¿La ley por sí sola no basta?

Sánchez se ve presidente y trufó toda su intervención de gestos y expresiones que le han sido impuestas por el separatismo catalán como condición para avalarle

La investidura de Pedro Sánchez en directo

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones EFE
Manuel Marín

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Pedro Sánchez ha desgranado el discurso radical que se esperaba del que probablemente será el primer Gobierno de coalición social-comunista de nuestra democracia. Sánchez ha subido a la tribuna sin ofrecer síntomas de que las decisiones de la Junta Electoral Central contra Joaquim Torra y Oriol Junqueras vayan a frustrar el martes su investidura. De hecho, sólo podría hacerlo una convulsión en las calles de Cataluña que hiciera rectificar a ERC. Pero de momento Sánchez se ve presidente y trufó toda su intervención de gestos y expresiones que le han sido impuestas por el separatismo catalán como condición para avalarle.

Sánchez ha dicho taxativamente que para resolver el «conflicto de Cataluña», «la ley por sí sola no basta». Preocupante, porque lo que encierra esa frase da lugar a interpretaciones que pongan en jaque la legitimidad de las instituciones en el Estado de Derecho. Por ejemplo, los Tribunales, a los que conviene sacar de la ecuación para que no interfieran con la aplicación de las leyes en la resolución de ese «conflicto».

El mecanismo mental de Sánchez es sencillo. Hay sentimientos independentistas y sentimientos de agravio respecto al resto de territorios españoles. Y como existe ese sentimiento, la ley no es la única solución. Pero no aclara cuál es la alternativa más allá de pactar con presos, huidos y partidos que quieren derogar la Constitución. ¿Pretende decir Sánchez que como la ley no basta, se la puede bordear, rodear o saltar? ¿Quiere decir que si es insuficiente, hay que buscar mecanismos al margen de la ley? Su primera aportación al debate territorial del PSOE, partido a cuyos críticos ha recordado que solo lo dirige él, es que los sentimientos pueden situarse por encima de la ley, y que en virtud de las emociones se pueden aprobar leyes «ad hoc» que satisfagan al independentismo.

La segunda aportación discutible de su discurso ha sido la justificación de «cordones sanitarios» ideológicos, en clara referencia a Vox y a la derecha , pero no en alusión a ERC, PDeCAT, CUP o Bildu. Es un salto cualitativo en el discurso de Sánchez. Y no por sorprendente, sino porque refleja hasta qué punto depende del separatismo para poder ser presidente del Gobierno. Sánchez no habla desde los 120 escaños que tiene, sino desde la soberbia de quien cree tener 180. Por eso se permite sostener la idea de que el extremismo no es exigir la independencia de una parte del territorio, sino negarse a aceptarlo. Y por eso ha añadido que, pese a lo que sostiene textualmente la Constitución, «no existe un único modo de vivir la identidad nacional».

Sánchez ha decidido que la Constitución no tiene topes, no tiene líneas rojas, y que los Tribunales no se las señalen. Por eso no ha podido explicar con transparencia ni su acuerdo con ERC, que sigue absolutamente oculto tras un discurso de hora y media, y por eso no se sabe todavía en qué ha cedido el partido de Junqueras. Se sabe en qué ha claudicado el PSOE, pero no qué ha perdido ERC en la negociación. Porque probablemente no haya perdido nada. Sánchez parece tener garantizada la investidura. Pero no la gobernabilidad.

Por ese motivo ni siquiera citó en su largo discurso a Torra, quien anoche mismo se declaró en rebeldía frente a la Junta Electoral Central. Ni una palabra sobre lo que tendrá que hacer su Gobierno si Torra persiste en su negativa a ser inhabilitado, ni una mínima defensa de los jueces o las instituciones que tengan que encargarse de ejecutar su destitución al frente de la Generalitat. Hablar durante más de diez minutos de Cataluña, de conflicto político, de mesas de diálogo bilateral, de pluralidad, sentimientos y agravios, y no citar a Torra en defensa de la Junta Electoral y de la propia legalidad retrata todo su discurso de investidura.

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