Piragüismo

El secreto de la piragua voladora

Un accidente de tráfico destrozó el barco del equipo de K4 en febrero y eso permitió hacer uno a medida pensando en los Juegos de Tokio en un tiempo récord

Vídeo: Saúl Craviotto: «Sería de locos no plantearse ir a París 2024» (EP) Foto: AFP
Emilio V. Escudero

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Nada más bajarse del barco, Marcus Walz le daba unos golpes a la piragua. Toc, toc, toc. Como esos abrazos que le das a un amigo que hacen que resuene la caja torácica. Para el cuarteto del K4 la piragua en la que cruzaron ayer la línea de meta ha sido una amiga fiel. Compañera de entrenamientos en Trasona y Kyotango. Testigo de la evolución que les ha llevado hasta el podio olímpico. Plata que sabe a oro.

La intrahistoria de esa embarcación hay que buscarla en el pasado mes de febrero. Entonces, volviendo de una concentración en Sevilla, el equipo del K4 sufrió un accidente de tráfico llegando a Asturias. No hubo que lamentar daños personales, pero las piraguas que iban con ellos en la furgoneta terminaron destrozadas. Una desgracia a solo unos meses de los Juegos y la Copa del Mundo a la vuelta de la esquina.

Comenzó entonces una contrarreloj para la construcción de la nueva y fue ahí donde surgió una vieja idea que David Calvente , asistente técnico del K4, ya llevaba tiempo rumiando en su cabeza. Estaba seguro de que sus cálculos eran buenos, así que habló con Miguel García, el técnico del equipo, y le convenció. Había que diseñar la nueva piragua tratando de distribuir mejor el peso, atrasando un poco a todos los integrantes para que la proa no se hundiera tanto en el agua. Para facilitar la velocidad de crucero. Para conseguir que volara.

«Estábamos subiendo a cuatro tíos enormes y pesados en la misma piragua que al equipo femenino de Nueva Zelanda. Lo estábamos hundiendo tres dedos más que ellas, con el consiguiente problema en los primeros metros». Fueron días y días de conversaciones hasta que García aceptó. No lo tuvo difícil, pues la confianza entre ambos es máxima desde hace años. Tocaba entonces hablar con la fábrica, situada en Portugal, y ponerse manos a la obra. «No fue una tarea sencilla, porque los barcos tienen que ser estándar, con once metros de largo y 30 kilos de peso. Dentro de eso, lo que sí se podía hacer era jugar con la distancia entre las bañeras de los palistas -los huecos donde va cada uno- y llevarlo todo más atrás», explica Calvente.

Redistribuir los pesos

Su idea, aunque pueda parecer sencilla, resultaba revolucionaria. Lo que buscaba era atrasar el peso para que no costara sacar tanto la proa del agua en la salida, un problema del K4 español, cuyo integrante más pesado es el marca, Saúl Craviotto . «Por su calidad y su experiencia es innegociable que Saúl ocupe esa posición, pero sí que pensamos que podría ser una idea interesante la de redistribuir los pesos. Lo comentamos con la marca y se pusieron a trabajar», señala García. En la final de ayer se pudo ver cómo esos cambios ayudaron ya que salió como un tiro la piragua, dejando atrás a sus rivales desde el principio.

Ya en marzo, las primeras pruebas, realizadas en un pantano muy cerca de la fábrica, fueron satisfactorias. Los propios palistas notaban ya una mejoría que tuvo su reflejo en el agua durante la Copa del Mundo, en la que España batió a Alemania y se hizo con el oro. «Ahora desliza mucho mejor y tiene más sentido la embarcación que tenemos. Está hecha para nosotros y se nota. Al final, somos un cuarteto muy especial, con diferentes longitudes de piernas y pesos muy distintos y que se haya pensado en todo eso para construir la piragua hace que todo funcione mejor», explicaba Craviotto horas antes de meterse al agua ayer para disputar la final olímpica.

Ahí, además de la salida, la piragua se deslizó con mucha facilidad. Pasó por el ecuador de la prueba con una ventaja importante sobre los alemanes, pero acabó cediendo ante el empuje de los campeones olímpicos. «Fueron mejores y hay que felicitarlos», explicaba el capitán, contento por la plata alcanzada. Medalla cimentada en el esfuerzo colectivo. En la unión del grupo en momentos malos y en los pequeños detalles. Esos que fabricaron el podio y que hicieron soñar con el triunfo. Oro que ya espera en París, donde volverán a la carga buscando limar esas dos centésimas que ayer les separaron de la gloria.

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