¿A quién culpamos?

Vox es un voto extremista al que empiezan a sumarse votantes desilusionados del PP, también de Cs y, no se sorprendan, del propio PSOE

Agustín Pery

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¿A quién señalamos por la sorpresa de Vox, por la irrupción de la derecha radical en el mapa político andaluz?, ¿antesala? de lo que puede ocurrir en el resto de España .

A la espera de los sesudos analistas de la res pública y a los resultados oficiales quizá toque preguntar a todos los que se rasgan las vestiduras porque, ay, no leyeron o no entendieron a Georg Wilhelm Friedrich Hegel. El filósofo alemán apuntaló hace dos siglos un pensamiento fieramente vigente y claramente extrapolable a lo que hoy ha ocurrido en Andalucía y que mañana podría extenderse al resto de España. A la tesis aquí sería la irrupción de la extrema izquierda de Podemos se enfrenta una antítesis, sí, la extrema derecha de Vox. Y en medio, desnortada, en busca del sitio perdido, la síntesis que debería llevarnos a la calma arrebatada: un Estado constitucional siempre en evolución pero nunca más en entredicho .

Me atrevo a decir que el péndulo de Hegel ha pasado de las manos de Pablo Iglesias a las de Santiago Abascal porque los partidos que deberían haberse enfrentado al radicalismo de Podemos prefirieron mercadear con su cada vez más maleable ideología para hacer suyo un ideario que revienta el sistema democrático español y flirtea, cuando no se entrega, a una suerte de estado de taifas que nos acerca tanto a la antigua Yugoslavia como nos aleja de la España construida entre todos bajo la premisa de la concordia y la reconciliación. Hoy el PSOE de Sánchez no busca centrar a Podemos, más bien migra del centro al peor de sus polos.

Vox es un voto extremista al que empiezan a sumarse votantes desilusionados del PP, también de Cs y, no se sorprendan, del propio PSOE. Cuando uno viaja del centro al extremo siempre lo hace más con el estómago que con la cabeza . Busca castigar a quien cree que no estuvo a la altura, romper con todo , agitar el sistema y hasta detonarlo. El reto del PP y de su líder Pablo Casado no será sólo limpiar la casa andaluza de su partido, plagada de telarañas, sino ser capaz de sacudirse sus eternos complejos. Porque lo que toca es centrar, calmar, España. Y no lo está.

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