Forcadell lidera las protestas callejeras contra la Justicia

La presidenta del Parlamento catalán dejó a un lado su cargo institucional para apoyar a los manifestantes agolpados en la sede la Consejería de Economía de la Generalitat, registrada por la Guardia Civil

Forcadell a su llegada a la Consejería de Economía, donde se concentraban manifestantes contra los registros de la Benemérita AFP
Itziar Reyero

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La inflamación independentista se mantuvo ayer en Barcelona, donde miles (22.000, según la Guardia Urbana), se concentraron delante del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) para exigir la puesta en libertad de los 14 cargos detenidos; siete de ellos, todos acusados de orquestar el referéndum ilegal del 1 de octubre, quedaron en libertad. La presidenta del Parlament, Carme Forcadell , guió la protesta callejera, que duró toda la jornada: «No pararemos hasta conseguir su libertad. Tenéis un pueblo detrás», arengó a la masa, perdiendo todo sentido institucional.

La convocatoria de ANC y Òmnium, promotoras soberanistas, fue un éxito explicable en parte porque la Generalitat animó al absentismo. Empleados de Trabajo, uno de los departamentos registrados la víspera, recibieron por mail la autorización expresa de la consejera para acudir a la movilización delante del TSJC. «¡Fuera la Justicia española!», corearon los indignados, ignorando que ha sido un juez de Barcelona el que ha instruido y ordenado las detenciones . La masa abucheó el paso de las furgonetas de reparto de Correos, los coches de la Policia Urbana y a los Mossos. El cuerpo amigo fue el de los bomberos, que apoyaron con casco la independencia.

Los coches y motocicletas que circularon por la avenida de Lluís Companys tocaron los cláxones para alentar la idea de «¡votaremos!» por la «¡independencia!» . Otros vehículos fueron señalados por no ser de la causa, como una furgo de una empresa de jamón ibérico. «Las calles serán siempre nuestras».

Hubo, sobre todo, mucha chavalería acampando todo el día. «¡Sí pasaba esto con Franco!», canturreaban los más jóvenes. La frustración por no votar les llevó a botar. «Bote, bote, bote, español el que no bote».

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