Manuel Marín - ANÁLISIS

Anguita y Cañamero, iconos de la «nueva política»

Manuel Marín
Madrid Actualizado: Guardar
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Ahora que la nueva política consiste en pedir a Julio Anguita que lidere la lista de Unidos Podemos por Córdoba, y que Diego Cañamero, ese joven valor del leninismo parasindical, se plantee encabezar la de Jaén, la mesa queda servida. El recauchutado de Podemos a base del bótox que le inyecta IU terminará convirtiendo el proyecto que surgió de la indignación y de la transversalidad ideológica en un rancio retrato en sepia del comunismo más convencional. Tal es la expectativa que está generando Pablo Iglesias para sumar votos entre la pléyade de partiditos residuales en manos de cuatro nostálgicos del estalinismo, que si el 26-J no hay sorpasso habrá quien empiece a pedir su cabeza. Iglesias está arriesgando tanto o más que Pedro Sánchez porque solo uno de los dos puede salir indemne de la pugna por la hegemonía de la izquierda.

Si Iglesias supera al PSOE, Sánchez será ajusticiado el 26-J sin contemplaciones; si Sánchez vence a Podemos, nadie en el PSOE concibe hoy a Iglesias como vicepresidente.

Unidos Podemos ya no es ninguna asamblea de utópicos engañados por el capitalismo que sueñan con el poder como un instrumento revolucionario de servicio público para una regeneración creíble. Iglesias ha transformado esa coalición en una potente aspiradora de movimientos minoritarios, cuando no fracasados, a los que arenga con soflamas simplonas de testiculina gratuita para que ese grito hueco de «¡sí se puede!» robe al PSOE su historia, su personalidad, y hasta los pantalones. Pero ni siquiera ofrece una versión renovada de un neocomunismo pragmático que pudiera resultar ilusionante para los melancólicos de la hoz y el martillo, sino una pura ilusión óptica que maquilla el sectarismo, el autoritarismo y la obsesiva apropiación del poder.

Anguita y Cañamero, convertidos en símbolos de la «nueva política»… ¡Quién lo iba a decir en 2016! De un insumiso como Cañamero, todo es esperable. Lo llamativo es que un librepensador como el fundador de IU, del que siempre se elogió su capacidad constructiva y su concepción espartana de la política desde un comunismo reflexivo y autocrítico, se esté prestando a ser la simple pegatina de campaña con la que Iglesias quiere asaltar el poder. Hoy, Anguita es solo una chapa vistosa en la pechera de Podemos, un reclamo electoral envuelto en el papel celofán de la demagogia.

Ya no parece aquel Anguita que siempre abominó de la espuma en la política, de la retórica y la superficialidad, o del poder como espectáculo para la manipulación burda del electorado. «Programa, programa, programa», repetía como un mantra frente a la dictadura de la imagen y las agresiones intelectuales contra el sentido común. Hoy se hace raro verle manejado en el guiñol de Iglesias, movido como una marioneta inerte a la que arrumbará en un baúl cuando deje de serle útil. Su estampa destiñe.

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