Pedro Sánchez
Pedro Sánchez - EFE

Los vaivenes de Sánchez sobre la corrupción marcan sus primeros cien días

El PP le acusa de deslealtad por la ruptura unilateral y por sorpresa del pacto

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La ruptura unilateral y por sorpresa hoy hace una semana por parte del PSOE de las conversaciones para alcanzar un pacto anticorrupción ha sembrado una profunda desconfianza del PP hacia Pedro Sánchez. Para generar ese diálogo, el Gobierno accedió a esperar a que los socialistas consumaran su cambio de liderazgo y a ralentizar, por si hacía falta incluir medidas consensuadas, tramitaciones como la de la reforma del Código Penal. Y ahora Sánchez les ha dejado colgados. Como pasó en Bruselas, donde nada más llegar obligó a romper el compromiso ya adquirido por su partido de votar a Jean Claude Juncker en calidad de presidente de la Comisión Europea, en contra de lo que hizo todo el laborismo de la Unión.

Luego vino lo del «no» a Miguel Arias Cañete, una deslealtad que los populares nunca perpetraron contra Joaquín Almunia. Ni contra Pedro Solbes.

La decepción a los de dentro y a los de fuera ha marcado, por tanto, los primeros cien días de mandato de Pedro Sánchez al frente del PSOE, un periodo de garantía que ha constituido un encadenamiento de tropiezos, ocurrencias, contradicciones y pocos aciertos. Un comienzo inconsistente, en suma, que ha llevado a algunos a echar de menos en privado la solidez de hombre de Estado de Alfredo Pérez Rubalcaba, a otros a recordar la mediocre herencia de José Luis Rodríguez Zapatero y, últimamente, a todos a contemplar también las discrepancias con la «lideresa» del partido, la presidenta andaluza Susana Díaz, reacia a ver al secretario general como candidato a La Moncloa. Cosas de dar una imagen de neutralidad, justifican en Ferraz.

El miedo a Podemos

Ciertamente, para estar empeñado en recuperar la credibilidad del PSOE y posicionarse como alternativa seria de Gobierno, Pedro Sánchez ha cometido errores incomprensibles, sin duda arrastrado por la presión de ver cómo su partido se desangra por la izquierda en beneficio de Podemos y, también, por las premuras del tiempo. Apenas unos meses para el examen de la urnas en el ámbito local y autonómico.

Pero ni las prisas ni la bisoñez disculpan salidas de tono como su afirmación de que «sobra el Ministerio de Defensa» ni la idea, nunca reclamada por ningún colectivo afectado, de que se celebren «funerales de Estado» por las víctimas de violencia de género. Por no hablar de su improvisación más descabellada, la que le llevó a registrar en el Congreso una proposición en contra del maltrato animal apenas 24 horas después de que un programa de entretenimiento, «Sálvame» de Tele 5, le pusiera contra las cuerdas por teléfono a cuenta de que un Ayuntamiento socialista, el de Tordesillas, esté organizando cada año el llamado «toro de la vega».

Pedro Sánchez ha deslizado estos meses su imagen por los bordes de la frivolidad, algo que combina muy mal con su ambigüedad –por no decir confusión– a la hora de pronunciarse sobre asuntos graves. Como el desafío secesionista de Cataluña, al que acostumbra a responder con un argumento y el contrario y siempre diciendo que el Partido Socialista ya tiene la solución demiúrgica de la «reforma federal de la Constitución», que todavía nadie sabe en qué consiste.

Chaves, Griñán y Díaz

Incluso reacciones plausibles como las expulsiones «exprés» de los miltantes implicados en las tarjetas opacas de Bankia o la operación Púnica corren el riesgo de acabar volviéndose contra Sánchez. ¿Qué hará si Manuel Chaves y José Antonio Griñán son imputados por los ERE?. ¿Echará a los dos expresidentes de Andalucía, y también expresidentes del PSOE?. O, como insinúa el jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, Susana Díaz no se lo permitirá...

Ver los comentarios