Cataluña

«El chantaje del totalitarismo no lo podemos consentir»

Con el órdago secesionista sofocado gracias al artículo 155, cuatro alcaldes agraviados por las mentiras de la propaganda independentista responden a Puigdemont

Silván, atiente a los medios tras contestar a la polémica generada por Puigdemont ABC
Enrique Delgado Sanz

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Hay vida más allá de Barcelona. Y de Madrid. Y del Congreso de los Diputados, Moncloa, el Parlament, el Senado e incluso de la habitación de Carles Puigdemont en un hotel de Bélgica. El «procés», o al menos el último de sus órdagos para conseguir la secesión catañana, tocará a su fin si la normalidad regresa a Cataluña tras las elecciones del 21 de diciembre . Sin embargo, y después del mes de octubre más largo y complicado de los últimos años, hay localidades -más allá de los límites catalanes, donde el «procés» ha dejado huella. Se trata de León, Cárcheles (Jaén), Villanueva de Sijena (Huesca) o Cáceres. Allí, los alcaldes también tienen algo que decir sobre el culebrón independentista, en el que se han visto agraviados, bien por alusiones o bien por culpa de los tópicos y mentiras de la propaganda catalanista.

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Uno de los más agraviados también es uno de los políticos que más claro ha hablado del tema. Se trata de Antonio Silván, alcalde de León, una capital a la que Puigdemont quiso quitarle ante el distinguido auditorio de la Universidad de Harvard , uno de los títulos honoríficos que más enorgullecen a sus habitantes. «Sentó mal, muy mal», confirma Silván, quien acto seguido recuerda a ABC el conflicto que tuvo con Puigdemont hace unos meses: «Se arrogó que Cataluña fue la cuna del parlamentarismo y le trasladé por carta que la realidad histórica, por mucho que algunos quieran cambiarla, es la que es».

Pero no sólo lo dice Silván, sino que la UNESCO ratificó el relato histórico «mediante argumentos científicos», como resalta el político, en el año 2013. De esta forma, este organismo dependiente de la ONU validó entonces que, allá por 1188, el Rey Alfonso IX convocó en el claustro de la basílica de San Isidoro el que ha pasado a la posteridad como el primer parlamento de la historia. «El origen está aquí y los leoneses y los españoles nos sentimos muy orgullosos de ello», asegura un alcalde que, tras escribir a Puigdemont para invitarle a León con el objetivo de que conociera de primera mano los orígenes del parlamentarismo, se llevó una sorpresa: «No tuve respuesta».

Igual de orgullosos de su patrimonio, pero más acostumbrados a tratar -vía tribunales- con la Generalitat, están en un pequeño pueblo oscense, donde desde hace años mantienen su particular batalla legal contra la Generalitat .

«Yo igual no soy muy imparcial», avisa Ildefonso Salillas, primer edil de Villanueva de Sijena (Huesca), una localidad que nada tenía que ver con la cuestión secesionista hasta que el conflicto estalló. Resulta que el museo de Lérida tiene 44 piezas artísticas del monasterio de Sijena que el pueblo reclama como suyas. La batalla con Cataluña viene desde muy atrás -«llevo desde el año 2012 en los tribunales cuando ya había denunciado todo esto desde 1996», rememora el regidor-, pero ahora, como él mismo explica, ha ganado vigencia gracias a que la maquinaria propagandista catalana se fijó en ellos para encontrar un punto de ruptura con España. Al menos, así lo cree Salillas. «Desde Cataluña se ha tratado lo nuestro como un tema más de Cataluña contra España y no es así», denuncia el regidor.

«La gente está harta»

Este conflicto también ha hecho mella en el pueblo donde, como remarca Salillas, la gente «está ya harta del tema, como en todos los sitios». Más si cabe cuando, como lamenta, «ha dado lugar a enfrentamientos entre familias». También de su familia se acuerda al hablar del problema catalán Elena Nevado, cuyos abuelos emigraron a Cataluña en busca de una vida mejor. «Me acuerdo especialmente que mi abuela hablaba con orgullo de Barcelona. Para ella no había una ciudad mejor en el mundo y nos enseñó a amar y a respetar a Cataluña», rememora Nevado, que hoy es la alcaldesa de Cáceres.

Precisamente Extremadura es una de las regiones españolas en las que más centrados están los tópicos de la propaganda independentista que, como pudo comprobar este diario, calan en una parte de la población. De hecho hay ciudadanos, como José Marín que, desde la calle Balmes, en el corazón de la Ciudad Condal , no dudaron en afirmar, días antes del referéndum ilegal que se celebró el 1 de octubre, que quería la independencia «y la lleva esperando desde que era adolescente -ahora luce canas-, porque Extremadura y Andalucía salen muy caras a Cataluña».

«Estamos bastante cansados del tema del famoso PER (subsidio a la agricultura). Parece que el andaluz es un vago que no trabaja y aquí madrugamos igual o más que en otros sitios», se defiende Enrique Puñal, regidor de uno de esos pequeños pueblos del sur de España donde la agricultura es un pilar fundamental tanto para la economía como para la cohesión social. Se trata de Cárcheles, en Jaén, donde, como indica, manda «el monocultivo del olivo».

Sin rencor

«Es una insignificancia lo que le cuesta el PER al Gobierno en comparación con otras subvenciones que dan para fomentar la industria», compara Puñal, quien todavía recuerda cómo el despegar económico de Cataluña llevó allí a muchos de sus paisanos, justamente al abrigo de una tejido empresarial floreciente. «Algunos amigos que viven en Cataluña me dicen que quieren volver al pueblo porque la situación allí es muy inestable», revela el alcalde, quien refrenda la voluntad de sus poco más de 1.500 convecinos por que Cataluña siga siendo España: «Estamos enfadados y hartos de oír siempre el mismo tema, pero por supuesto que queremos que sigan con nosotros».

«Nadie está robando a nadie», sostiene igualmente la alcaldesa de Cáceres, quien califica como «doblemente doloroso que una parte de los ciudadanos catalanes quiera independizarse tras ayudarles a construir Cataluña». Y es que como sus abuelos ha habido muchos extremeños que en el pasado emigraron a esas tierras. «El 80% de mi familia está en Cataluña y nunca he hablado con ellos del “procés”», reconoce Salillas desde Villanueva de Sijena , donde también insiste en que se han dado «enfrentamientos entre familias» a consecuencia del proceso independentista.

«No podemos consentir el chantaje y la tensión a la que el totalitarismo y el populismo nos han sometido», zanja el primer edil de León, donde sus ciudadanos, según advierte, tampoco se muestran ajenos -pese a la distancia- al problema secesionista, sino más bien todo lo contrario: «Antes me paraban por la calle para preguntarme por la luz o por las baldosas rotas, pero ahora lo hacen por Cataluña», ahonda Silván, quien elogia que sus convecinos saben «distinguir lo prioritario de lo importante».

De un sitio u otro, con un agravio u otro, todos estos alcaldes coinciden al señalar que en sus localidades tienen ganas de que se solucione el conflicto catalán definitivamente. La alcaldesa de Cáceres, por ejemplo, no quiere tener que pasar una frontera para visitar la tumba de su abuela «en Mataró»; el alcalde de Villanueva de Sijena desea que la Generalitat les devuelva las piezas del monasterio que un día salieron de su pueblo; en Cárcheles, el mito de que no se trabaja les tiene hartos, especialmente a los que madrugan para varear olivos; y en León, por su parte, el alcalde ya echa de menos que sus vecinos le indiquen lo que hay que mejorar debajo de casa en vez de preguntarle los avances en la situación en Cataluña.

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