El asesino de Pioz, en la Comandancia de Guadalajara
El asesino de Pioz, en la Comandancia de Guadalajara - EFE

El asesino de Pioz al juez: «Sabía que acabaría aquí»

Nogueira suplantó a su tío al no poder deshacerse de los cadáveres de su familia

Madrid Actualizado: Guardar
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«No recuerdo haber apuñalado a mi tía Janaina. La última imagen que tengo es verla limpiando los platos y el siguiente recuerdo que tengo es Janaina y los niños muertos en el suelo, durante ese lapso de tiempo no recuerdo nada. No recuerdo haber empleado la navaja contra Janaina y los niños». Esta es la desmemoriada e imprecisa respuesta de Patrick Nogueira Gouveia a la pregunta número dieciséis que le hizo el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Guadalajara antes de enviarlo a prisión por matar a sus tíos y a sus primos. Entonces no se sabía que el asesino confeso se había fotografiado junto a los cuerpos de sus víctimas y había compartido la ejecución de los crímenes, «en tiempo real», con su amigo Marvin Henriques a través de whatsApp.

«Los niños estaban con nosotros durante la visita, estábamos en las sillas fuera de la vivienda, en el jardín, creo que tenía la navaja, pero la secuencia y los golpes no los recuerdo». Tampoco se acordaba de qué pasó después de apuñalar a Janaina Santos, la esposa de su tío Marcos. La siguiente imagen que tenía era la de la madre y los dos niños, de tres años y uno, muertos en la cocina, separados. La declaración íntegra ante el juez, a la que ha tenido acceso ABC, es un ejercicio de olvidos y elipsis en la que admite haber comprado todos los elementos utilizados para la carnicería y deshacerse de ellos después, pero no explica ni un solo detalle de cómo cometió los asesinatos. Se ha dicho que tal vez eludía el terror del relato para no herir (si es que puede hacerlo más) a su familia, aunque los selfies con los cadáveres y el chat con su colega brasileño desmienten cualquier atisbo de piedad.

«Frente a mi»

«La última imagen que tengo de mi tío es frente a mí en el pasillo hablando normal y tranquilo. Creo que se sorprendió al verme. Estábamos sentados hablando y mi tío pasó a dar alguna luz. No me preguntó por Janaina y los niños. La siguiente imagen que tengo es de mi tío muerto en el pasillo». Marcos Campos volvió a su casa en Pioz después de su primer día de trabajo en el restaurante «Che Lomo» del centro comercial Plenilunio de Madrid. Hasta las seis de la tarde estuvo allí; comió y charló con el encargado. Le pidió 50 euros para el abono transporte, pero este le dio solo 20 de su bolsillo. Lo último que esperaba Marcos era encontrar a su sobrino en el chalé. Él no podía saberlo, pero a esa hora Patrick, a quien medio año atrás habían acogido en su piso de alquiler y su vida de estrecheces económicas, ya había asesinado a su familia.

El hijo de su hermana había llegado poco antes de las cuatro de la tarde en autobús a Pioz, con unas pizzas a medio comer que dio a los niños. En la mochila llevaba una navaja, un rollo de bolsas de basura verdes y resistentes y cinta americana plateada. «Unos días antes tuve la idea de subir a Pioz, no sé lo que me llevó a ir, no tengo explicación porque yo tenía una vida… No tenía en mi cabeza de forma clara lo que quería hacer. Uno o dos días antes fui a comprar la navaja, mi intención era hacer daño, las bolsas de basura y la cinta americana creo que podrían estar relacionadas aunque no exactamente con lo que realmente pasó». Todo lo adquirió en el centro comercial Parque Corredor. Llevaba desde el día 6 de agosto solo en la habitación que había alquilado en Alcalá de Henares. Sus compañeras estaban de vacaciones.

«¿Por qué recuerda que se duchó y se cambió de ropa? ¿Por qué recordó en su declaración policial que había limpiado con unos guantes que encontró en la vivienda?», quiso saber el juez. «Tenía mucha sangre por el cuerpo, luego vi la toalla y por eso pensé que me había duchado. No recuerdo cómo hice la limpieza. En las bolsas en Alcalá tenía toalla, llaves, guantes, teléfono».

En unos contenedores

Tiró la toalla y la navaja en unos contenedores de basura cerca del piso de alquiler al que regresó a la mañana siguiente, después de ducharse y dormir en la cama de sus víctimas. Dejó alguna gota de sangre en una sábana, pese a que pasó la fregona por toda la casa. Había también una huella con sangre de una mano pequeñita en la pared de un dormitorio. El cochecito de su primo David estaba junto a las seis bolsas con los cuerpos apiladas en una esquina del salón. Bebió leche de un cartón que estaba abierto. Contó que no se podía dormir, pero su Iphone 5, comprado el 24 de junio con el dinero que le enviaba papá no registró ninguna actividad entre las 22.43 horas y las 6.18 de la madrugada. Sus compañeras de piso declararon que el tiempo que no estaba en el gimnasio lo dedicaba al ordenador y al móvil.

Se llevó el teléfono de su tío Marcos. El día 30 de agosto, mientras los cuerpos de su familia se descomponían, el olvidadizo Patrick envió un whatsapp al casero que había alquilado su chalé de Pioz a la familia Nogueira Santos. «Pedro, me gustaría saber si es posible pagarte el mes solo en el final (…) Mi madre me va a enviar dinero y como el prestamista pone custodios»... Al casero le extrañó un mensaje tan extenso de Marcos que alegaba dificultades con el idioma en sus comunicaciones anteriores.

«¿Por qué sabiendo que los cadáveres estaban en la vivienda permaneció en España… pensaba que los cadáveres no se iban a descubrir?», le preguntó el juez. «No sabía qué hacer, los últimos días estaba bebiendo y bebiendo, sabía que me iba a encontrar aquí donde estoy ahora». Instituciones Penitenciarias ha pedido que el juez autorice un cambio de prisión. Las bandas latinas y presos de todo delito quieren venganza.

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