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Artur Mas y Carles Puigdemont en una imagen de archivo - EFE

Así es el futuro judicial y político que afronta Mas

El caso Palau, el del 3 por ciento y la consulta ilegal son los grandes obstáculos judiciales a los que se enfrenta la formación que preside el expresidente catalán, que intentará recuperar la hegemonía en Cataluña desde el municipalismo

Barcelona Actualizado: Guardar
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Artur Mas formaliza este martes el traspaso de los poderes a Carles Puigdemont y pondrá su cronómetro a cero para centrarse en pilotar su anunciada renovación de Convergència, que debería concretarse en un congreso este mismo año. En su anuncio de renuncia de investidura, el hasta hoy «president» afirmó que no quería ningún cargo en el nuevo gobierno de la Generalitat, aunque se ofrecía a ayudar (¿quizás como altavoz para la proyección internacional del «procés?). Incluso dejó en el aire si mantendría su acta de diputado, lo que hizo plantear a algunos si el gesto tendría repercusiones en la querella por la consulta del 9-N en la que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) tiene imputado, además de a él, a la exvicepresidenta Joana Ortega y a la exconsellera Ierne Rigau.

Lo cierto es que Mas seguirá teniendo al TSJC -un tribunal que algunos ven más influenciable políticamente- para que le juzgue por la consulta ilegal. Aunque deje de ser diputado, la causa se mantendrá en este tribunal porque seguirá habiendo un imputado en la causa con la condición de aforado. Es Irene Rigau, que no repetirá como consellera en el próximo gobierno pero que revalidó su elección como diputada el 27-S.

Mas, pues, se mantiene al «amparo» del TSJC en una de las causas judiciales que afectan a su partido, aunque sólo es la más inocua. Los réditos políticos como mártir de la independencia podrían aliviar una condena de inhabilitación.

De los otros problemas judiciales que rodean a Convergència, la investigación (antes imputación) de todo el clan Pujol por parte de la Audiencia Nacional podría ser vista casi como una tarea de limpieza que los tribunales hacen por Mas. No así el caso Palau y el del 3% que llevó a registrar la sede de Convergència y de su Fundación Catdem.

El caso Palau, por el que CDC debe responder como responsable a título lucrativo por beneficiarse de comisiones por obras públicas de Ferrovial, debe llegar a juicio este año 2016. El partido tiene 15 sedes embargadas como garantía de los 3,2 millones de euros que el juez -6,6, según Fiscalía- le exige como fianza de responsabilidad civil. Y uno de los principales imputados es su extesorero, Daniel Osàcar.

A Osàcar le sucedió como tesorero Andreu Viloca, y ambos están imputados en la otra gran causa de corrupción, la del llamado 3%. Su instrución aún tardará meses o años, lo que obligará a Mas a salir a la palestra a cada novedad para intentar mquillar el daño a la imagen del partido. O eso, o avanzarse y hacer limpia retirando el apoyo a ambos tesoreros. Pero esto sería interpretado a todas luces como una autoinculpación.

Aviso electoral

En este contexto, las elecciones generales del 20-D fueron un aviso para Convergència: pasó de primer partido en Cataluña a cuarto, por detrás de ERC. Unos resultados que se sumaban a la constante pérdida de diputados en en el Parlament desde que comenzó el «procés» y que amenazaba con culminar en gran debacle si había nuevas elecciones en marzo.

El líder de CDC, desde su condición de presidente del partido, buscará recuperar la tradición de liderazgo de su formación en Cataluña. Jugando a dos bandas. Renovará su partido -queda pendiente ungir a un secretario general desde que dimitió Oriol Pujol-, no descarta incluso cambiar sus siglas y hasta se replanteará su ideología. Mientras, asistirá a la consecución del «procés» con un gobierno de Junts pel Sí -CDC y ERC- que tendrá como presunto aliado a la inestable y asamblearia CUP y como seguro adversario al Estado.

En principio la hoja de ruta secesionista marca un plazo de 18 meses para la independencia. Si sale bien, Mas siempre podrá volver a optar a gobierno con el partido rearmado. Si sale mal, se podrá presentar a unas elecciones -que no se pueden convocar antes de un año- como un salvapatrias que recomponga a Cataluña de su derrota. Ya sea por la victoria de los «invasores» -Puigdemont dixit- o por los más que previsibles conflictos en el sí de JxS con la CUP. O por ambos factores.

«¿Nos creemos lo de la independencia?», afirmaba Mas en TV3 el pasado jueves, dos días antes de renunciar a ser investido en favor de Carles Puigdemont. Quien parece que no se lo cree es él. No es el único que descarta que haya elecciones autonómicas de aquí a un año.

En todo caso, como se ha visto en su elección por Puigdemont, Mas confía en relanzar el partido a través del municipalismo. En alcaldes que ganaron y en 2011 como el propio Puigdemont. Sabe que CDC tiene su gran baza en la Cataluña de comarcas.

En cuanto a la ideología, más socialdemocracia para quitarse la etiqueta del partido de los «recortes» y un independentismo reconvertible en derecho a decidir, por si lo del «procés» acaba mal y siempre con vistas al centro electoral. «¿Dónde está el centro?» «Donde hay más votantes», zanja el político más pragmático. Y Mas lo es.

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