El asesino de Laura busca rebajar su pena alegando su adicción a las drogas

En sus 20 años en la cárcel no siguió ningún programa de deshabituación, pero sí cursos de todo tipo de oficios

Bernardo Montoya a su salida de la Comandancia de Huelva Ep

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Bernardo Montoya , en prisión por la violación, detención ilegal y asesinato de la profesora Laura Luelmo desde el pasado día 22, está ingresado ya en la prisión sevillana de Morón . El viernes por la tarde fue trasladado desde la cárcel de Huelva (permanecía en la enfermería, aislado del resto) por seguridad, según confirmaron a ABC fuentes de Instituciones Penitenciarias. Se le ha aplicado el equivalente a un primer grado para los presos penados, el régimen más duro, cerrado y casi sin contacto con ningún otro recluso, en atención a su peligrosidad y también para evitar conflictos con otros internos.

Montoya, de 50 años, detenido cuando pretendía huir cerca de El Campillo (Huelva) conoce muy bien la cárcel. De hecho, ha pasado casi la mitad de su vida entre rejas. «Su perfil es el de un taleguero» (de talego, en argot), explican fuentes del caso, y así lo demostró en su declaración ante la juez de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Valverde del Camino hace una semana.

«Hizo una declaración a la carta , propia de alguien que conoce muy bien el sistema aunque sea –como en su caso– porque ha pasado muchos años preso», indica la letrada de la acusación Patricia Catalina, que representa a la familia de Laura. En esa declaración en la que no reconoció haber agredido sexualmente a la víctima ni tampoco haberla matado, sí contó que era adicto a las drogas, entre otras a la heroína y la cocaína. No refirió que hubiera consumido estupefacientes cuando atacó a la profesora zamorana el día 12, sino que habló de su consumo en general.

No es la primera vez

Fuentes jurídicas señalan que Bernardo Montoya busca con esas explicaciones una rebaja de su eventual condena, una atenuante o incluso una eximente debido a ese consumo, dado que la acusación ya ha indicado que solicitará la prisión permanente revisable cuando llegue el momento. No sería la primera vez que se beneficia de las consecuencias de su dependencia y esa «ventaja» ya la conoce un delincuente curtido como él.

En 1997, la Audiencia de Huelva le condenó por allanamiento de morada, obstrucción a la Justicia y asesinato. En 1995 mató a machetazos a Cecilia Fernández, una anciana de 82 años, que iba a declarar contra él. La pena fue de 17 años y 9 meses de prisión porque le aplicaron una atenuante «por su grave adicción a la heroína y la cocaína desde hacía varios años» (...) «En el momento de ocurrir los hechos tenía afectada su voluntad, aunque de forma leve». La sentencia habla de su dependencia a opiáceos desde al menos el año 1992 y su condición de drogodependiente.

Siete años antes, en 1990, Montoya salvó la vida en un accidente de tráfico cuando huía de la Policía tras ser sorprendido traficando con drogas. Aquel día huyó de los agentes que lo perseguían y llegó a chocar contra una vivienda de El Campillo. Los policías encontraron en el coche varias dosis de heroína, listas para la venta. No ingresó en prisión por esos hechos.

Ni antes de su primer ingreso (en 1994) ni en sus sucesivas entradas y salidas de centros penitenciarios hasta octubre de este año se ha sometido Bernardo Montoya a ningún programa de deshabituación de estupefacientes, según fuentes penitenciarias. Estos programas son, con diferencia, los más seguidos en los centros españoles. Sin embargo, el recluso –que quebrantó un permiso en 2009– no ha perdido el tiempo entre rejas y ha seguido todo tipo de cursos y actividades, tal y como figura en su expediente.

Los cursos

Montoya ha asistido a cursos de orientación para la inserción sociolaboral, pese a que no se le conoce trabajo, cursos de carpintería, de solador alicatador y de convivencia en módulos de respeto . Además, ha tenido destinos remunerados trabajando en áreas de mantenimiento de la cárcel como jardinero, cerrajero o limpieza de zonas comunes.

Su expediente muestra a un preso adaptado a la vida penitenciaria. Cuando la pasada semana declaró ante la juez instructora, además de rogar perdón a la familia de Laura Luelmo, otro gesto que se interpreta en ese contexto de delincuente profesional, acabó pidiéndole a la magistrada que «lo metiera en prisión porque si no lo iba a volver a hacer». Un argumento más para que la letrada de la familia insista en su petición de la prisión permanente revisable.

Tanto los abogados de la acusación como de la defensa que pasaron horas con él se muestran sorprendidos por la «tranquilidad» desplegada por Montoya. No reconoció los hechos que más pueden incriminarle y que confirman las pruebas científicas, pero tampoco rehuyó las preguntas ni se mostró contrariado. Las fuentes consultadas reiteran:«Es un taleguero profesional».

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