El BCE afronta un cambio de paradigma inmerso en una sucesión incierta

La institución trata de adaptar sus polítcas a una nueva realidad económica: «la Edad de la Deuda»

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En lo que llevamos de año, el Banco Central Europeo (BCE) ha pasado de una incipiente normalización monetaria a una política nuevamente expansiva y aparentemente sin otro límite que el relevo de Mario Draghi al frente de la entidad. Ha soltado tantas descargas, anunciando nuevos programas de liquidez, prolongando los tipos cero hasta al menos mediados de 2020 y reconociendo que hay consejeros que incluso proponen nuevas bajadas, que los mercados se preguntan qué día de la semana estallará la recesión en ciernes y si al BCE le quedará algo de munición en la recámara cuando eso pase. Visualizado en su contexto global, sin embargo, el giro de la policía del BCE podría no corresponder a un escenario tan catastrófico, sino a su adaptación a un cambio de modelo económico que está teniendo lugar a escala global y con gran nivel de aceleración. Como siempre dice el jeque Ahmed Zaki Yamani, alma de la adaptación de la OPEP al siglo XXI, la Edad de Piedra no terminó porque se terminase la piedra, sino porque aparecieron nuevos modelos productivos y económicos. Ahora el BCE adapta su estrategia a la transición entre la que podríamos llamar «Edad de la Deuda», en la que los bonos y el crédito jugaban un papel fundamental en la dirección de la economía, a una era digitalizada que está todavía por definirse, pero que ya apunta maneras en cuanto a niveles de inflación bajos, mecanismos de redistribución menos fluidos y relajados crecimientos en el PIB. La dialéctica entre halcones y palomas ha quedado desfasada, como respuesta a la nueva realidad económica, y el BCE ha de custodiar ahora una economía euro convertida en periférica, a escala global, y cada día más dependiente de la evolución china. Se acerca la crisis, pero será otro tipo de crisis.

«Para los mercados, el impacto es manejable», dice Uwe Burkert de LBBW. Y añade: «El mensaje del BCE es de total flexibilidad, tranquilizador, señalando que se adaptará constantemente al cambio de modelo, que si la desaceleración continúa, seguirá actuando y haciendo ajustes». «Lo razonable sería pensar que, en próximos encuentros, el consejo del BCE vaya comenzando a señalar que su próximo movimiento será a la baja», prevé Aitor Méndez, analista de IG Markets, abriendo la puerta a tasas negativas de los tipos oficiales de interés. Los expertos de Danske Bank destacan que Draghi ha dejado todavía en la nevera la discusión sobre el hipotético escalonamiento de la tasa de depósito y que tanto al BCE como a la Fed les quedan todavía muchas armas por utilizar, una vez emprendido el camino de la heterodoxia monetaria. Siguiendo los pasos de Japón, podrían por ejemplo comprar masivamente acciones en Bolsa, convirtiéndose en jugadores de referencia del mercado de acciones como ya lo son en el de bonos. En línea con la Modern Monetary Theory (MMT), podrían entrar incluso a financiar de forma directa y sin límite a los gobiernos. También un día no muy lejano nos parecía imposible que el BCE comprase deuda de Estados y empresas o que cobrase por depositar dinero en sus cuentas y hoy son realidades a la orden del día. Al igual que estas nuevas realidades, resulta muy dudoso que las citadas posibilidades lleguen a generar un modelo de crecimiento sostenible, más allá de unos trimestres, pero el BCE no encuentra otra manera de asimilar que a su secular ecuación de maniobra le está fallando uno de los factores fundamentales: la demanda de crédito. Junto a la japonización de la inflación, esa parece ser una de las características del nuevo esquema económico que, lejos de suscribirse a un momento de crisis, se está perpetuando en Europa, generando tasas de crecimiento muy bajas y un sentimiento económico de perfil bajo.

En caso de una nueva crisis, el BCEaún dispone de la opción de lanzarse a la compra masiva de acciones

«Las palabras de Draghi se traducen en que pueden esperarse reinversiones de alrededor de 200.000 millones de euros al año al menos hasta mediados de 2021», calcula Mondher Bettaieb, de Vontobel Asset Management en Zurich, quien continúa asegurando que «los bancos podrán obtener capital nuevo en términos todavía más favorables con dos objetivos. El primero es aumentar el consumo interno, dado que muchos de los bienes chinos son en realidad fabricados en Europa y los nuevos aranceles de EE.UU. supondrán un descenso de las exportaciones que hay que compensar. Pero Draghi intenta con ello además corregir una desviación del sistema como es el hecho de que los inversores últimamente compren bonos bancarios en lugar de acciones de bancos. En los próximos meses habrá menos emisiones de bonos bancarios».

Sobre las dimensiones de la crisis que causará el cambio de modelo global y cuyos efectos trata Draghi de amortiguar, las previsiones del BCE ofrecen una pista cuantitativa. La entidad prevé que la demanda externa de la zona euro, que se expandió un 4% en 2018, caiga al 2,2% en 2019. «El ciclo expansivo se ha debilitado antes de lo esperado», reconoce en su último comunicado sobre la inminencia del fenómeno.

Los posibles sustitutos de Draghi

Benoit Coeuré, miembro del Comité Ejecutivo del BCE

Este banquero francés ha sido uno de los arquitectos del QE y despierta un amplio respeto por su sólido conocimiento técnico. Pero su mandato termina a final de año y llegaría tarde para ocupar la presidencia. Todavía el pasado abril declaraba que no ve razón para crear una tasa de depósitos escalonada que exima a los bancos de pagar al menos por mantener dinero inactivo en el BCE. Si cae la candidatura de Weidmann, contaría con el apoyo de Angela Merkel.

Erkki Liikanen, ex gobernador del banco de Finlandia

Con experiencia en el FMI, ha sido también ministro de Finanzas de su país, comisario europeo por el Partido Socialdemócrata y gobernador del Banco de Finlandia entre 2004 y 2018. Es considerado un halcón moderado en política monetaria y es el aspirante más veterano por edad, 68 años. Su perfil independiente generaría un alto grado de consenso. Saltó a los titulares en septiembre del año 2015 tras donar todo su sueldo a la acogida de refugiados en Finlandia.

Olli Rehn, Gobernador del banco de Finladia

Tiene una larga trayectoria en Europa, incluido el cargo de comisario de Asuntos Económicos en lo peor de la crisis, cuando fue un firme defensor de la disciplina fiscal. Lo último que ha dicho es que el BCE puede responder a un empeoramiento de la coyuntura con bajadas de los tipos y reactivando las compras netas de activos. «Si se materializan las previsiones adversas, el Consejo de Gobierno tiene la determinación de actuar y está preparado para ajustar todos sus instrumentos» para ajustar la inflación.

François Villeroy de Galhau, gobernador del Bando de Francia

Es el gran favorito para suceder a Draghi si el alemán Manfred Weber ocupa la presidencia de la Comisión Europea. En contra tiene que el predecesor de Draghi, Jean-Claude Trichet, también era francés, lo que no propicia la alternancia de nacionalidades. Siempre ha sido muy afín a las políticas de Draghi, algo que podría jugar en su favor y su pasado como banquero, en BNP Paribas, también se podría ver con buenos ojos por parte de quienes están preocupados por el impacto de las políticas acomodaticias del BCE en la banca europea. Descarta una recesión inminente e insiste en que es pronto para calibrar si el «shock» que sufre la economía es un fenómeno temporal o echará raíces.

Jens Weidmann, presidente del Bundesbank

Si su compatriota Manfred Weber no llega a la presidencia de la Comisión Europea, será con seguridad el sucesor de Draghi. El actual presidente del Bundesbank ha sido extremadamente crítico con los programas de compra de bonos, los tipos cero que castigan a los ahorradores y las tasas negativas que asfixian el margen a los bancos. Es el consejero que más veces ha votado contra las iniciativas de Draghi. Su llegada al cargo no generaría un cambio brusco de dirección en las decisiones del BCE, pero sembraría dudas en los mercados y, si la coyuntura se lo permitiese, empezaría a subir los tipos antes de lo previsto. Está convencido de que «la fase actual de tipos no puede convertirse en permanente».

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