La CUP frustra el intento de Turull de declarar ante el juez como un mártir

La votación pone en marcha el reloj parlamentario: habrá elecciones en julio si en dos meses no hay presidente

Las diputadas de ERC Rovira, Forcadell y Bassa renuncian al escaño antes de declarar ante el Supremo

Carles Riera, líder de la CUP, en el momento de abstenerse en la votación AFP
Àlex Gubern

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El independentismo catalán escribió ayer jueves una nueva página en su ya largo haber de sesiones parlamentarias para el sonrojo, en lo que fue una fallida sesión de investidura que no logró que el diputado de Junts per Catalunya (JpC) Jordi Turull se convirtiese en presidente de la Generalitat. El «show» político catalán aún no tiene epílogo.

El nuevo intento del soberanismo de burlar al Estado para alimentar el victimismo , la pretensión de organizar una investidura exprés para tratar de que el diputado Turull acudiese hoy a su citación ante el Tribunal Supremo como «president» electo, chocó de nuevo contra la propia división del independentismo. La CUP dio por finiquitado el «proceso» que a través del autonomismo quiere llegar a la independencia . Ni siquiera les convenció la última propuesta de JpC y ERC: llevar a cabo una moción de confianza a Turull en un mes.

Ya a primera hora de la tarde, en una reunión convocada con apenas dos horas de anticipación a la sesión de investidura, el Consejo Político de la CUP decidía que el programa de gobierno que les proponían JpC y ERC «no avanzaba en la construcción de medidas republicanas» . En otras palabras, ni aún con la «acción represiva del Estado» que volvieron a denunciar, la CUP se tragó «el sapo» de Turull, probablemente el candidato de JpC que mejor encarna la vieja política que los antisistema dicen aborrecer. Demasiado aroma a CDC y poca ruptura para ellos. Únicamente un giro radical en el programa de gobierno propuesto junto a la no adopción por parte del juez Pablo Llarena de medidas cautelares darían a Turull una segunda oportunidad mañana en una hipotética segunda sesión de investidura.

Con este ánimo, y sabiendo ya que la CUP no iba a apoyar al candidato Turull, la sesión parlamentaria comenzó de manera destemplada , sin ninguna épica, cuajando en el ambiente la sensación de que el tren de la república ya pasó. Del mismo modo que en la sesión del 27 de octubre en que se proclamó la república ilegal el tono fue casi de funeral, la investidura de ayer tuvo el mismo tono. Pocas sonrisas. El discurso de Turull, aunque cargado de de pasajes de viejo aroma nacionalista, fue de un aburridísimo tono autonomista -lo que debería ser en realidad la política catalana, una enumeración de propósitos de gobierno leída casi con desgana, sabiendo tanto el candidato como la cámara que en realidad era el programa de gobierno de un gobierno imposible.

De hecho, y como si se tratase de argumentar con palabras los recelos de la CUP por la falta de sustancia rupturista, el discurso de Turull no citó las palabras república o independencia . Apenas una alusión al referéndum del 1 de octubre y una exigencia para «deshacerse de las garras del 155».

Así, el discurso de Turull no gustó a nadie . La oposición constitucionalista le reprochó seguir transitando por campo embarrado, sin atreverse a rectificar, prolongando el bloqueo institucional. Del mismo modo, sus aliados de la CUP le reprocharon lo contrario, haber regresado al autonomismo. «Damos por acabado el proceso y las alianzas» correspondientes «y pasamos humildemente a la oposición, combatiendo al Estado pero también el autonomismo, desde la calle y desde nuestros escaños», explicó el portavoz de la CUP, Carles Riera . Un anticipo de lo que se puede esperar de los anticapitalistas, que volvieron a defender acciones en las calles y empujaron, un poco más, ahora sí, hacia una repetición de las elecciones.

Sin el colmillo parlamentario que siempre se había reconocido a Turull, su intervención dejó a todo el mundo frío, una gelidez que se extendió también a la enésima petición de diálogo . De hecho, únicamente una alusión a la fallecida líder independentista Muriel Casals logró despertar a sus propios compañeros de hemiciclo. Soberanismo en horas bajas.

Tras una réplica de Turull a los distintos líderes políticos que no hizo más que alargar la agonía del candidato, los 133 diputados votaron según lo previsto: 64 votos a favor, 65 votos en contra y 4 abstenciones . Oriol Junqueras y Jordi Sànchez votaron por delegación. Carles Puigdemont y Toni Comín no pueden votar . A falta de saber la nueva situación judicial de Turull -que se conocerá hoy- y vista la sesión parlamentaria de ayer, las expectativas para un posible desbloqueo institucional no son buenas. En principio, mañana, antes de que se cumplan 48 horas de la sesión de ayer, se debe celebrar la segunda votación para investir a Turull. En este caso, le bastaría tener más votos a favor que en contra. No necesitará llegar a los 68, como era necesario este jueves.

Pero si Turull queda en prisión preventiva hoy, la sesión de investidura de mañana no podrá celebrarse . De todas formas, el reloj de los dos meses para una nueva cita electoral ya empieza a correr desde ayer. Si el próximo 22 de mayo no hay un nuevo presidente de la Generalitat, sea Turull u otro de los diputados autonómicos, se disolverá el Parlamento catalán y quedarán convocadas unas nuevas elecciones, según los primeros cálculos el próximo 15 de julio. Las incógnitas, a partir de ahora, se centran en desvelar si en los próximos dos meses el bloque formado por JpC y ERC -ahora con 64 escaños efectivos- puede superar los 65 -que forman Cs, el PSC, CatComú-Podem y el PP-, ya sea convenciendo a la CUP, que podría plantearse alguna operación como la que llevó a Puigdemont a la presidencia; o recuperando los dos escaños que Puigdemont y Comín tienen «secuestrados».

Para esto, los dos diputados autonómicos en Bélgica deberían renunciar a su acta . Solo así se evitarían unas elecciones que todos los grupos parlamentarios dicen en público no querer. Todos, salvo la CUP, que empieza a valorar como mal menor.

Renuncia al acta

Quienes sí renunciaron a su acta, aunque en su caso con objeto de afrontar con mejores perspectivas el proceso judicial al que se enfrentan, son la secretaria general de ERC, Marta Rovira , la expresidenta del Parlament Carme Forcadell y la exconsejera de Trabajo Dolors Bassa , según anunció anoche el partido republicano. Las diputadas no quieren que su situación personal «condicione la actividad del Parlament». Puigdemont, por el momento, no se da por aludido.

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