Cuestión de «Fed»

«Subir los tipos de interés no implicaría niveles ni mucho menos restrictivos para una economía que sigue exhibiendo una solidez subyacente notable»

Alfonso García Yubero

Semana Santa es, sobre todo, tiempo de fe. La «fe» del mercado financiero en el banco central de Estados Unidos es atemporal.

Tan reseñable como su papel determinante, encarnado en un estímulo monetario sin precedentes, para que la «Gran Recesión» de 2008-09 no terminara convirtiéndose en la segunda versión de la «Gran Depresión», ha sido, en el caso de la Reserva Federal (Fed), el ejercicio excepcional de avance en clave de independencia y transparencia que ha venido acometiendo desde hace ya más de tres décadas. Dos atributos que, sumados, en el caso de un banco central, suelen dar como resultado un alto grado de predictibilidad en sus decisiones para el mercado y, por ende, una disminución de la volatilidad implícita asociada a ellas.

Respecto a la independencia, la Fed trabajó muy duro a comienzos de la década de los 80 del siglo pasado para recuperar la credibilidad en su batalla contra la inflación, una de las principales plagas de la economía estadounidense en aquel momento. Como ejemplo, con Paul Volcker al frente del banco central, la inflación logró ceder desde tasas del 14,7% interanual en abril de 1980 hasta niveles del 2,4% i.a. en julio de 1983. También la Fed fue expeditiva a la hora de evitar una espiral deflacionaria tras la crisis subprime con Bem Bernanke al frente, precisamente un experto, a través de su tesis doctoral, en la Gran Depresión y los efectos nefastos de la deflación. Lamentablemente, desde que llegó Trump a la Casa Blanca en enero de 2017 la percepción del mercado es que esa independencia ganada a pulso durante mucho tiempo se ha visto erosionada, bien a través de determinados nombramientos de miembros del órgano de gobierno de la Fed, bien a través de insinuaciones presidenciales poco beneficiosas para el banco central. Aquello de que «no sólo hay que serlo, sino parecerlo…»

En lo relativo a la transparencia, es incuestionable que en los últimos años la Fed ha «abierto las puertas de su casa» progresivamente a través del reforzamiento de su política de comunicación. Pero lo que se empieza a cuestionar en los últimos tiempos, básicamente desde que está Jerome Powell al frente de la institución, es si la transparencia en los canales de comunicación es equiparable a una transparencia real tanto en los niveles de consenso en el seno del comité decisor de la política monetaria como en los modelos utilizados para sustentar sus decisiones (por ejemplo, a la hora de fijar los niveles del tipo de interés neutral, aquel que ni frena ni estimula el crecimiento económico y, por derivada, la inflación).

Esa transparencia ya se puso en jaque en mayo de 2013, cuando Bernanke esbozó ante el Congreso de EE.UU. una retirada de estímulos que generó dos meses de zozobra en el mercado, esbozo que fue matizado con posterioridad por la práctica totalidad de sus colegas en el banco central, incluyendo él mismo.

El último comunicado de la Fed ha señalado que no prevé subidas en sus tipos de interés en lo que queda de 2019. Los argumentos de la Fed para elevar su «paciencia» son diversos y tanto de naturaleza endógena a la economía americana como de raíz exógena. Pero teniendo en cuenta que el tipo de interés neutral estaría en torno al 3% según la propia Fed, nuevas subidas de tipos antes de acabar el año estarían justificadas y serían incluso deseables para contrarrestar una eventual recesión que pudiera cristalizar desde finales de 2020 en adelante.

Como buen capataz, aunque aún inexperto al llevar sólo poco más de un año al frente del principal banco central del mundo, Powell podría entonar aquello de «al cielo con ellos, valientes» sin miedo a equivocarse: primero, porque subir los tipos de interés no implicaría niveles ni mucho menos restrictivos para una economía que sigue exhibiendo una solidez subyacente notable; segundo, porque no hay acto más valiente por parte de un organismo que intentar recuperar un elevado grado de independencia y transparencia que hace no mucho poseyó. Por tanto, pasará Semana Santa y el mercado seguirá preocupado por su «Fed».

Alfonso García Yubero es director de Estrategia de Santander Private Banking

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