FAES defiende que no ha fallado el modelo constitucional sino los «actores políticos»

El modelo constitucional no ha fallado, ni las instituciones; han sido los «actores políticos» los que han fracasado en este largo periodo político que ha ido de las pasadas elecciones a la convocatoria de las nuevas, e incluso podría remontarse a un par de años atrás. Así lo contempla Javier Zarzalejos, secretario general de FAES, la fundación popular para el análisis político, en un texto publicado en la web de la entidad.

En el mismo, bajo el título «El barco y la tripulación», Zarzalejos defiende que el decreto de disolución de las Cortes formaliza «el fracaso de esta legislatura efímera», pero éste no debe achacarse, entiende, al modelo, tal y como desde algunos círculos se ha querido subrayar «para exonerar de su responsabilidad, al menos parcialmente, a quienes no han podido o no han sabido articular de forma eficaz y coherente la expresión de la voluntad del cuerpo electoral».

«Interminable ciclo electoral»

A su juicio, todo comenzó con «este interminable ciclo electoral» que se ha venido produciendo desde las elecciones europeas de 2014. Ahí ya surgieron las apelaciones de «la extrema izquierda populista a romper no se sabe qué candados en la Constitución». Pero muy al contrario, Zarzalejos está convencido de que «el rendimiento del sistema constitucional en este periodo político inédito está acreditando ser muy superior a lo que son capaces de producir tantos que lo critican».

Cree, de hecho, que «las instituciones han actuado como tenían que hacerlo, empezando por la Corona», y recuerda que «nada ni nadie en el ‘modelo’ ha condicionado o reducido el margen de maniobra de los partidos». El sistema constitucional se ha adaptado, insiste, sin problemas a la crisis del bipartidismo que en todo caso no ha hecho que España sufriera «un vuelco revolucionario o desestabilizador», como lo prueba el hecho de que «los dos partidos de gobierno y una fuerza constitucionalista emergente suman 253 escaños en el Congreso».

Lo sucedido, insiste Zarzalejos, mueve a la reflexión y puede conducir a considerar algunos aspectos de la regulación de estos periodos, pero no por deficiencias constitucionales, sino «por la conveniencia de atenuar en lo posible las peores consecuencias políticas e institucionales que podrían derivarse de un nuevo fracaso de los actores políticos si estos tuvieran que afrontar una situación similar en el futuro».