Tour de Francia

Nibali abre hoy la carnicería

Cuando ganó el Tour en 2014, el siciliano rompió la carrera en una etapa adoquinada

J. Gómez-Peña

No se puede matar a un fantasma. Es como golpear al aire. Vincenzo Nibali ha ganado el Tour, el Giro y la Vuelta, tiene dos ediciciones del Giro de Lombardía y esta primavera obligó a Eddy Merckx a coger el teléfono para felicitarle por su fantástica victoria en la Milán-San Remo. Nibali, si no es por una caída, tendría también el oro olímpico de los Juegos de Río de Janeiro, y este año es favorito en el montañoso Mundial de Innsbruck. Con 33 años, ya casi lo tiene todo. No le duele lo que aún no ha ganado, sino una victoria. La mejor. La del Tour de 2014. «Algunos periodistas de mi país dicen que tengo suerte, que aquel Tour lo gané porque se cayó Froome», protesta. El británico patinó en la etapa del pavés de aquella edición. Esa tarde, Nibali organizó una carnicería sobre los adoquines tapizados de lluvia. Y de eso se trata hoy, de reabrir la carnicería en los 15 tramos de la novena etapa, una especie de resumen de la París-Roubaix . «Por eso, por lo que dicen algunos, prefiero que esté Froome en este Tour. Eso me da más ganas de volver a vencer en esta carrera», advierte Nibali, tiburón de Messina. Tiene eso pendiente, batir a un fantasma.

Hace tiempo que el siciliano no se gasta en guerras menores. Dice que estirará su carrera hasta 2020. Quiere ver si le queda gas para luchar por el oro olímpico en el circuito de Tokio. Luego, si mantiene la ilusión, seguirá activo hasta que el físico le diga basta. Esta temporada se fijó tres metas: la Milán-San Remo, el Tour y el Mundial. Sabe manejar el estrés previo a las grandes citas. La Milán-San Remo es ahora una asunto de velocistas. Para un escalador como él, es terreno vetado. Pero un gran campeón italiano está obligado a tener en su palmarés dos estaciones del año, la primavera y el otoño, la Milán-San Remo y el Giro de Lombardía. A Nibali le faltaba la primera. La cobró en marzo. A lo bestia. A la antigua. Con un ataque sin mirar atrás en el Poggio que dejó clavados a los velocistas. Italia entera le aplaudió a rabiar al entrar vencedor en la meta.

Nibali anda ahora metido en su segunda meta del año, el Tour. «Antes de la carrera, sólo vine a ver una etapa, la del pavés», confiesa. La que toca hoy. Todos los favoritos la temen. Nibali la espera. «No sé cómo saldrán las cosas. Eso sí, mi intención es sacar ventaja al resto. En 2014 lo hice, pero no pude hacer lo mismo en 2015», recuerda. Hay algo de lotería en las jornadas adoquinadas. En el Bahrain-Merida tiene dos especialistas a su servicio, Colbrelli y Haussler. Más los hermanos Izagirre, que valen para todo. «La táctica es fácil de decir y difícil de realizar. Hay que estar bien colocado, entrar delante en los tramos», comenta el siciliano. De la habilidad y la potencia ya se encargará él.

La del pavés es su etapa para distanciar a Froome, Landa, Quintana, Bardet... Una guerra a pedales sobre quince tramos y bajo una lluvia de cantos rodados. Una matanza. Suenan los tambores. Excitan a Nibali, que mantiene una posición crítica con Froome por su lío con el salbutambol en la pasada Vuelta. El británico, que ganó la prueba, ha sido absuelto de dopaje. Nibali, segundo en esa ronda española, acepta el veredicto de los tribunales antidopaje. Froome, dice, tiene derecho a correr este Tour. Pero, como otros corredores, cree que «si un ciclista está enfermo -Froome alegó padecer asma para recurrir al Ventolín-, lo que tiene que hacer es irse a casa para curarse». No le gustan la autorizaciones terapéuticas de fármacos, tan habituales en le pelotón.

«Es probable que sea mi última oportunidad de ganar el Tour», calcula. La última para demostrar que el triunfo en la edición de 2014 no fue por la mala suerte de Froome y Contador. «Cuando se cayeron en la etapa el pavés, yo ya iba por delante. Y en la segunda jornada, en la de Sheffield, ya había demostrado que era el mejor de los candidatos al Tour», rebobina. Los datos avalan su afirmación: en París aventajó al segundo, el francés Peraud, en siete minutos y medio, la mayor diferencia en lo que va de siglo. Nibali laminó a sus rivales en 2014. Y el año pasado acabó tercero el Giro y segundo la Vuelta. «Eso me da confianza para este Tour». Para ganarlo necesita piedras. Es su etapa. «Cuando pienso en la etapa del pavés de 2014 me vuelve aquel sabor a barro en la boca». Tiburón. Hoy tiene cita en una de sus carnicerías preferidas, en Roubaix.

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