El presidente ruso, Vladimir Putin, goza del apoyo del 81% de la población
El presidente ruso, Vladimir Putin, goza del apoyo del 81% de la población - reuters

La trampa del oso ruso

La firmeza de Putin en el conflicto de Ucrania se vuelve contra la economía de Rusia, al borde de la recesión

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La revista Time llevaba a Vladimir Putin en la portada de un número de agosto. Sobre un fondo rojo, la sombra del presidente ruso proyectaba la figura de un avión. La aeronave holandesa que los separatistas prorrusos derribaron cuando sobrevolaba Ucrania. El titular decía: «La Segunda Guerra Fría. Occidente está perdiendo el peligroso juego de Putin». Esa era la sensación global: Putin campaba a sus anchas en el tablero de la política internacional: Siria, Ucrania, Snowden.

El estado de dichos conflictos apenas ha cambiado. Tampoco la firmeza de Putin en sus posiciones ni su popularidad en el país. Pero la situación de Rusia ha variado en una circunstancia importante. Su economía, una locomotora imparable que creció a una media del 7% entre los años 2000 y 2007, ha parado en seco.

En noviembre de este año, el PIB de Rusia se ha contraído por primera vez en los últimos cinco años, con un retroceso del 0,5%. No sucedía desde 2009, cuando el mundo entero se estremeció con la caída de Lehman Brothers, el inicio de la crisis financiera. Las sanciones impuestas desde Occidente -por la anexión de Crimea por parte de Rusia a Ucrania- y el desplome de los precios del petróleo han llevado a la economía rusa, que ya caminaba con debilidad, a la unidad de cuidados intensivos. Al borde del abismo.

A partir de ahora, el sendero es desconocido. Todos los expertos prevén que Rusia, que solo crecerá un 0,5% en 2014, entre en recesión en 2015. El actual ministro de Finanzas, Antón Siluáno, calcula que el PIB podría retroceder un 4% el año que viene y que el déficit presupuestario podría llegar hasta el 3%, si el precio del crudo se mantiene cerca de los 60 euros por barril. Una encuesta de Reuters muestra las previsiones pesimistas de once economistas: de media, esperan que la economía retroceda un 3,6% en 2015 y que la inflación se sitúe en un 9,2%.

Uno de los principales golpes ha llegado por la precipitada caída del crudo, cuya cotización ha cerrado 2014 en los 56,82 dólares por barril de Brent, un descenso del 50% respecto a los niveles del año anterior. Esto pone contra las cuerdas a Rusia, que recibe más de la mitad de sus ingresos estatales de la venta de petróleo. Para cubrir su presupuesto público, el país necesita un precio de 105 dólares por barril. Algo impensable ahora mismo: Arabia Saudi -el mayor productor de petróleo del mundo y el que marca la línea de la Opep- ha decidido no recortar la producción para mantener un tiempo este nivel de precios bajos.

Miguel Otero, analista senior del Real Instituto Elcano, especialista en mercados emergentes, responde por correo electrónico a ABC que la decisión de Washington de acordar sanciones financieras a Rusia y esperar el desenlace «tenía en mente este posible descenso en el precio del petróleo».

Además, la caída de la cotización del petróleo ha arrastrado al rublo. La divisa se ha depreciado más de un 60% a lo largo de 2014, en el descenso más pronunciado desde 1998. El 1 de enero de 2015 el euro se cambiaba a 68,36 rublos; y el dólar, a 56,23 rublos. Otero explica que esta tendencia negativa continuará si el precio del petróleo sigue bajando. «Las petroleras rusas reciben cada vez menos dólares y, por tanto, cada vez cambian menos dólares a rublos; y muchos rusos prefieren cambiar sus rublos a monedas más estables, como el dólar y el euro».

Contra esta corriente, Rusia no tiene mucho margen para actuar, argumenta por correo electrónico Mark Adomanis, experto en Rusia y colaborador de la revista Forbes, mientras el precio del crudo siga en caída libre. Adomanis cita que, además, algunas actuaciones del banco central ruso no han ayudado a la moneda, como el intento del banco central ruso de salvar a la petrolera Rosnef, que no conseguía colocar 7.000 millones de dólares. Y su decisión de elevar los tipos al 17% no ha conseguido sostener al rublo.

Ahora, el principal reto económico es, según Adomanis, la inflación, que roza el 10% y empobrece a la población. Otero se refiere a la necesidad de «diversificar la economía», una cuestión que Putin ha dejado de lado. Anders Aslund, experto en Rusia del Peterson Institute for International Economics, con sede en Washington D.C., considera en un artículo en el Financial Times que la clave en este declive son las sanciones financieras impuestas por EE.UU. y la UE.

Bloqueo de la financiación

Aslund explica que el mercado ha tardado en entender el impacto de este bloqueo. Pero a Rusia, desde julio, le han cerrado las puertas de la financiación internacional, lo que ha congelado su liquidez. Un problema grave si se considera que las reservas líquidas del país ascienden a 202.000 millones de dólares y Rusia debe afrontar pagos de deuda por 100.000 millones de dólares tanto en 2015 como en 2016.

Otero coincide en valorar el impacto de las sanciones. «Cuando las empresas y los inversores del país no tienen acceso a la liquidez de las plazas financieras de Londres, Nueva York, Fráncfort o París, la economía se ve lentamente estrangulada», explica. «Rusia ha violado el derecho internacional -ha cambiado de forma unilateral y por la fuerza las fronteras pactadas- y eso se paga caro», concluye.

Estos problemas no han afectado aún a la popularidad de Putin, quien no cede en sus exigencias. El líder del Kremlin ha pedido que Ucrania reconozca a los líderes separatistas prorrusos como interlocutores y que Kiev forme una federación que acoja a la minoría que se siente rusa.

Según el último sondeo del centro demoscópico ruso Opinión Pública, el 81% de la población apoya a Putin. Otero explica que la crisis económica no ha dañado la imagen del presidente por dos razones: la «efectiva» propaganda del Kremlin al presentar las dificultades como una estrategia de Occidente contra Rusia, y por la ausencia de intelectuales y profesionales liberales que lideren las protestas, pues ya han abandonado Rusia.

Adomanis apunta que la popularidad de Putin «será finalmente dañada por esta crisis», ya que gran parte de sus apoyos se deben a la calidad de vida que ha traído a la población. El presidente ruso, al tomar el relevo de Boris Yeltsin en el año 2000, devolvió cierta estabilidad financiera al país, lanzado por los altos precios del crudo. Ahora, ese pacto social, con la economía en peligro, empieza a rasgarse. La política de Putin, al son de su visión imperialista de la patria, se vuelve contra él mismo como un bumerán.

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