tuvo que ser el ya expresidente del PP el que descolgase el teléfono porque Sánchez no tomaba la iniciativa de llamarlo. Así estaba el marco de las relaciones entre el Gobierno y el PP.

Hasta estos momentos, eran el ministro de Presidencia, Félix Bolaños , y el secretario general del PP, Teodoro García Egea , los que mantenían el mayor nivel de interlocución entre ambas partes. Cuando Casado accedió al puesto de mando del PP se abría un tiempo nuevo en las relaciones entre los dos principales partidos. Poniéndose punto final a la difícil relación entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy que «hablaban idiomas distintos», reconoce una persona que trabajó con Sánchez.

«Ahí se rompió»

Tras el adiós de Rajoy se presumía un nuevo momento. Sánchez (1972) era algo mayor que Casado (1981). Pero ambos representaban a la nueva clase dirigente que entró en los partidos tradicionales a partir de la irrupción de Podemos y Ciudadanos en 2014. La carrera en la élite política de Pablo Casado siempre tuvo en Pedro Sánchez al adversario principal . Primero desde el rol del partido del Gobierno contra la oposición y después con los papeles cambiados.

Pero cuando ambos se sentaron frente a frente, uno como presidente del Gobierno y otro como líder de la oposición, la relación «cordial» y la «sintonía» personal empezaron a difuminarse rápidamente. Ni siquiera la gestión de la pandemia los pudo acercar. Más bien al contrario. «Si quedaba algo, ahí se rompió» , dice un colaborador del presidente. «Ha estado siempre condicionado. Por Vox, por Ayuso, por sus barones... y eso le ha hecho hacer una política nerviosa y exagerada », plantea un alto cargo de Ferraz.

Sin él, una parte de la estrategia del Gobierno se desmorona. Pues en los últimos meses se centraba mucho en desvirtuar a Casado como líder. «Es un aliado» se jactaban en La Moncloa. «El PP es una marca fuerte con un mal liderazgo» , insistían. Sin él pueden cambiar muchas cosas. Hasta el punto que en las últimas horas su figura ha despertado cierta nostalgia entre los socialistas: «Pablo es mejor de lo que hemos visto», plantea un diputado que lo conoce desde hace años.

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