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Inversores en la Bolsa de Nueva York - AFP

Alemania teme que la desregulación bancaria de Trump desencadene la próxima crisis financiera

Algunos de los asesores del gobierno alemán utilizan en privado la expresión «guerra financiera»

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Los planes concretos de gobierno que Donald Trump va desgranando con la cadencia adictiva de titulares mediáticos iban siendo por ahora anotados con reacción contenida por parte de los expertos alemanes. Hasta que uno de ellos ha hecho saltar todas las alarmas. El presidente del prestigioso Instituto IFO de Múnich, Clemens Fuest, ha dado un paso al frente para advertir en voz alta que la desregulación bancaria que plantea el nuevo presidente de EE.UU. desencadenará una nueva crisis financiera de carácter inmediato y global. El mismo que hace tres semanas defendía que “debemos buscar el diálogo con Trump” y que era “demasiado pronto para que se produzcan reacciones de la política económica alemana o europea ante los anuncios de Trump”, se lanza ahora a denunciar en una entrevista que “la ley Dodd-Frank que Trump considera tan dañina contiene elementos de contención fundamentales para la estabilidad financiera global y de protección a los contribuyentes de las cargas de los rescates de bancos en quiebra”.

Esta ley federal fue promulgada tras la crisis de los mercados financieros de 2007 y 2008 y Fuest admite que podría ser revisada “en algunos artículos en concreto”, pero advierte que “su derogación total o el hecho de presentarla como perjudicial es engañoso y muy peligroso”.

Fuest considera que la desregulación en EE.UU. llevaría a otros países a procesos similares para evitar que sus bancos quedasen en inferioridad de condiciones, tras los cuales la crisis financiera que viene sería ya inevitable. Y no es el único que piensa así. El presidente del BCE, Mario Draghi, ha reconocido ante al Parlamento Europeo que esta iniciativa de Trump resulta “preocupante”, señalando que es “potencialmente peligrosa y pone en riesgo la relativa estabilidad que ha respaldado la lenta pero firme recuperación de la economía global y europea”. “Lo último que necesitamos en estos momentos es una relajación de la regulación bancaria”, dijo Draghi con indignación. El presidente del grupo parlamentario popular europeo, el alemán Manfred Weber, incluso antes de escuchar a Draghi, ya había manifestado que “esta política de Trump va a salir muy cara para los contribuyentes estadounidenses” y había advertido que “Europa no puede afiliarse a ese curso desregulador”. “Debemos mantener normas y límites claros para los bancos y los fondos de inversión, hacerlos estrictos, para que hay claridad en los mercados de valores”, aconseja, al tiempo que confía en que Europa “avance paso a paso en el camino hacia la unión bancaria”.

Andreas Dombret, miembro del directorio del Bundesbank, considera que tocar las regulaciones financieras “sería un gran error, aunque a veces compliquen la vida de los bancos”. Y otras fuentes del banco central alemán defienden en sus despachos que “es importante que la legislación que se puso en pie (...) tras la crisis no se desmonte. Si no volverá el riesgo de una nueva crisis financiera”.

Y quien dice crisis financiera, puede decir también guerra financiera, que es la expresión que utilizan en privado algunos de los asesores del gobierno alemán. El Comité de Basilea, que reúne a autoridades de supervisión bancaria de varios países, están actualmente analizando las normas de regulación bancaria impuestas tras la crisis de la hipotecas «subprime» en Estados Unidos, que provocó a su vez la quiebra de Lehman Brothers y desató un terremoto financiero global. Para que las negociaciones de Basilea tengan éxito se necesita un consenso entre las partes, en particular entre Europa y Estados Unidos. “Por el momento los cambios en EE.UU. afectarían sobre todo a Estados Unidos”, explica una fuente europea, “pero si la revisión de las leyes Dodd-Frank llevara a modificaciones en los acuerdos internacionales, estaríamos muy preocupados, porque son cruciales para asegurar la cooperación entre autoridades y permitir intercambios transfronterizos”. “No lograr un acuerdo sería un duro golpe a la credibilidad de todo el proceso”, ha señalado Olivier Guersent, director general de Mercados Financieros de la Comisión Europea, “sería una señal terrible en el clima actual de políticas de postverdad y de creciente proteccionismo”.

Negociaciones en punto muerto

Las negociaciones en Basilea, de hecho, están en punto muerto. El comité se vio obligado a aplazar una reunión clave programada para principios de año por el descuerdo entre europeos y estadounidenses, una situación que la llegada de Trump a la Casa Blanca no ha hecho sino agravar. Desde el punto de vista técnico, uno de los principales puntos de fricción es el método para calcular el riesgo para cada banco y en consecuencia la cantidad de fondos propios que debe reservar cada entidad para hacer frente a una posible quiebra. La deriva que tome en este punto la administración Trump será lo que haya que entresacar de los explosivos anuncios del presidente estadounidense y mirar con lupa, sin quitar ojo a la participación de EE.UU. en foros globales de consenso.

Especial inquietud ha causado en los expertos alemanes la carta de Patrick McHenry, vicepresidente del Comité Financiero de la Cámara de Representantes, en la que exige a la presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, que deje de participar en las reuniones de los foros internacionales como la FSB (Financial Stability Board) o el comité de Basilea y en la que acusa a esos organismos de “penalizar injustamente al sector financiero estadounidense” o “de ralentizar el crecimiento económico de EE UU”. McHenry plantea abiertamente la ruptura con el modelo actual e, incluso, la revisión de los acuerdos ya suscritos utilizando el mismo tono y el mismo lenguaje que los movimientos antiglobalización. Si se cumple esta directiva para desligar a EE.UU. del marco regulador actual, la guerra financiera está servida.

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