Feijóo y Urkullu salen reforzados y lanzan un aviso a la política nacional

Gallegos y vascos optan por la continuidad y la moderación para gestionar la peor crisis de la democracia

Podemos se hunde mientras el PSOE no saca rédito del «efecto Moncloa»: Bildu y BNG los grandes beneficiados

El presidente de la Xunta en funciones, AAllberto Núñez Feijóo, ayer, celebrando su cuarta mayoría absoluta ABC
Ana I. Sánchez

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Ni crispación ni frentismo. Gallegos y vascos lanzaron ayer un claro aviso a los líderes nacionales al optar por la continuidad y la moderación para gestionar la peor crisis de la democracia. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo (PP), y el lendakari, Iñigo Urkullu (PNV), salieron reforzados de la cita con las urnas pese a la incertidumbre generada por los últimos rebrotes de Covid-19. Será el cuarto mandato con mayoría absoluta para el líder gallego, que repitió sus 41 escaños. Y el tercero para el dirigente vasco que ganó tres diputados, hasta 31, y aunque seguirá sin poder gobernar en solitario, no tendrá problemas para reeditar su alianza con el PSE y ya no necesitará a un tercer aliado.

Puñalada de socio

La otra cara de la moneda la protagonizó la izquierda, con un fuerte hundimiento de Podemos. La formación morada vivió una de las peores noches electorales de su historia después de que su candidato a la Xunta, Antón Gómez-Reino, se quedara fuera del Parlamento gallego y perdiera los 14 diputados que su partido ostentaba allí desde 2016.

Además, su derrota vuelve a poner en cuestión el liderazgo nacional . Gómez-Reino no solo es el hombre fuerte del líder morado, Pablo Iglesias, en Galicia sino que en su campaña se volcó otra de las caras fuertes de Podemos, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La imagen de esta dirigente también queda salpicada y debilitada con el resultado.

La debacle de Unidas Podemos en el País Vasco no alcanza la cota histórica de Galicia pero reviste de gran gravedad ya que la formación morada llegó a ganar las elecciones generales de 2015 en esta comunidad. Ayer, en cambio, perdió prácticamente la mitad de su representación al quedarse en seis diputados desde los once obtenidos en las autonómicas de 2016. Pasa de ser la tercera a la cuarta fuerza en la región.

Sánchez se queda al margen

Y contrariamente a lo que viene sucediendo, los socialistas no solo no fueron capaces de capitalizar los fracasos de su socio de coalición sino que ni siquieran lograron beneficiarse del habitual «efecto Moncloa». En el País Vasco tan solo ganaron un escaño, hasta diez, mientras que en Galicia repitieron sus catorce y en ninguna de estas plazas logran liderar la oposición.

En el País Vasco se colocan como tercera fuerza por el hundimiento de Podemos y en Galicia repiten en esta posición. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no acudió a Ferraz a seguir la noche electoral junto a su equipo, sino que se quedó en La Moncloa. Hoy tampoco asistirá a la ejecutiva que analizará los resultados ya que viajará a los Países Bajos.

Nueva política

El PSOE y su socio han pagado cara su estrategia de blanquear a los nacionalismos ya que quiénes resultaron beneficiados del debilitamiento de la izquierda fueron el BNG en Galicia y Bildu en el País Vasco. El primero ascendió a segunda fuerza política -el objetivo que tenían los socialistas- pasando de seis a 19 escaños, mientras que el segundo ganó cuatro diputados y se reforzó como líder de la oposición.

Tanto el BNG como Bildu son socios del Gobierno en el Congreso y ambos optaron en estas elecciones por un discurso identitario pero sobre todo transversal y con un fuerte acento social. Una oferta que resultó creíble en el marco de su alianza con el Ejecutivo Central. El ascenso de ambos arroja, además, otra clave política ya que su objetivo fue conectar con los votantes desencantados y con los jóvenes. Lo consiguieron a la vista de los resultado y la vuelta de estos dos nichos a partidos tradicionales aboca a la nueva política a una profunda reflexión.

Doble liderazgo en el PP

En este marco, Núñez Feijóo seguirá gobernando durante otros cuatro años más, sus últimos, según aseveró recientemente. La gesta de encadenar cuatro mayorías absolutas en Galicia encuentra precedente en el fundador de Alianza Popular, Manuel Fraga . Con este resultado, Núñez Feijóo refuerza, además, su liderazgo moral dentro del PP. Más aún dado el resultado cosechado por este partido en el País Vasco, donde la estrategia del líder nacional, Pablo Casado, se reveló ayer como un fracaso.

El candidato a lendakari designado por Génova, Carlos Iturgaiz, y la coalición con Ciudadanos menguaron la representación de los populares casi a la mitad -de nueve diputados pasaron a cinco- y no lograron frenar a Vox que consiguió entrar en el Parlamento vasco con un simbólico escaño. Feijóo, en cambio, sin alianzas con la formación naranja y con un discurso moderado además de pactista -en plena campaña volvió a invitar a PP y PSOE a formar una gran coalición- revalida el gobierno y neutraliza a Vox que no entró en el parlamento gallego. La comparación entre el resultado de una y otra estrategia eran ayer inevitables.

En cuanto al País Vasco, Urkullu podrá gobernar con mayor comodidad reeditando su actual acuerdo con el PSE. Ambos sumarán 41 escaños (31 del PNV y 10 de los socialistas) que les situarán por encima de la mayoría absoluta. Una marca que no alcanzaban en la legislatura anterior. Esta alianza reforzará, a su vez, la que ambas formaciones mantienen en el Congreso. Esta fue la única e insuficiente alegría que el PSOE pudo llevarse ayer.

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