Juicio al ladrón del Códice Calixtino

Los diarios del cleptómano: «Feliz 2005. Saqué este año 224.970 euros»

El fiscal pide 15 años de cárcel por el robo del Liber y de 1,7 millones de euros de la Catedral de Santiago

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Un minuto y veinte segundos. En ese soplo de tiempo José Manuel Fernández Castiñeiras robó de la caja fuerte de la Catedral de Santiago el Códice Calixtino, la mayor joya bibliográfica de Galicia, valorada en unos siete millones de euros. Eran las 7.55 horas del 4 de julio de 2011. Tras un año de infarto, con la amenaza evidente de que el ladrón vendiera o destruyera el manuscrito, el 3 de julio la Policía detenía al antiguo electricista del templo casi a las puertas del mismo. Guardaba 4.200 euros en el bolsillo y casi 1,7 millones en tres de sus casas. El Códice lo había ocultado en un garaje cerrado de su edificio en Milladoiro, envuelto en papel de periódico y bolsas dentro de una caja de cartón.

"De vez en cuando lo miraba para ver si cogía humedad", declaró. A partir de mañana se sienta en el banquillo de la Audiencia de Santiago, junto a su mujer y su hijo, acusado de cuatro delitos por los que el fiscal le pide 15 años de prisión y los canónigos de la Catedral, la acusación, 31 años.

Desde 2000 a 2012 entre cables de reparación primero (lo despidieron en 2003) y plegarias después (se pasaba el día en la Catedral) llevó a cabo un expolio de casi 1,7 millones de euros que fueron encontrados en sus viviendas –aunque la acusación le reclama 2,2 millones– dejando al descubierto un descontrol de dineros, llaves, cuidado de libros históricos, pasadizos e intrigas entre bandos con sotana de tintes medievales. "No existía ningún control sobre el dinero que entraba en esa caja (...) la facilidad para coger el dinero era tan absoluta que había que tener mucha fuerza de voluntad para no coger más", declaró el electricista a la Policía tras confesar los hechos.

Castiñeiras, de 66 años, estuvo en el punto de mira de la Brigada de Patrimonio Histórico desde el primer día. Empezó a trabajar como electricista autónomo en la Catedral a comienzos de los años 80 hasta que le despidieron en 2003 cuando reclamó facturas y trabajos no realizados y abrió un conflicto laboral con los gestores del templo, a los que llegó a presentar un contrato "vitalicio" manipulado. Pero el templo de Santiago era su hogar y allí siguió acudiendo de lunes a jueves mañana y tarde y arrodillándose en dos misas diarias.

Rezaba a varios metros de la tumba del canónigo Juan Martínez, antiguo administrador y benefactor suyo, una excusa perfecta que le permitía acercarse hasta la zona del Archivo o la de Administración donde perpertraba los robos. El electricista sabía donde colocarse para evitar la cámara de seguridad que registra la entrada al Archivo. La técnica perfeccionada durante años, las llaves que tenía de todo el edificio y el conocimiento exhaustivo de las costumbres de la Catedral y del Deán, José María Díaz, le permitieron llevarse la joya bibliográfica (la caja fuerte tenía las llaves puestas) en menos de dos minutos.

Micros en su casa

A partir de enero de 2012, tras investigar a los trabajadores y canónigos de la Catedral, a visitantes esporádicos y a exempleados, Castiñeiras se convierte en el único objetivo. El juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, autoriza el pinchazo de su teléfono y el de su mujer (antes ya habían escuchado a varios sacerdotes y rastreado sus cuentas y las de otros empleados) e incluso, en una medida insólita, se le llegan a colocar micrófonos en su casa. En un cuartucho de una capilla que el antiguo electricista utilizaba se habían hallado el 12 de enero varias llaves, entre ellas unas con la etiqueta "ARCH.CAT", lo que evidenciaba que tenía acceso al archivo.

Se tenía la certeza de que él era el ladrón pero no podían poner en peligro el Códice, cuyo escondite ignoraban. Fueron meses de angustia, silencios e intrigas en los que la colaboración de los responsables de la Catedral dejó que desear, sacudidos por el cuestionamiento de la custodia del Códice. El 3 de julio, sin que el electricista diera pasos en falso, lo detienen junto a su mujer y su hijo y se llevan a cabo registros en todas sus propiedades (al menos dos de ellas compradas supuestamente con fondos catedralicios). Hallan 1.675.620 euros y 30.016 dólares, diez facsímiles del Códice Calixtino y dos de Libros de Horas, decenas de documentos, correspondencia robada y, por supuesto, el Códice, pero lo que deja perplejos a los investigadores son unos cuadernos, numerados y manuscritos por José Manuel, donde iba anotando a diario su rutina de trabajo y latrocinio. No son correlativos, están numerados del 1 al 6 y del 24 al 36. Abarcan desde 1993 hasta 2005. En los seis primeros solo escribe sobre su trabajo, pero a partir del 31 anota importantes cantidades de dinero, primero entre interrogantes y desde el cuaderno 32 antes de la cifra escribe "Saqué", sin olvidarse de los cómputos semestrales y anuales del dinero hurtado.

Tras el despido, roba más

La primera anotación del latrocinio (1-8-2000) es la siguiente, según consta en el sumario al que ha tenido acceso ABC: "Fui a pagar comunidad a Cervantes, y luego a cambiar los dólares en Escudos para ir a Portugal, pero en ningún sitio me los cambiaron, en el día 13.09.2000 estuve en el vestuario de los canónigos ¿4.900.000? a eso de las seis fui a tomar café". En los cuadernos del 32 al 36 además de narrar sus hábitos laborales, anota en rojo y en mayúscula cada vez que saca dinero de la caja fuerte de la catedral. Al final del año computa el total. "31-12-2001 Total desde agosto del pasado año y este incluido se sacó 19.850.000 pts". Una vez despedido, en 2003 no solo no cesa, sino que aumenta las cantidades expoliadas. "Feliz Año Nuevo 2005. Saqué este año 224.970 euros o sea 37.431.858 pts". El último cuaderno acaba el 9 de septiembre de 2005 y hasta ese momento se había apoderado, según sus diarios, de 567.715 euros.

En su declaración aseguró que a partir de ese momento llevaba la contabilidad en la cabeza, es decir, siguió robando pero no lo consignó. Sin embargo, la Policía aún tiene una prueba más: una cámara instalada en el despacho del administrador enfoca la caja fuerte. Entre junio de 2010 y junio de 2012 Castiñeiras accedió 45 veces a ese despacho, abrió con su llave la caja y se apoderó del dinero. "Desde 2005 sustrae una media de 157.000 euros y 3.800 dólares por año", señala la Policía en su atestado.

Los agentes, asombrados por el dinero y los documentos que atesoraba el electricista (nóminas de empleados, proyectos de restauración, escritos del Deán, papeles del Arzobispado y decenas de cartas robadas a sus vecinos) toman declaración a los responsables de la Catedral y estos confiesan que conocían esas desapariciones pero no denunciaron por "la trascendencia mediática que podía tener".

Se instaló una cámara para vigilar la caja fuerte aunque en dos años jamás se visionó, hasta que se saturó el disco duro y los investigadores lograron obtener la prueba del saqueo. Un hombre común, meticuloso y ordenado, como se describió ante el juez, logró poner en jaque a la Catedral abandonada a unas inexplicables rutinas.

Dinero encontrado en el registro de la casa del electricista
Dinero encontrado en el registro de la casa del electricista
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