OHL, de nuevo acento mexicano para resurgir de las cenizas

El patriarca, desconfiado de sus sucesores, coge de nuevo el timón y busca entre sus amigos aztecas capital para una empresa casi hundida. Todo pasa por ceder el control

El presidente de OHL, Juan Villar-Mir de Fuentes ABC
María Jesús Pérez

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Un nuevo soplo de aire fresco. Llegado, no por sorpresa precisamente, desde el otro lado del Atlántico . Con tintes de convertirse en algo más duradero de lo que algunos venden en el seno de la propia empresa. Desde luego, más que una leve brisa esperanzadora. Llegar para quedarse. Y, por supuesto, mandar. Exactamente lo que perciben la mayoría de analistas y expertos del sector de la más que posible entrada del grupo mexicano Caabsa -en manos de la familia Amodio- en el capital de la constructora de los Villar Mir , OHL , liderada hoy por Juan Villar-Mir Fuentes , hijo del patriarca, Juan Miguel Villar Mir .

De nuevo, capital azteca en tierras españolas con visos de amarre. «Mexican power» en estado puro, cual garante potencial de viabilidad futura para una de las grandes constructoras de este país en tiempos no tan pasados, pero más allá del todopoderoso Carlos Slim -en las entrañas de FCC desde 2016, juzguen ustedes su gestión-, sin duda, el más conocido magnate mexicano y sinónimo de la inversión por excelencia procedente de aquellas tierras en España .

El caso es que, sobre la mesa, pesos mexicanos destinados a aprovechar el otrora potencial de crecimiento externo de una compañía española en tierras poco menos que prohibitivas para los mexicanos, pero muy fructíferas para OHL años atrás hasta la actualidad. Y no hablo de la opción de convertirse en vehículo-trampolín hacia Europa o Iberoamérica, mercado natural para nuestras empresas. No. Hablo de Estados Unidos, país poco menos que en pie de guerra con cualquier incursión que huela a salto de muralla.

Unas negociaciones que no parten de los hombres de confianza del patriarca en la cúpula del grupo Villar Mir -allá por 2014, una de las mayores corporaciones del país, que todo lo que tocaba se convertía en oro-, Juan Villar-Mir (vicepresidente y CEO) y su cuñado Javier López Madrid (también CEO). No, sino que están impulsadas por el propio presidente, Juan Miguel Villar Mir , producto de su red de amistades -y de negocios- tejida en tierras aztecas en la época de su prolífica presidencia en plena crisis global.

Al grupo constructor ya no le queda otra salida que ser liderada por otros. Lo piensan en el mercado y en todo el mermado sector en España, e incluso, me cuentan, en la propia compañía. Necesitan un salvavidas. Las deudas con la banca no acaban nunca, y además no hay confianza acreedora que lo resuelva. Son prácticamente imposibles nuevos acuerdos de refinanciación. De hecho, hace un año era ya una compañía no viable, aseguran fuentes financieras. La empresa paga desde hace años hasta hoy las consecuencias de acciones pasadas, algunas vinculadas a escándalos de corrupción. Y enderezar el timón pasa por un pacto de caballeros con nuevos socios mexicanos. Los de antes -me viene a la mente Emilio Lozoya , exdirector general de Pemex , y exmiembro del consejo de administración de OHL México - ya no valen. Mejor agua pasada. Porque en México, OHL llegó a ser una de las empresas españolas más reputadas del sector, hoy del todo perdida. Muchos no olvidan -entre ellos los acreedores en España, que no se fían siquiera de que la continua venta de activos del grupo sirva para tapar agujeros y devolver lo prestado- las denuncias por presuntos sobornos a políticos mexicanos para mejorar los contratos de las autopistas en aquel país, en guerra frontal con el grupo Infraiber .

Toca un lavado de cara, con inversores que devuelvan tanto la confianza en el devenir futuro como la reputación perdida, también en parte, por «culpa» de unos gestores que no han sabido enderezar, ni entender -dicen desde el entorno de D. Juan Miguel -, el legado del fundador. Un legado ya tocado desde antes de la sucesión, y que nunca «soltó» del todo. Craso error muy extendido en las empresas familiares de este país. D. Juan Miguel nunca quiso crear una verdadera segunda línea de directivos «solvente» que le permitiera desligarse de la gestión. De hecho, las tensiones internas entre el propio patriarca y su yerno - López Madrid - nunca se pudieron cerrar porque, se rumoreó siempre, no se fiaba de él. No en vano, los heredó el sucesor, su hijo, que, sin un plan de negocio claro, ni mucho menos de consenso, tenía, y tiene, muy difícil enderezar el rumbo de la constructora.

En definitiva, y por todo ello, Juan Miguel Villar Mir ha vuelto a tomar el timón del barco «casi» hundido y está logrando que los hermanos Luis y Mauricio Amodio vean en OHL su buque insignia de futuro, tanto en su México natal como en tierras del tío Sam. Quedan algunos flecos, sí, pero pasan por hacerse con el control. Devolver el esplendor a OHL, es el objetivo, pero con acento mexicano. Si no, no habrá futuro. Para nadie.

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