Salvador Sostres

La contención y la audacia

Salvador Sostres
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El merecido desprecio de Rajoy a Puigdemont ha favorecido en los últimos días al presidente de la Generalitat en la gestión de la tragedia del accidente de autocar. Su foto recibiendo a Renzi es lo más parecido a un acto de Estado que el exalcalde de Gerona ha tenido y probablemente tendrá. Y, aunque en el fondo no sea gran cosa, es un despropósito que lo que es un castigo se convierta en una victoria.

A partir de ahí, el encuentro del presidente del Gobierno con el presidente de la Generalitat en el homenaje a las víctimas de Germanwings ha sido correcto en las formas y sin ningún otro interés que vaya más allá de esta formalidad. Puigdemont juega a presentar a Rajoy como a un presidente contrario al diálogo porque no le pide una reunión; pero tal como habríamos agradecido la presencia del presidente del Gobierno en Cataluña liderando la reacción al terrible accidente de tráfico, hay que decir España tiene suficientes problemas, y suficientemente delicados, como para que su presidente tenga que perder el tiempo con un subalterno de tercera regional que pretende hacer la parodia del héroe cuando sabe que ni tiene la mayoría de catalanes su favor, ni la Ley le ampara, ni siquiera cuenta con la fuerza parlamentaria necesaria para poder gobernar en las mínimas condiciones de estabilidad.

Rajoy no sabe si será presidente dentro de dos meses, pero sabe que de momento lo es, y procura no rebajar la dignidad de su cargo para que un pelele de tres al cuarto puedan escenificar sus delirios de cara a la galería; unos delirios que, por cierto, cuando llega la hora de pagar el precio, no se atreve a llevar a cabo en la realidad.

Rajoy mantiene con Puigdemonnt una actitud correcta, y admirable en cierto modo, porque se enfrenta al mantra buenista del diálogo, como si tuviéramos que estar todo el día hablando cual insufribles charlatanes.

Pero tendría que recordar que Cataluña es mucho más que Puigdemont, y que a veces le necesitamos.

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