El primer ministro griego, Alexis Tsipras, junto al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, junto al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker - EFE

Siete años de tragedia para la economía de Grecia

Desde 2007, ha perdido la cuarta parte de su riqueza, pese a los 240.000 millones de euros inyectados por Europa y el FMI

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La economía griega está sumida en una crisis profunda desde finales de 2008, con la única excepción del tercer trimestre del año pasado, cuando llegó a crecer a una tasa interanual del 1,6%. Las razones de esta falta de actividad económica son múltiples y van desde el fraude fiscal generalizado, el aumento de la economía sumergida hasta alcanzar al 25% del Producto Interior Bruto (PIB), y un gasto público superior a los ingresos, que se ha traducido en una subida continua tanto de la deuda como del déficit público.

Uno de los puntos clave de estos años fue sin duda 2009, ya que el entonces primer ministro del país, el socialista Yorgos Papandreou, reveló que el déficit público no era del 6% del PIB sino del 12,7%.

Este hecho desató todas las alarmas porque por primera vez un país miembro del euro había comunicado datos falsos a la Comisión Europea. A partir de ahí empezó en parte la desconfianza entre Bruselas y Atenas, sensación que no ha hecho otra cosa que aumentar con el paso de los años, y que culminó con el referéndum de ayer, todo un órdago de Grecia a Europa.

En ese momento, años 2009 y 2010, la economía griega ya estaba en contracción puesto que su PIB no paraba de decrecer, lo que aprovecharon los especuladores para pedir más intereses por financiar la deuda helena en los mercados. Entonces llegó el primer rescate de la economía de Grecia de un montante de 110.000 millones de euros por parte de la troika (Banco Central Europeo, Unión Europea y, en menor medida, Fondo Monetario Internacional). A cambio de este oxígeno financiero Grecia se comprometió al primer plan de austeridad, que cumplió solo de manera parcial.

El argumento que esgrimió entonces el Gobierno de Atenas, al igual que ahora, es que en plena recesión económica no se pueden hacer ajustes presupuestarios porque la economía, ya de por sí alicaída, se contrae más, la recaudación fiscal se hunde y aumenta la deuda pública, que en 2010 pasó del 120 al 150% del PIB.

Reestructuración y rescate

Con la economía griega en pleno proceso de deterioro a mediados de 2011, los acreedores privados del país heleno (los bancos) decidieron aceptar una reestructuración de la mitad de su deuda (107.000 millones), o lo que es lo mismo, perdonársela. La situación del país, pese a esta «rebaja» de la deuda, no mejoró y los intereses que tuvo que pagar el Tesoro heleno por financiar la deuda en los mercados continuaron al alza, hasta el punto de que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional decidieron salir de nuevo al rescate de Grecia, en este caso por un montante de 109.000 millones de euros, a los que se sumaron otros 50.000 millones extra procedentes de la banca privada, a «sugerencia» de Alemania.

La realidad es que pese a toda esta ayuda financiera internacional la economía de Grecia no ha logrado salir de la crisis, ya que desde 2007 el país solo creció un 0,8% en 2014, signo positivo que está ahora en cuestión ya que toda la incertidumbre que rodea la economía del país desde que en enero ganara las elecciones Syriza, con Alexis Tsipras al frente, ha hecho que la economía esté volviendo a contraerse de nuevo. Y como ejemplo valga el dato de que en 2011 el Producto Interior Bruto (PIB) se contrajo un 8,9% en 2011.

Ligera mejoría en 2014

Desde la Comisión Europea se ha insistido durante estos meses en que en 2014 se empezó a ver el resultado de los planes de austeridad que había puesto en marcha el anterior Gobierno del conservador Antonis Samaras, mejoras que ahora se han truncado por las decisiones adoptadas por el nuevo Gobierno de Tsipras, en el poder desde el mes de enero.

En este contexto, con el órdago del referéndum convocado por Tsipras y con el impago de 1.500 millones de euros que tenía que hacer el Gobierno de Atenas al Fondo Monetario Internacional (FMI) el pasado 30 de junio, las nubes que se ciernen sobre la economía helena son más oscuras que nunca. A estas alturas son pocos los analistas que se aventuran a hacer previsiones sobre la marcha de un país que ha perdido una cuarta parte de su riqueza nacional a lo largo de los seis últimos años. Y uno de los factores que oscurecen el futuro del país es sin duda la deuda pública, que se eleva a nada menos que 317.094 millones de euros, equivalente al 177% de su Producto Interior Bruto, y de la que el 70% está en manos de sus acreedores internacionales. Uno de los datos positivos, si es que hay alguno en este sombrío panorama, es que la ayuda de la instituciones europeas, entre ellas el Fondo Europeo de Estabilización Financiera (EFSF en sus siglas en inglés), está permitiendo a Atenas tener un coste medio de financiación de la deuda del 2,26%, menor incluso del coste que paga Alemania, que es del 2,37%.

Los críticos con las instituciones europeas y el FMI creen que el programa de ayuda, los dos rescates de Grecia y la reestructuración de parte de la deuda en manos de los bancos, no han dado resultado porque ha implicado un programa de austeridad demasiado rápido que ha ahogado el crecimiento potencial de la economía, en una especie de círculo vicioso de nulo crecimiento, poca recaudación fiscal y déficit y deuda al alza.

La realidad es que los 240.000 millones de euros de ayuda que han llegado a Grecia desde el año 2010 por parte de las instituciones europeas y del FMI, no han hecho que la situación económica del país mejore, a diferencia de lo que ha ocurrido con otros países del sur de Europa, que han sufrido igualmente la crisis de la deuda que les obligó a pagar más por su financiación en los mercados pero que ahora, tras una cura de austeridad, han recuperado el crecimiento económico y la creación de empleo. Una posible salida de Grecia de la Eurozona significaría que la Eurozona ha fracasado en la gestión de la crisis, lo que tendría unas consecuencias a estas alturas imprevisibles ya que no hay precedentes.

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