El fuego amigo del PP de Madrid: de la gestapillo al hermano de Ayuso, pasando por las cremas y el máster

Una facción, la de Madrid, que es un caladero de votos a nivel nacional, pero que desde la época de Esperanza Aguirre y hasta este momento, en que lleva descabezado a nivel orgánico casi cuatro años, se han sucedido tremendos episodios de luchas internas

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Pío garcía-Escudero, Martínez-Almeida, Díaz Ayuso, Casado y su esposa, en un acto en la Navidad de 2019 ABC | Vídeo: Crisis abierta en el PP: Ayuso acusa a la Dirección Nacional (EP)

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Siempre que se habla de una jaula de grillos en la que los machetes van y vienen se piensa en el PSOE-M. Sin embargo, el Partido Popular de Madrid no se queda atrás. Una facción que es un caladero de votos a nivel nacional, pero que desde la época de Esperanza Aguirre y hasta este momento, en que lleva descabezado a nivel orgánico casi cuatro años (con una gestora con Pío García-Escudero al frente, al que sus compañeros llaman 'el ectoplasma' , porque no se le ve nunca), se han sucedido tremendos episodios de luchas internas. Ese fuego amigo tan o más temido por quienes lo sufren.

Ya entre 1995 y 2003, época en la que coincidieron José María Álvarez del Manzano como alcalde de la capital y Alberto Ruiz-Gallardón en la presidencia autonómica, se hablaba de mala sintonía entre ambos. Pero nada que ver con lo que vino después, hasta el supuesto espionaje a Ayuso y su entorno.

El congreso regiona de 2004: Aguirre contra Gallardón

En noviembre de 2004, solo un año después de llegar a Sol Esperanza Aguirre, se impulsó un congreso regional para renovar la estructura del partido en Madrid. La 'lideresa' en la Comunidad y Gallardón en el Ayuntamiento no podían ni verse. Hasta el punto de que el exregidor y exministro hizo de muñidor para que su hombre de máxima confianza, Manuel Cobo, se presentara como candidato a lideras el PP regional.

Aquello hizo saltar por los aires las delicadísimas relaciones entre ambas administraciones, pese a ser del mismo color político. Algo que cristalizó en una cena en un reservado del extinto restaurante Jockey (propiedad entonces de Luis Eduardo Cortés, mano derecha de Gallardón en la Comunidad), donde Aguirre e Ignacio González (un nombre que se irá repitiendo a lo largo de esta crónica) tuvieron palabras bastante altas con Cobo y Gallardón. Al final, el vicealcalde desistió de presentarse a la carrera interna y Aguirre fue la presidenta plenipotenciaria hasta la llegada de Cristina Cifuentes, en 2015, al Gobierno autonómico.

El número 2 en el partido, por decisión de la 'lideresa' fue Francisco Granados, y todos sabemos ya cómo terminó aquello. O, mejor dicho, él, plurimputado por supuestas corruptelas en ayuntamientos controlados por el PP y en prisión provisional casi dos años.

La 'gestapillo' de Sol contra Cobo y Prada

Sin embargo, una entrevista a Manuel Cobo en 'El País' haría saltar los hilvanes de una herida que nunca se llegó a cicatrizar: habló de que en Sol había «una gestapillo», conformada por guardias civiles afines a Granados , en la que se espió a Cobo y a otros rivales de Granados y González, como el entonces consejero de Justicia e Interior y vicepresidente, Alfredo Prada.

Los trapos se lavaron, no con mucha certidumbre, en una comisión parlamentaria, por la que desfiló, entre otros muchos, el que fuera jefe superior de Policía de Madrid y luego director general de Seguridad, el comisario principal Enrique Barón (luego ascendido a máximo responsable de los Servicios de Información del CNP, liderando, entre otros asuntos, la lucha contra el terrorismo en España).

El caso llegó también a los tribunales, sin que quedara probada esa 'policía paralela' al servicio de los hombres de Aguirre y contra Gallardón y su entorno. De trasfondo, robos de ordenadores en el fallido y carísimo proyecto del primer Campus de la Justicia, seguimientos a consejeros y concejales y reproches desde el ala más aguirrista de los ediles al propio Gallardón, con, curiosamente, Ángel Garrido a la cabeza ; antológicos fueron sus reproches a su entonces jefe en una reunión interna del grupo municipal. Garrido acabaría siendo el segundo de abordo de Cifuentes, presidente regional durante año y medio y candidato en las listas de Cs en 2019. Acabó como consejero de Transportes en el primer Gobierno, de coalición, de Ayuso, hasta que todo aquello acabó como un tsunami.

Fue el momento en que Mariano Rajoy entonó aquel famoso: «¡Joder, vaya tropa!».

El caso Máster de Cifuentes

Cristina Cifuentes llegó a la Comunidad con el resultado más pobre hasta entonces en unas elecciones madrileñas para el PP. Mayo de 2015, ella, cabeza de cartel para Sol, y Aguirre, su otrora mentora, en el puesto de salida del Ayuntamiento. La primera consiguió su objetivo y muy pronto comenzó el desmontaje de las políticas de su predecesor, Ignacio González : lo primero que hizo fue reinstaurar los comedores para niños en situación de vulnerabilidad durante las épocas vacacionales, desmantelar el modelo anterior de Telemadrid para despolitizarlo, e impulsar políticas de corte socialdemócrata en asuntos como las leyes LGTBI y contra la Transfobia.

Una enmienda casi a la totalidad a los puntales políticos de un partido, el PP, que vio cómo iba ganando simpatías fuera de su propio electorado una mujer con muchísimo carisma como Cifuentes, quien además se definía como muy dialogante, liberal, centirista, republicana, a favor del aborto y de la causa de loso derechos por la diversidad sexual. Puso patas arriba la gestión de los tiempos en el Metro de Madrid, tendió la mano a Manuela Carmena y tiró de sus buenas relaciones con los jefes policiales, de cuando fue delegada del Gobierno, para enterarse de que había pufos, y muy gordos, en su predecesor: concretamente, en el nuevo proyecto de González de la Ciudad de la Justicia y en el Canal de Isabel II, la joya de la corona de las empresas de la Comunidad. Lo que supo, Cifuentes lo puso en conocimiento de la Guardia Civil, y arrancó la operación Lezo que acabó con Ignacio González entre rejas y borrado de la política.

Aquello no iba a quedar así, por eso Cifuentes sabe que detrás de la filtración de un máster que nunca hizo y sí aprobó estaban González... Y probablemente Granados, con quien mantuvo una estrecha relación en el pasado y a quien se había ganado como nuevo enemigo interno. El caso Máster vapuleó a Cifuentes, quien acabó siendo años después exonerada en los tribunales como instigadora de la irregularidad concesión del título por parte de la Universidad Rey Juan Carlos. Pero tampoco se pudo probar que ella realizara el trabajo de fin de máster.

En medio de todo aquel quilombo, Cifuentes se aferraba al cargo, incluso de manera sonrojante, subiendo a espaldas de su equipo más cercano un vídeo en su despacho, a medianoche, asegurando en tono jocoso que no se pensaba ir.

Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes presiden el Comité Ejecutivo Regional del Partido Popular de Madrid, en 2015 IGNACIO GIL

El robo de las cremas

Poco le duró la sonrisa. Porque un empresario constructor perjudicado por la política de levantar alfombras de la presidenta y muy allegado a Ignacio González (otros hablan de que estaba también detrás el comisario Villajero) comenzó a hacer circular por las redacciones de los principales medios un vídeo de 2011 , en el que, siendo vicepresidenta de la Asamblea, Cifuentes robaba unas cremas faciales y era pillada por un vigilante del centro comercial que hay frente a la Cámara autonómica.

Aquel bochornoso episodio fue finalmente 'comprado' por un digital, que no dudó en publicarlo a bombo y platillo. Cifuentes, esa misma mañana de abril de 2018, tocada y hundida por los suyos, presentaba su dimisión.

La espantada de Ángel Garrido

Le sustituyó en el cargo su segundo, Ángel Garrido, que entonces ya era un convencido de las políticas moderadas y centristas de su jefa y que, él lunes después de la Semana Santa de 2019 y a pocos días de la campaña electoral, dio el portazo y se marchó a Ciudadanos, tras saber que no repetiría en la Comunidad por el PP, que lo relevó a las listas para el Parlamento Europeo, de número 4.

Al final, Ayuso se tuvo que tragar el sapo e incluirlo como consejero de Transportes e Infraestructuras. Antológica era la frialdad con la que se trataban en los Consejos de Gobierno. No se podían ni ver.

Objetivo: Isabel Díaz Ayuso

Aquel terremoto, apenas nueve meses después de llegar a la presidencia nacional del PP, llevó a Pablo Casado a arriesgar, y mucho: colocó como candidata a la Comunidad a una desconocida Isabel Díaz Ayuso , exviceconsejera con Garrido, secretaria de Comunicación del PP de Madrid y una de las diputadas más cercanas a Cifuentes. Suya, por ejemplo, fue la defensa de la Ley de Telemadrid de aquella época para acabar con su despolitización. Normativa a la que ha dado la vuelta nada más hacerse con el control pleno del Gobierno autonómico, ya sin Cs como pareja incómodísima, tras las elecciones anticipadas del 4 de mayo pasado.

Esa misma fecha marcha el punto de inflexión para una figura, la suya, en constante crecimiento político y social. La han llevado y traído, por ejemplo, en la reciente campaña en Castilla y León, en un intento de amortizar el gran momento por el que pasa y hacer de contrapunto 'práctico' de Vox.

Esas dos semanas han supuesto una especie de tregua entre Ayuso y Casado, antes tan amigos desde Nuevas Generaciones, por la guerra abierta para celebrar el siempre postergado congreso regional del PP de Madrid, que la nueva 'lideresa' quiere para marzo. Pero ni Casado ni Teodoro García Egea, su secretario general, quieren oír hablar de un adelanto de la cita con respecto al cónclave nacional.

Lo cierto es que Ayuso tiene el apoyo casi unánime del partido en Madrid; que, a diferencia de Casado, sí tiene experiencia de gestión pública de primer nivel ; y que, además, se ha revelado de cara a la opinión pública de su electorado como un mástil más fuerte incluso que el del propio capitán del buque llamado Partido Popular.

De ahí, que no haya sorprendido tanto en su entorno la aparición de un supuesto espionaje desde Génova, que habría llevado a Ángel Carromero , jefe de Alcaldía de Almeida, personaje tremendamente controvertido y amigo de Casado desde hace lustros, a intentar contratar una agencia de detectives. Y todo, con la finalidad de atacar a Ayuso a través de los negocios de su hermano Tomás y supuestos beneficios en lo que a ayudas económicas de la Comunidad se refiere.

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