El caso Morate

«Mamá, me he pasado, ya sabes mi pronto; cuando empiezo no puedo parar»

Morate, acusado de doble asesinato, intentó sin cesar que su exnovia volviera con él

La policía inspecciona la finca de la familia Morate en busca de pruebas EFE
Pablo Muñoz

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El 13 de agosto de 2015 la Policía detenía a Sergio Morate (34 años) en Rumania por el asesinato de su exnovia Marina Okarinska (23 años) y la amiga de esta Laura del Hoyo (26 años) . Los cadáveres de las dos jóvenes habían aparecido horas antes semienterrados y cubiertos de cal junto al nacimiento del río Huécar en Cuenca. El 14 de agosto, a las doce de la mañana, la madre de Morate, María Jesús Garcés, compareció ante los agentes. Era la tercera vez que acudía a la comisaría de Cuenca desde el día 7, cuando denunció la desaparición de su hijo. Sus declaraciones, a las que ha tenido acceso ABC, son fundamentales para entender cómo rumió su venganza contra la mujer que lo había abandonado. No era la primera vez que se resistía a que lo dejaran.

La depresión

«Mi hijo tiene un carácter normal, pero cuando se enfada cambia drásticamente de actitud volviéndose más agresivo. Ha llegado incluso a somerterse a terapia para controlar esa agresividad », contó María Jesús a los policías el día 10 de agosto cuando ni habían aparecido las chicas -a las que se daba por muertas- ni se le había localizado a él. Es en esa primera declaración cuando la madre habla a los investigadores de la Brigada Judicial de Cuenca, que dio los primeros pasos clave en la investigación, y a los de Homicidios de la Central del amigo rumano de Morate: Istvan Horvath. Ella le conoce como «Isti», fue compañero de celda de su hijo en la cárcel y la persona en la que acabó buscando refugio.

Al preguntarle por Marina, la madre admitió que al marcharse la joven en marzo a Ucrania, su país de origen, su hijo sufrió una «depresión y quería volver con ella a toda costa». Cuando la interrogan sobre la actitud de su hijo en los últimos meses da la clave: Sergio cambió desde el 1 de marzo, fecha en que Marina volvió a su país. A partir del 20 dejó de llamarlo por lo que él «se preocupó mucho». El 27 estaba previsto que Marina regresara. Le escribió por Internet para pedirle que no fuera a buscarla al aeropuerto; iba a ir su padre. Morate acudió igual, pero ella lo ignoró. Regresó solo a Cuenca. «No volvió a vivir con Sergio y prácticamente no hablaban por lo que yo lo veía triste e intentando hablar con Marina para volver a estar juntos».

«Un día me dijo que iba a hablar con Marina y a su vuelta me dijo: “Mamá me he pasado. Al final… ya sabes mi pronto, cuando empiezo no puedo parar” haciendo referencia, o así lo entendí yo, a que Sergio le reprochó cosas a Marina». La madre, rota de dolor, sabiendo ya lo que ha hecho su hijo relata a los investigadores que después estuvo «más conciliador» porque entendió «que por las malas no iba a llegar a ningún sitio. También porque ella le decía todos los días que iban a quedar, lo cual nunca sucedió».

Marina tenía una decisión tomada y aunque se había criado en Cuenca decidió poner distancia. «Las llamaba para ver si algún día iban a volver, no recibía respuesta clara nunca por lo que el carácter de Sergio empezó a cambiar: estaba más nervioso, más irritado y comenzó con problemas de sueño, se pasaba las noches enteras en vela y se tuvo que medicar».

Mentira

Morate no estaba dispuesto a dejarla escapar. Entre principios de abril y junio -cuando Marina regresa definitivamente a Cuenca-, el exnovio despechado viaja a Ucrania, según su madre con la esperanza de que la mujer accediera a verlo y hablar con él al estar en un país del que desconocía el idioma. Marina no cedió, se negó a encontrarse con él y le llegó a decir que estaba en Barcelona para que la dejara en paz. El vengativo Morate se enteró después de que era falso.

«Con todo lo que estaba ocurriendo yo sabía que Sergio iba a estar nervioso y que sus nervios iban a estar de otra manera», declaró la madre. Al volver, primero lo vio aliviado de estar en casa, pero su carácter «empezó a cambiar, le veía ausente cada vez que comía, se quedaba mirando a un punto fijo con la mirada perdida por lo que me empecé a preocupar».

En julio, Marina -que había dejado casi todas sus cosas en el piso que compartían en Cuenca con los padres de Sergio- lo llama y su exnovio se hace de nuevo ilusiones de recuperarla. « Durante unos días estuvo muy contento , pero Marina le volvió a dar largas y nuevamente estuvo muy triste e irritado, con la misma mirada ausente. Todo a su alrededor era tristeza. Veía en la tele series como Breaking Bad o Crímenes Imperfectos».

La semana antes de que la vida de la familia estallara por los aires, María Jesús Garcés estaba contenta: Sergio subía más a Palomera, localidad en la que tienen una casa, que otros años y ella pensó que si su hijo quería estar en el pueblo ellos podrían pasar el verano entero allí. Luego se supo que tenía el mismo desinterés de siempre y que lo que buscaba era un lugar oculto donde enterrar a Marina.

El 25 de agosto, María Jesús Garcés, vuelve a declarar. Le muestran la garrafa con la imagen de la virgen de Lourdes, encontrada junto a la tumba improvisada de Marina y Laura para saber si es suya. La mujer admite que ha tenido botellas similares tanto en Palomera como en la casa de la calle Río Gritos de Cuenca donde su hijo mató a las dos mujeres. Los agentes necesitan afinar todo, aquilatar qué ocurrió el día de los crímenes, tener el minuto a minuto. Recuerda que vio a su hijo varias veces ese día, la última a la hora de la cena en Palomera cuando su exnuera y la amiga a la que ella no conocía llevaban ya cuatro horas muertas. De las herramientas encontradas no reconoció ninguna.

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