Caso Wanninkhof: 20 años de un asesinato que llevó a una inocente a prisión

Rocío Wanninkhof murió en octubre de 1999 y Dolores Vázquez pasó 17 meses en la cárcel, hasta que se detuvo al verdadero asesino

King, a su llegada al juicio en el que fue condenado en 2006 Efe

J. J. MADUEÑO

Una pegatina, que el párroco de La Cala de Mijas repartió en la búsqueda de Rocío Wanninkhof, apareció cerca de las bolsas de basura junto a su cadáver completamente desnudo el 2 de noviembre de 1999 en un paraje de Marbella. Los investigadores de la Guardia Civil pensaron entonces que podría pertenecer a alguien que hubiera participado en las labores de rastreo y se fijaron entonces en el entorno más cercano de la chica, que había desaparecido el 9 de octubre de 1999, hace ahora 20 años. La declaración del dueño del restaurante cercano a donde se halló el cuerpo también apuntó a miembros de la familia de Rocío. Se vigiló a varias personas, pero al final se estrechó el cerco sobre Dolores Vázquez. Había mantenido una relación sentimental con la madre de Rocío en la que llegó a convivir con la fallecida y sus hermanos. Tras la ruptura, era amiga de la familia.

Los investigadores vieron en ella a la principal sospechosa. Se le intervino su línea telefónica y se introdujo en su círculo social a una agente femenina, quien la definiría como «fría, calculadora y agresiva». Todos los indicios apuntaban a ella como la asesina de Rocío, por lo que fue detenida. Durante días fue interrogada y presionada para que confesara un crimen atroz. Rocío tenía ocho puñaladas, le habían echado encima líquido inflamable y quemado, por lo que no se pudo determinar si había sido violada.

Dolores Vázquez negó los hechos de forma rotunda en todas las ocasiones. Declaró que esa noche estaba al cuidado de su madre y de una hija de su sobrina, de dos años y medio. Sin embargo, le espetaron que había cometido el crimen por «venganza, odio y rencor». Los indicios apuntaban a ella y la opinión pública presionaba señalando su culpabilidad. El fiscal y la Guardia Civil declararon en rueda de prensa que dos fibras correspondientes a la ropa deportiva de Dolores Vázquez habían sido cotejadas con fibras encontradas en el cadáver quemado de Rocío y que se correspondían casi en su totalidad. La prueba se había realizado con un microscopio en el Instituto de Toxicología.

En el juicio testificó la Guardia Civil y declaró que ninguna de las huellas dactilares encontradas en las bolsas de plástico se correspondía con las de Dolores Vázquez. Su defensa había pedido que las huellas se cotejaran también con las que aparecieran en los objetos que estaban dentro de las mencionadas bolsas, pero tal prueba fue denegada. Desde el Laboratorio de Investigación Criminalista de la Benemérita se solicitaron las fibras para realizar un nuevo análisis, ya que con el efectuado por el Instituto de Toxicología no había garantías de fiabilidad. El ADN definitivo concluyó que las prendas intervenidas no guardaban similitud con las encontradas en el cadáver de Rocío Wanninkhof. Las testificales corroboraban la coartada de Vázquez.

Sin embargo, ella fue condenada por un jurado popular en 2001 y sentenciada a 15 años y un día de prisión. La pena fue anulada en 2002 por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que ordenó repetir el juicio, lo que no llegó a producirse. Tras 17 meses en la cárcel, Vázquez salió de prisión al hallarse al verdadero asesino de Rocío Wanninkhof.

En 2003, Sonia Carabantes apareció asesinada oculta bajo unas pesadas piedras. En sus uñas había ADN del asesino, al que arañó para tratar de escapar mientras la estrangulaba. Aquellos restos orgánicos se correspondían con la saliva de una colilla recogida en el lugar donde había muerto Wanninkhof. Vázquez salió de la cárcel y se apartó del mundo, ni siquiera fue indemnizada por aquel error judicial. Se le ha situado en Betanzos, municipio gallego del que es originaria, y en Londres. ABC intentó contactar con ella, pero sus abogados declinaron el ofrecimiento. Vázquez era inocente.

Fue Toni Alexander King quien interceptó a Rocío Wanninkhof la noche del 9 de octubre, cuando la chica de 19 años iba desde casa de su novio a la suya para arreglarse e ir la feria de Fuengirola. En un punto en ese trayecto de 500 metros la agarró, apuñaló por la espalda y la arrastró hasta una explanada donde dejó que se desangrara. Al día siguiente, Alicia Hornos, madre de Rocío, y Juan Cerrillo, por aquel entonces su pareja, salieron a buscarla. Encontraron sus zapatillas, un pañuelo y manchas de sangre, pero ni rastro del cuerpo. El asesino se lo llevó en un todoterreno, como explicó un taxista a la Guardia Civil. El conductor dijo que se había encontrado el coche mal aparcado, que lo tuvo que esquivar y que oyó una especie de «chillido o grito» al pasar. El último suspiro de una chica que, u na vez muerta, fue transportada más de 30 kilómetros y tirada en un paraje inaccesible cerca de Puerto Banús en Marbella. Allí se encontró su cadáver desnudo y parte de su ropa, pero no los pantalones ni sus prendas íntimas.

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