Libertad Martínez, en un momento de la entrevista
Libertad Martínez, en un momento de la entrevista - Jaime garcía
Libertad Martínez

«Hay muchos pijos de izquierdas que no saben ni lo que es pagarse la luz»

Azote de los flirtean con entregar IU a Podemos, Libertad Martínez, diputada de la coalición en la Asamblea de Madrid, carga contra Alberto Garzón por convertir la organización «en el ejército de Pancho Villa» junto a Centella, Iglesias y Sánchez

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Podría decirse que me fijé en Libertad Martínez porque tiene nombre de musa de Paco Umbral. Pero eso fue después. A mí lo que me dejó pegada a la pantalla de esta mujer fue escucharle una noche hacer una defensa épica de IU, que era a la vez u n ataque desde las tripas a Tania Sánchez y a la tentación de entregar las siglas a Podemos. Por encima de mi cadáver tocas tú la «organización», vino a desafiar. En medio de tanto discurso de cartón y tanto afán por quedar bien en la tele con todos, y eso que ahora se llama postureo, no tuve más remedio que engancharme a esa entrevista y que se me enfriara la cena mientras intentaba descifrar si aquel azote verbal no tenía algo de suicida.

Qué pasión, Libertad, y vaya cisma. Y eso que por entonces, cuento hace meses, Tania Sánchez, la efímera candidata al sillón de la Puerta del Sol, era si acaso una postulante a promesa y juraba por lo laico fidelidad a la coalición hasta la muerte. Política, se entiende.

Corren malos tiempos para hablar tan claro y, por si malentendí su desgarro o si, simplemente, descubrí a Libertad en un brote, -digamos-, de involuntario exceso verbal contra las líneas amigas, cuando la veo le pido que me narre qué está pasando en Izquierda Unida. Y ella me habla de traidores. Me refiere sin pestañear los tejemanejes de una conspiración con alto componente de espectáculo catódico, una componenda montada «con gente de dentro y fuera de IU» para dinamitar la formación, en la que se habrían confabulado una televisión privada y personas como Tania Sánchez, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, «un señor -dice- que se ha erigido en zar y al que todo le da igual», y de cuya meteórica proyección culpa a José Luis Centella. Es el secretario general del PCE, al que Libertad Martínez cataloga como «el gran caballo de Troya» que ha decidido «trazar el camino de la disolución».

Debate de traidores

Su crudeza impacta. Al llegar al punto de encuentro en una terraza cercana a la Asamblea de Madrid, donde es parlamentaria desde 2011, me ha contado que tiene un concepto «puro eclesiástico» del servicio público y un sentido de la responsabilidad enfermizo aprendido en casa, de un padre maquis encarcelado durante el franquismo que fue concejal y diputado en las primeras instituciones democráticas de Barcelona. Se deduciría pues que Libertad (Perpignan, 1966) tiene una noción patrimonialista de IU, como si fuera más suya que de nadie, y que por eso trata de proteger su herencia ideológica familiar de infiltrados. Pero no. Resulta una hooligan de la colectividad, de otros jóvenes colegas como Rubén Bejarano, y de dar a IU forma entre todos. No de que vengan a desmontarlo, eso no. «Hay una obsesión por eliminar IU a cambio de una «opción suprema» -ironiza aludiendo a los populismos emergentes-, aunque lo que tratan de verdad es, lo que no han conseguido por la puerta de delante, lograrlo por la de atrás». O sea, cargos y poder. Ha habido momentos críticos anteriores, Anguita, Nueva Izquierda... «pero el debate era netamente político». El de ahora, repite, busca fulminar las siglas. Es un debate de traidores.

Me alegro de tener una cerveza en la mano para darle un trago. Ella bebe más despacio. La intención inicial era tomar ese café que da nombre a esta sección, nos vemos pasado el mediodía y las dos coincidimos en que es hora de cañas. Todo un acierto. Combina mejor con las sensaciones fuertes. Como la de oír a una devota militante de IU denunciar que, aprovechándose del hartazgo generalizado, ha aparecido «un conjunto de pijos de izquierdas que no saben lo que es pagar la luz, ni lo que es para una familia». Salvadores que «han vivido la política desde la altura», y que ahora vienen con su «rollo democrático de diseño» a despreciar «el poso» de «la organización», concepto que en el diccionario personal de Libertad Martínez remite con reverencia a la suma de los hombres y mujeres de IU como sujeto de decisión colectiva. «Pero hemos pasado de ser eso a ser el Ejército de Pancho Villa», se lamenta. Y añade después «La hostilidad de IU desde dentro es brutal... tenemos sitios llenos de «tanios»».

«Tanios» por todas partes

Una correría el riesgo de creer que aquí hay una pataleta generacional, la veterana contra la nueva hornada arrolladora. Mi interlocutora asevera que no. Vierte contra Tania Sánchez cargos gruesos, como los de haber «humillado y despreciado a una organización que le ha dado todo» y, peor aún, haber envuelto a IU en «un halo de corrupción» al intentar laminar a clásicos molestos para ella como Ángel Perez y «Goyo» Gordo vinculándoles, siquiera de lejos, a las «tarjetas black». Algo que ni siquiera ha osado hacer el PP, me subraya Libertad. La cerveza también ayuda a tragar cuando me asegura que, por negarse a echar a los dos mencionados, IU-Madrid recibe hace tres meses amenazas de Centella. «Amenazas de que no va a dejar que tengamos dinero para la campaña electoral», revela. Así se las gastan. Pero me avanza también que no se van a arrodillar y que mejor haría Centella de ocuparse de su «casa» -Andalucía- donde «hay gente en la cárcel». Los ERE. Los ha sacado a colación ella, no yo. Ni tampoco han venido los del PP a mencionarlo.

Conviene tomar aire y distancia para contemplar este panorama con las elecciones a la vuelta de la esquina. «Hay preocupación, pero también ocupación», responde Libertad a una pregunta mía sobre el miedo a la extinción. «IU no va a desaparecer». Nótese que prácticamente no hace referencia explícita a Podemos, hay que plantearle la realidad de la sangría de votos a favor de las filas de Pablo Iglesias para que opine que ese partido es «un partido netamente arribista» que en pueblos de la Comunidad de Madrid -asegura- «identifican con la Falange...», y por si fuera poco tienen el apoyo de Ynestrillas. Libertad no pierde el tiempo en ellos, confía en la fuerza de IU. «Me niego a creer que la gente no tenga memoria...» reflexiona, y encadena las peleas en las que han participado: Telemadrid, Coca-Cola, los recursos para la hepatitis C, la privatización de los hospitales... Dice que se enfrentan a la campaña «de la peor manera posible pero tenemos la mejor gente posible» y que si son «contundentes y claros en convencer de que somos necesarios», los votos no se irán, siquiera los de los desencantados que en 2011 les llegaron del PSOE.

Hemos apurado dos cervezas cada una y la paciencia de muchos que llaman y mensajean a Libertad sin fin. Esta mujer no se da un respiro. Le recuerdo que si sus análisis no fallan y hay un buen resultado en las urnas de IU, lo será también para Garzón, que será el cabeza de lista a La Moncloa. Me dice que para esas elecciones queda una eternidad y trata de esquivar la cuestión sobre si cree que él aguantará o no. Como le ha pasado a Tania Sánchez. «A mí no me gusta» reflexiona sin añadir nada nuevo. Lo verdaderamente significativo es que, dándole vueltas a la figura del rutilante candidato malagueño, es cuando Libertad Martínez me cuenta que su padre se ha dado de baja en el PCE este otoño. «No he sentido mayor dolor..., ha dejado el carné después de cincuenta y seis años porque ya no comparte nada con ellos ni quiere ser cómplice de lo que está pasando». En dos horas largas repasando las costuras y los rotos de Izquierda Unida esa confesión me deja, -y me temo que también a ella-, con un punto de amargura.

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