Felipe González recibe en Barajas a Willy Brandt en diciembre de 1976
Felipe González recibe en Barajas a Willy Brandt en diciembre de 1976 - José García

Las grandes coaliciones, una opción típica en la política alemana

Los resultados de las elecciones generales celebradas este domingo dejan la puerta abierta a pactos y maniobras varias para formar gobierno

MADRID Actualizado: Guardar
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Los resultados de las elecciones celebradas este domingo dejan la puerta abierta a pactos, coaliciones y maniobras varias para formar gobierno. El Partido Popular se alzó con la victoria con 123 escaños y un 28,7% de los votos, lejos de la mayoría absoluta que obtuvo en los comicios de 2011. Durante su intervención desde el balcón de Génova, Mariano Rajoy afirmó que intentaría «formar un gobierno, un gobierno estable». Lo cierto es que las opciones para conseguirlo son limitadas, aunque una lo permitiría con diferencia: una gran coalición entre los conservadores y el PSOE, que sumaría 213 escaños. Durante estas últimas semanas, las declaraciones de los candidatos sobre esta posibilidad han sido, sin embargo, contradictorias.

«El pacto PP-PSOE es imposible.

Y Felipe González está de acuerdo en que no lo haya. No es una opción posible, ni creo que sea deseable», afirmó Alberto Pérez Rubalcaba el jueves pasado, durante su entrevista concedida a ABC. Al día siguiente, Rajoy negó en la radio haber realizado esa oferta a los socialistas. Por la tarde, Pablo Iglesias no quiso desaprovechar la polémica para apostillar: «Parece que el pacto del que se habla hoy es la gran coalición que ha propuesto Mariano Rajoy». La puntilla definitiva corrió a cargo de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que calificó un pacto de ese tipo de «patético», propio «de perdedores».

La gran coalición es un posible sin antecedentes en la historia de España, aunque enraizada en naciones como Alemania. Actualmente, la canciller Angela Merkel, líder de los democristianos, gobierna junto a los socialdemócratas del SPD. No es la primera vez que ocurre: entre 1966 y 1969, 2005 y 2009 y desde 2013 hasta la actualidad, el país germano ha configurado su Ejecutivo gracias a esta fórmula. La establecida en los años sesenta no solo supuso un ejemplo de pragmatismo, sino también un hito histórico para el país. «Por primera vez desde el 27 de marzo de 1930, el SPD participaba en el gobierno alemán», recuerda el historiador Heinrich A. Winkler en su obra «Historia de Alemania. El largo camino hacia occidente». Es decir, desde la República de Weimar, el sistema democrático destruido tras el auge del nazismo en enero de 1933.

Solución de crisis

En la República Federal de Alemania (RFA), la Gran Coalición de los años sesenta supuso un intento por superar el pasado turbulento del país. El canciller, el democristiano Kurt Georg Kiesinger, tenía una biografía polémica. Kiesinger abrazó el partido nazi en marzo de 1933 y trabajó en el Ministerio de Asuntos Exteriores durante la Segunda Guerra Mundial, aunque noviembre de 1944 el Tercer Reich lo acusó de «tendencias políticas que podrían ser hostiles a la política exterior del Führer». El vicecanciller, el socialdemócrata Willy Brandt, tuvo una juventud muy distinta. Brandt militó en formaciones socialistas y se exilió en Noruega en 1933, para huir, precisamente, del regimen totalitario.

En la Alemania occidental, la Gran Coalición se planteó como una solución provisional frente a un periodo de intestabilidad provocado por la crisis presupuestaria y el incremento de la inflación. La legislatura tuvo que enfrentarse al rechazo de la izquierda antiparlamentaria, crítica con la aprobación de las leyes de emergencia, que habilitaban al Gobierno para actuar en situaciones de excepción. Las muertes violentas de algunos militantes del movimiento tiñieron de sangre el final de la década de los 60 y anunciaron los años de plomo de la siguiente. Es el caso del líder estudiantil Rudi Dutschke, gravemente herido por un miembro de la extrema derecha el 11 de abril de 1968.

Durante la Gran Coalición, el vicecanciller Willy Brandt también desempeñó el cargo de ministro de Asuntos Exteriores. Su gestión potenció la llamada «Ostpolitik», la política del este, una estrategia consistente en acercarse a las «democracias populares» en la órbita de la Unión Soviética con el objetivo de motivar su cambio político. La popularidad que obtuvo se manifestó en septiembre de 1969, cuando resultó elegido canciller y formó gobierno mediante una coalición entre los socialdemócratas y los liberales del FDP, partido bisagra de la RFA por excelencia.

El «ADN» alemán

El SPD, el partido socialdemócrata de la RFA, construyó su identidad durante la posguerra en el ferviente rechazo al comunismo. Una opción fruto de la historia reciente: en la República Democrática de Alemania, el SPD se había fusionado con los comunistas del KPD y creado el SED, el Partido Socialista Unificado, que lideró el destino de la mitad oriental desde su nacimiento, en octubre de 1949, hasta su desaparición cuarenta años más tarde. Además, el SPD occidental también moderó notablemente su ideología en el congreso extraordinario de Bad Godesberg de noviembre de 1959, donde abandonó el marxismo y conceptos como la lucha de clases.

La influencia de los socialdemócratas de la Alemania occidental en el PSOE ha sido estudiada durante los últimos años, como en la obra «El amigo alemán. El SPD y el PSOE de la dictadura a la democracia», del historiador Antonio Muñoz Sánchez. Sin embargo, una estrategia de Gran Coalición como la practicada por el SPD nunca ha sido puesta en marcha por los socialistas españoles. A la espera de las negociaciones para formar gobierno después de las elecciones de este domingo, todas las posibilidades siguen abiertas.

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