ERC rechaza la elección plebiscitaria que propuso Torra para la cita de 2021

Junts per Catalunya insiste en que superar el 50% de los votos debe llevar al secesionismo a una nueva fase para lograr, por fin, la independencia

El expresidente de la Generalitat de Cataluña, Quim Torra EFE

Daniel Tercero

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Ni un día de paz entre JpC y ERC. Lo que el lunes eran apoyos al presidente saliente, el martes fueron discrepancias por los matices. En el horizonte, unas nuevas elecciones autonómicas. Para finales de enero o inicios de febrero (ERC las sitúa el 7) de 2021. Y, hasta entonces, precampaña y campaña electorales con el objetivo de ser el partido hegemónico del mundo independentista que, si no cambian mucho los resultados en las urnas de las citas anteriores, asegura la Presidencia de la Generalitat.

Así, qué hacer tras la cita de 2021 -si finalmente no hay acuerdo en los próximos dos meses para elegir un nuevo presidente autonómico- se convierte en el nuevo desacuerdo independentista. De entrada, ayer, ERC rebajó las expectativas -impulsadas por Quim Torra tras su inhabilitación- para que la próxima cita con las urnas en Cataluña se convierta en una nueva elección «en clave plebiscitaria» .

Cataluña lleva «plebiscitándose» (según el lenguaje nacionalista), por lo menos, desde el 9-N de 2014 . Tras aquella cita, llegaron las elecciones autonómicas de 2015, convocadas por Artur Mas, con una lista conjunta de la entonces CDC y ERC más otros personajes con aspiraciones políticas, y leídas «en clave plebiscitarias». Luego, el referéndum ilegal del 1-O de 2017, ya con Carles Puigdemont al frente de la administración regional. Y esta cita trajo, a su vez, por la intervención del Gobierno de España, las elecciones del 21-D de 2017, que pusieron sobre la mesa que una formación no nacionalista podía ganar las elecciones al Parlamento de Cataluña. En todos los casos, el independentismo consideró las citas, tanto las legales y regladas como las ilegales y sin garantías, como auténticos plebiscitos para «constatar», «declarar» o «ratificar» un apoyo inequívoco a la secesión de Cataluña.

JpC quiere insistir en esta vía y fija como «éxito» y «victoria» que las listas independentistas sumen, en las elecciones de 2021, un voto más del 50 por ciento de los emitidos . Un resultado que, para los de Puigdemont, serviría para legitimar el 1-O e intentar, por ejemplo, una nueva declaración unilateral de independencia. Sin embargo, en ERC, ahora mismo, no ven suficiente superar el umbral del 50 por ciento para volver a experiencias ilegales, aunque sí un paso previo e imprescindible para no descartarlas.

«Ventana de oportunidad»

Fueron, este martes, Albert Batet (JpC) y Sergi Sabrià (ERC) los que demostraron que las dos formaciones siguen enrocadas en constatar su «acuerdo en el desacuerdo». Batet, presidente de JpC en el Parlamento catalán, señaló que, si el secesionismo supera el 50 por ciento, «este resultado tiene que ser vinculante» y debe llevarles a «hacer efectivo el mandato del 1-O».

Es decir, una nueva «ventana de oportunidad», aprovechando «la crisis de Estado que hay ahora mismo», dijo en Catalunya Ràdio, en una especie de debate entre independentistas. Una posición de inicio que Sabrià, presidente de ERC en la Cámara legislativa catalana, no compró , al recordarle a Batet que, si bien superar el 50 por ciento de votos emitidos en una cita electoral autonómica es un buen síntoma, esto no implica automáticamente que Cataluña se convierta, al día «siguiente», en un nuevo país. «Esto no es tan sencillo», señaló Sabrià, quien añadió que la independencia requiere de más condiciones, como quedó demostrado, por ejemplo, tras el 1-O.

En esta línea, altos cuadros de ERC añadieron más puntos de vista al debate que mantienen con JpC, advirtiendo que unas elecciones son multipartidistas y que si se convierten en un «plebiscito» cabe preguntarse si también serán sobre la gestión del Covid-19, las actuaciones de los Mossos d'Esquadra o, por ejemplo, la gestión del propio Torra como presidente al frente de la Generalitat de Cataluña.

Aunque la posición de ERC, en un asunto como este, más de estrategia y programa que del día a día, lo fija la dirección del partido, dividido entre Barcelona (Sabrià, Pere Aragonès y Marta Vilalta, principalmente), la prisión de Lledoners (Oriol Junqueras) y Suiza (Marta Rovira) , por lo que Sabrià habla en nombre del partido, Gabriel Rufián, líder de los de Junqueras en el Congreso, se desmarcó de su formación y dio por bueno el discurso de Torra tras su inhabilitación dando aire a la tesis de leer las elecciones «en clave plebiscitarias».

Rufián avaló, en declaraciones a TV3, que las elecciones de 2021 deben servir para «refrendar, confirmar y ampliar» el «mandato del 1-O» y defendió que «todo el ciclo electoral pasado, presente y futuro tiene que continuar conformando estas mayorías (independentistas) y ampliándolas».

Mientras tanto, viendo la refriega desde la barrera, la CUP insiste en que no hace falta un nuevo «plebiscito». La aritmética parlamentaria convierte, actualmente, a los independentistas antisistema en imprescindibles para ratificar cualquier acuerdo entre JpC y ERC y creen que tras el 1-O ya no hacen falta más votaciones, pues entonces se «expresó» la «voluntad popular». Maria Sirvent, ayer, recordó a Batet y Sabrià que «ahora mismo ya hay una mayoría independentista en el Parlament» y que, pese a esto, les reprochó, «no ha comportado avances» para alcanzar la república.

Para Sirvent, «el independentismo ha perdido la credibilidad» durante esta legislatura, que se inició con unas elecciones convocadas por Mariano Rajoy cuando era presidente del Gobierno y tras la aplicación de las medidas amparadas por el artículo 155 de la Constitución, y finaliza con un presidente catalán inhabilitado por el Tribunal Supremo. Por ello, desde la CUP se le echó en cara al gobierno catalán que siga hablando de «lucha antirrepresiva» pero utilice las herramientas «autonómicas», como los Mossos d'Esquadra, para «represaliar» a los independentistas.

Presión a ERC

A falta de encuestas, todavía, que puedan hacer variar las posiciones de los dos principales partidos secesionistas, socios de gobierno en Barcelona, la estrategia de JpC -en fase precampaña electoral- va dirigida a presionar a ERC y acotar el margen que le queda a los de Junqueras para, entre otras cosas, erigirse en interlocutores válidos para el Gobierno. De todas formas, para esto, antes, deben ganar a JpC en una cita electoral autonómica, que se les resiste desde la restauración de la democracia en 1978. Puigdemont, mientras tanto, deshoja el tiempo para elegir a su nuevo valido.

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