Matones, con eme de mafia

El líder de Unidas Podemos receta y administra su jarabe democrático según el prospecto que acompaña y explica la fórmula magistral de su siniestra democracia real

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Jesús Lillo

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El matonismo con que Pablo Iglesias se dio a conocer –primero en las asambleas callejeras, más tarde en el Congreso y finalmente en el complejo de La Moncloa, donde ha ejercicio de vicepresidente y perdonavidas– no solo es la expresión metafórica de una actitud política históricamente ligada a los regímenes totalitarios. El líder de Unidas Podemos receta y administra su jarabe democrático según el prospecto que acompaña y explica la fórmula magistral de su siniestra democracia real. La detención de dos de los guardaespaldas de Iglesias por participar en la guerrilla organizada y desplegada por los bukaneros en el mitin de Vox en Vallecas viene a poner en su verdadero sitio –todo a la izquierda, por si había dudas– el ejercicio de la violencia y de la amenaza.

Pablo Iglesias no solo calificó de «provocación» el mitin que los de Santiago Abascal habían convocado en el barrio madrileño, patria chica de un presunto antifascismo de naturaleza y vocación criminales, sino que se sintió lo suficientemente a salvo –estaría viendo series en su chalet– para prescindir aquella tarde de dos de sus escoltas, enviados con la misión de marcar las líneas rojas de su distrito y, una vez perimetrado, agitar la ofensiva contra los forasteros de Vox y los agentes de Policía. El macho alfa es territorial, y su guardia pretoriana lo mismo le sirve para protegerlo de la ultraderecha que para mantener su antiguo barrio limpio de polvo, paja y fascismo. No hay alerta que valga. Mejor liarse a patadas.

El episodio de la detención de los dos matones de Unidas Podemos, silenciada por un Ministerio del Interior que, en cambio, no duda en airear la detección de los sobres con balas y navajas que pasan el escáner de Correos, ha coincidido con la campaña de victimismo protagonizada en los últimos días por Pablo Iglesias, destinatario de algunas de esas cartas. El que se decía perseguido por la ultraderecha era en realidad el patrón de los matones que campaban por Vallecas. A eso le llama Pablo Iglesias defender la democracia. A eso le llamábamos, antes de que Unidas Podemos pervirtiera el lenguaje, prácticas mafiosas.

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