El PP entra en ebullición

Antes de liderazgos, va a ser tiempo de vendettas, y Margallo ha dado las pistas

Manuel Marín

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El Partido Popular ya tiene en liza a cuatro aspirantes a presidir el partido. A falta de conocer la decisión final de Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, competirán Pablo Casado, José Ramón García, José Luis Bayo y José Manuel García-Margallo . De manera inédita en el PP, por primera vez no solo no habrá dedazo, sino que los afiliados acreditados con su cuota al día harán una criba. Aun sin primarias al estilo socialista, el PP va a tener que optar, debatir y apostar en plena ebullición, más aún con la renuncia de Nuñez Feijoo a liderar el PP. Ya no bastará con aplaudir a la búlgara. Y habrá ganadores y perdedores, más allá de que el vencedor recurra después a la retórica del clásico ofrecimiento para aunar familias en torno a su liderazgo.

El PP no es un partido pacífico. Mariano Rajoy dijo que no tutelaría el proceso, y no lo hace . Todos desconfían de reojo, calculan el alcance de cada zancadilla, suman virtualmente votos, pactan a mil bandas, otean redes sociales, miden el impacto mediático de cada anuncio, y deciden. Es probable que algún candidato se retire a mitad de carrera. Primero porque no gozará de opciones, y segundo, porque habrá sido la coartada para subirse a otro barco con mejor timonel. Pero antes de liderazgos, va a ser tiempo de vendettas, y Margallo ha dado las pistas.

El PP se debate entre cinco teorías, aún sin resolución. La primera es un candidato final único elegido por aclamación, con liderazgo, motivación y anclajes suficientes como para disuadir a otros aspirantes de llegar al final del proceso. Los daños colaterales de los «caídos en combate » ya se gestionarían con ofertas de integración en nuevos equipos, o sencillamente con salidas voluntarias de la política. Es prematuro aventurarlo, pero sería favorable para el nuevo PP.

La segunda teoría apunta a un final del proceso con dos candidatos en pugna abierta, con un partido fracturado y una votación imprevisible. No sería razonable que si el PP permite visualizar solo dos opciones con garantías reales de éxito, los demás aspirantes se mantuviesen artificialmente en la pelea con ánimo de dividir más aún el sentido del voto. La imagen de debilitamiento en el partido sería notable ganase quien ganase porque esas pugnas nunca tienen buenos arreglos.

La tercera teoría se basa en la aparición de «liebres» que entretienen, impulsan la carrera a un ritmo superior al de su capacidad real de resistencia y, antes de retirarse agotados, preparan el terreno a un ganador, a un experto de fondo que siempre estuvo protegido a su rebufo. La cuarta opción es la aparición de una «tercera vía» como la que encarnó en el año 2000 José Luis Rodríguez Zapatero en el PSOE entre «renovadores» y «guerristas». Pero en el PP no hay experiencia de maniobras similares y el riesgo, por miedo a lo desconocido, es evidente. La quinta, la opción con la que nadie cuenta, es la de la «sorpresa»: ese «outsider» tapado de última hora y perfil difuso que por exclusión del resto gana posiciones y adeptos por no tener mochila ni pasado. Asigne el lector nombres a cada teoría. Asigne apuestas, o proceda a descartes. Igual triunfa…

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