Manuel Valls regresa a París y no sale del hoyo

El ex primer ministro, envuelto en polémicas, es despreciado por sus antiguos compañeros e ignorado por Macron

Manuel Valls, en 2019, en su estreno en el Ayuntamiento de Barcelona Marta Días

En la vida pública francesa Manuel Valls se ha convertido en una comedia negra, con poco público, sin amigos políticos, con una vida social muy complicada e invisible, agrias polémicas insignificantes y colaboraciones audiovisuales a 300 euros la pieza.

El vespertino 'Le Monde' presentó el anuncio del regreso a París de Valls en estos términos: «Manuel Valls repite su 'deseo ardiente de ser útil'. Tras su fracaso en la alcaldía de Barcelona, el antiguo primer ministro intenta volver al debate político francés, sin olvidar su déficit de popularidad, la 'duplicidad' de Emmanuel Macron y la 'debilidad' de François Hollande». Todo está dicho, con delicadeza irónica.

Instalado definitivamente (¿?) en París, las previsiones de 'Le Monde' se confirman exactas e implacables.

Hasta ahora, ningún partido político, ninguna personalidad pública, ha escuchado el «deseo ardiente de ser útil» de Manuel Valls, irremediablemente solo, en su rincón gesticulante.

En el PS, su partido, durante más de treinta años, Valls es percibido como un fracasado, un traidor y aspirante a 'líder' que no consigue tener amigos. Valls aspiraba a ser candidato socialista a la presidencia: fue rechazado. Valls se apuntó al partido de Emmanuel Macron y rompió con el PS. Y se marchó a Barcelona. Los socialistas franceses lo ignoran y desprecian.

Valls intentó hacer precipitada carrera en el partido de Emmanuel Macron, 'La República En Marcha' (LREM). Macron y su partido lo ignoraron olímpicamente. Valls se buscó una novia que era y sigue siendo una personalidad influyente en la galaxia macroniana. Terminó abandonándola, para casarse con una millonaria catalana. Con esos antecedentes, Valls no existe para el presidente francés ni para su partido.

Antes de marcharse a Barcelona para iniciar una 'nueva vida', y volver a casarse, por tercera vez, Manuel Valls tenía en París una vida social muy compleja. Debía atender a los cuatro hijos de su primer matrimonio con Nathalie Soulié. Debía compartir las amistades de su segunda esposa, Anne Gravoin, antes de abandonarla para anunciar a bombo y platillo su 'relación' con Olivia Grégoire, influyente personalidad del partido de Macron, también abandonada. Tras su tercer matrimonio, con Susana Gallardo Torrededia, meses más tarde, la nueva vida social de la pareja está parcialmente hipotecada por el pasado de Valls, en París.

Siempre dispuesto a hablar y opinar sobre todo, con sentencias sumarísimas muy personales, Manuel Valls ha comenzado su nueva temporada política con unas declaraciones que han precipitado una tormenta de granizo.

Emmanuel Macron anunció a finales de agosto una visita oficial a Marsella, segunda ciudad de Francia, con el fin de dar respuesta a todas las crisis de la ciudad, sociales, étnicas, multiculturales, sociales, económicas, políticas. No es un secreto que Marsella es la ciudad más violenta de Europa. Ministro del Interior, Valls visitó la ciudad el mes de mayo del 2013. Fue recibido a tiros de fusil de asalto. Los autores de esos disparos nunca fueron detenidos, ocultos en la selva urbana.

«Arrasar Marsella»

Ocho años más tarde, Valls se anticipó a Macron, lanzando este 'programa' para 'solucionar' los problemas de Marsella: «Lo que hay que hacer es arrasar, destruir, todos los barrios marcados por la pobreza y la inseguridad; para volver a repoblarlos de otra manera». Valls utiliza exactamente el verbo 'raser', cuya traducción más común es arrasar, destruir. 'Tout raser', 'todo arrasar, destruir'. Comentario tan brutal provocó una tormenta de muy agrias reacciones, denunciando el racismo presumido y la brutalidad palmaria.

Ese comentario corre el riesgo de perseguirlo en su nueva carrera de comentarista político en BFMTV, la primera cadena de información permanente, donde Valls intervendrá regularmente. La cadena C8, asociada a Canal Plus (Francia), hizo público su salario: 300 euros por intervención.

Si esa cifra fuese cierta, como parece serlo, se trataría de un salario modestísimo. Un corresponsal español que interviene regularmente en cadenas de radio francesas cobra entre 150 y 300 euros por intervención. El salario atribuido a Valls ha provocado un rosario de comentarios que el semanario rosa bombón 'Voici' resume de este modo: «BFM deseaba contar con un antiguo político para comentar la actualidad. Valls aceptó, con un salario de 300 euros por emisión. Es la crisis. Cool, tío. Se larga a España, donde no lo quieren, vuelve y se lía con Marsella. La vida es bella con 300 euros. Vale».

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