Mariano Rajoy
Mariano Rajoy - EFE

El PP se enroca en el «no» y rechaza todo gobierno que deje fuera a Rajoy y a su partido

Mantienen su oferta de gran coalición que encabezaría el presidente, aunque comienzan a escucharse voces críticas

MADRID Actualizado: Guardar
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Rajoy no renuncia. «Ni a su candidatura, ni a la de la presidencia del Gobierno», explicaba ayer su vicesecretario de organización, Fernando Martínez-Maíllo. La postura popular, en el día en que Rajoy volverá a presentarse ante el Rey sin un solo voto más que cuando le ofreció -y él declinó- formar gobierno hace 10 días, será la de enrocarse en el «no»: El PP votará en contra de cualquier propuesta de gobierno que no encabece el presidente en funciones y su partido, porque «somos los que hemos ganado las elecciones, y es lo razonable, lo sensato y lo democrático».

En el PP quieren desmontar el relato de los hechos que está realizando el PSOE: «Los ciudadanos no han votado cambio, sino diálogo».

Por eso, reiteran su oferta de gobierno apoyado en PP, PSOE y Ciudadanos, basado en «lo que nos une» y con la fuerza que darían «más de 250 diputados» a la hora de acometer las reformas necesarias.

El veto del Senado

Frente a esa opción, sólo ven una: la de un líder del PSOE «cuestionado internamente», con Podemos y los independentistas. A juicio de los populares, Pedro Sánchez se ha convertido en «el señor del no», que «quiere hablar con los militantes pero no escucha lo que los ciudadanos han dicho en las urnas». Y que «intenta ser presidente con el peor resultado del PSOE», algo que «no decimos nosotros en el PP, sino su compañera de filas Susana Díaz».

Un gobierno así, además, se encontraría en una situación de máxima debilidad, «con 123 escaños al menos en contra en el Congreso», y con la oposición de un Senado donde el PP es mayoría absoluta, y que tiene la capacidad de vetar leyes y reformas e «impedir cualquier movimiento contrario a los intereses de España».

Los populares están dolidos con el líder del PSOE por la manera en que les ha tratado: «nos ha querido arrinconar a pesar de ser el partido que ha ganado las elecciones; nos veta, dice que el PP no es válido para gobernar...» y luego «quiere apoyo de los apestados», en referencia a un hipotético pacto PSOE-C’s que precisaría de la abstención de los populares. Las críticas hacia Sánchez y las apelaciones al «ruido interno» en el PSOE contrastan, sin embargo, con el aparente silencio en el PP, donde sólo se escuchan críticas «sotto voce» a la manera en que se está desarrollando el proceso post-electoral e incluso a la idoneidad de Rajoy como candidato a una nueva presidencia de un gobierno fruto del pacto o a unas nuevas elecciones.

Rajoy, inamovible

La respuesta oficial a estos planteamientos no ofrece lugar a dudas: «Rajoy no renuncia a su candidatura, ni a la de la presidencia del Gobierno», decía ayer el vicesecretario de Organización, Fernando Martínez-Maíllo en Madrid. En la otra punta del mapa, en Bilbao, el ministro de Sanidad -y uno de los nombres que siempre se citan en las «quinielas» de posibles relevos-, Alfonso Alonso, descartaba cualquier posibilidad de «mover» a Rajoy: «No lo creo yo y no lo cree nadie en mi partido, no es nuestra posición, desde luego», informa Pablo Pazos.

De hecho, insistió en el tremendo error de «infravalorar a Mariano Rajoy», un hombre que «no sólo tiene capacidad política, sino que tiene capacidad de perspectiva». En opinión de Alonso, «en este momento de dificultad lo que hay que tener es responsabilidad, y él tiene que ejercer un liderazgo. Él siente esa responsabilidad y a mí eso me da tranquilidad».

S in embargo, la inquietud ha ido creciendo en el Partido Popular a medida que iban pasando citas electorales en las que los resultados de la formación dejaban mucho que desear. Tras las municipales y autonómicas, no sólo se perdieron votos, sino también poder territorial, y pese a que muchos veían llegar la catástrofe, la reacción interna no llegó más que en forma de rumor de fondo, y de paso atrás de algunos de los barones que se quedaron sin «trono».

El 20-D marcó el punto más bajo del proyecto popular. Y tras la amarga victoria que supuso alcanzar una mayoría insuficiente para gobernar, el ruido subió de intensidad. Casi siempre desde la sombra -no es un partido acostumbrado a las disidencias- aunque con algunos arranques visibles. Como el del presidente de honor, José María Aznar, pidiendo tras las elecciones un «congreso abierto» donde «elegir a la dirección del partido»; o los de esa Red Floridablanca -un «think tank» de militantes populares- que en 15 días han publicado dos comunicados hablando de la «ineludible renovación de personas, equipos y programas» que necesita el PP, y del escenario de unas nuevas elecciones, en que «habría que elegir un nuevo candidato».

Resistencias sutiles aún, que combaten contra la esencia misma del PP: «La cultura de este partido es que aquí se hace lo que dice el jefe», comenta un veterano político popular. Algunos en la formación de la calle Génova piensan que el problema de Rajoy es que no ha escuchado a «un porcentaje alto de tu electorado que le han dicho que no va bien, y él se reafirma».

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