Juegos Olímpicos

Un judoca argelino abandona los Juegos para no enfrentarse a uno israelí

Fethi Nourine ha declarado que «la causa palestina» es más importante que el éxito deportivo

Nourine (blanco), contra el brasileño Barbosa, en los mundiales de Hungría de este año IJF

P. Lodeiro

Pese a que la multiculturalidad de los Juegos Olímpicos es una de sus grandes virtudes, la gran cita deportiva no es un búnker y la realidad política suele filtrase hasta sus entrañas. Hoy, el día en el que el mundo entero miraba con expectación y dudas a la gala inaugural de los Juegos de Tokio, una noticia enrareció el evento. El judoca argelino y musulmán Fethi Nourine decidió abandonar la competición con tal de no enfrentarse al israelí Tohar Butbul en la segunda ronda de la categoría de menos de 73 kilos. «Hemos trabajado muy duro para la clasificación, pero la causa palestina es más importante», reconoció Nourine. Esta es la última manifestación en los Juegos Olímpicos de uno de los conflictos más longevos e insaciables de la historia reciente, el que protagonizan desde hace décadas Palestina e Israel y que tuvo su primer y atroz capítulo deportivo en los Juegos de Múnich 72.

En la madrugada del cinco de septiembre de 1972 , ocho hombres con vestimenta deportiva y armas de fuego entraron en la Villa Olímpica de Múnich y asesinaron y secuestraron a varios de los integrantes de la delegación olímpica israelí. Los terroristas eran palestinos y eligieron la cita olímpica para escenificar el conflicto que su país tenía desde hacía décadas con Israel. El acto terrorista acabó en tragedia absoluta y fue el primer capítulo de un odio que se ha manifestado con cierta regularidad en los grandes acontecimientos deportivos del planeta aunque, como es lógico, sin tanta virulencia.

En Río 2016, Palestina e Israel ya protagonizaron incidentes antes incluso de que ambas delegaciones aterrizasen en el país sudamericano. Los palestinos acusaron al gobierno israelí de no dejar pasar por las aduanas todo su material deportivo, incluidas las equipaciones, algo que como es lógico Israel negó. Esta guerra fría se hizo evidente durante la cita. Ya en Brasil, el judoca egipcio Islam El Shahaby , tras ser derrotado, rechazó darle la mano al israelí Or Sasson y Alireza Karimi, un luchador de judo iraní, estuvo excluido de todas las competiciones durante seis meses debido a que en 2018 su entrenador, sancionado finalmente con dos años de inhabilitación, le obligó a dejarse perder solo para no enfrentase a un contrincante de Israel.

Ahora, en Tokio y en medio de una pandemia mundial, el conflicto no ha amainado. El enfrentamiento entre Nourine y Butbul, por otra parte, estaba condicionado a que el argelino derrotase al sudanés Mohamed Abdalrasool en primera ronda, pero el mero hecho de la posibilidad ha sido suficiente para su abandono. Además, esta no es la primera vez que Nourine descarta competir contra Butbul debido a las hostilidades políticas. En 2019, en los mundiales de judo que curiosamente se celebraron también en capital nipona, ambos coincidieron en segunda ronda y, de forma premonitoria, el argelino también se retiró del torneo. «Hemos tenido muy mala suerte con el sorteo», declaró hoy desde Tokio el entrenador del equipo de judo de Argelia Amar Ben Yekhlef, quien también aseguró que no competir ha sido «la decisión correcta».

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