Daniel Martin
Daniel Martin - AFP

Tour de FranciaEl casero irlandés busca piso en París

Daniel Martin, sobrino de Roche y ejemplo de ciclista limpio, tiene negocios inmobiliarios en Girona y aspira al podio

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Girona es el lugar elegido por muchos ciclista extranjeros. Alquilan un piso y se entrenan en un paisaje que lo tiene todo: sol, montaña y mar. Algunos no se integran. Viven en su cápsula. Apenas tienen relación con los vecinos. Daniel Martin, nacido en Birminghan e irlandés genético, lleva mucho tiempo en Girona. Habla inglés, francés, italiano, español y catalán. Es un emigrante vocacional. De crío escuchaba a Neil, su padre ciclista, y a María Roche, su madre y hermana del ganador del Tour Stephen Roche, hablar de España y Francia, que esas costas azules y doradas. Tiene buen oído. Para hacerse ciclista, Martin eligió Francia y para comprar casa, Girona. Casas. Con su padre, ha invertido buena parte de lo que gana en adquirir pisos en esta provincia catalana para ponerlos en alquiler.

Ahora es el casero de muchos de sus compañeros de profesión. Y es sexto del Tour pese a que Porte le arrastró del domingo en su caída y le hizo perder más de un minuto. Sin ese tropiezo, Martin estaría en posiciones de podio. Eso busca. «Ganar es… casi imposible, pero lucharé por estar entre los tres primeros», se propone.

El Tour le escucha. Martin es un ejemplo en Francia. Cuando en 2006 la «Operación Puerto» abrió la trastienda del dopaje en el ciclismo español, Martin era un joven irlandés con el maillot de un equipo amateur francés en el que nadie creía. Él sí. «Yo seré profesional», les repetía a sus compañeros de piso, entre ellos el hoy corredor del Orica Daryl Impey. No dudaba. Determinación irlandesa. El ciclismo era entonces un escándado por capítulos. Ese verano, Floyd Landis ganó otro Tour trucado. Fue desposeído del título, como luego Lance Armstrong. Martin, mientras, desmentía a los que auguraron el fracaso: ganó la cronoescalada del Giro de Aosta. ¿Quién es ese irlandés con la dentadura alborotada y piernas de dinamita? El sobrino de Roche.

Y el hijo de Neil, antiguo campeón británico al que no le fue bien como corredor profesional. En su época corrían las pastillas y las jeringuillas por el pelotón. Lo dejó. Se apartó de esa velocidad adulterada y enseñó a su hijo a pedalear por el camino correcto, sin atajos farmacológicos. Neil cambió la bici por el trabajo en una imprenta y dedicó los veranos a su pasión, el ciclismo. Los Martin pasaban las vacaciones en el Tour, con su caravana en las cuneta. Un niño jugando en el Alpe d’Huez. Eso no se olvida.

Martin se ajusta al perfil de «Puriro» Rodríguez y Alejandro Valverde. En su palmarés están dos monumentos como la Lieja-Bastogne-Lieja y el Giro de Lombardía. Caza mayor. Pero la infancia en el Tour le obliga. «Quiero saber cuál es mi techo en esta carrera. Sé que las contrarrelojs me penalizan, pero este año me siento en la mejor forma de mi vida», apuesta. Tiene don de lenguas. Habla rápido. Fácil. Sonriente. Feliz. Cada vez que le preguntan por su profesión, dice: «La gente se toma muy en serio el ciclismo. Yo soy más relajado». Ni los tropiezos le alteran.

Su primer asalto como líder a una gran vuelta fue el Giro de 2014. La «corsa rosa» salía desde Irlanda, su origen. Martin se cayó en la contrarreloj inicial. Se partió la clavícula. Adiós. Recuperado, acabó séptimo la Vuelta a España. El Tour se le resistía. «No es una carrera divertida. Hay demasiada presión», decía entonces. Conoce la ronda gala desde 2012. Ese año lo corrió con una escápula dañada. Sin ponerse de pie. Con dificultades para comer y beber. El Tour cruel. Y con todo, es la carrera que le llama. Con 30 años ha venido a tocar su techo en la Grande Boucle. A por el podio.

Francia le aplaude. Le conoce bien. En el diario «Libération», uno de sus antiguos compañeros en el equipo amateur La Pomme Marsella describe aquella juventud como aspirantes a ciclista. Rescata la pregunta que perseguía a Martin: «Dani, ¿por qué no te dopas». Y el irlandés respondía: «¿De qué me sirve eso? ¿Crees que lo necesito? Si lo hiciera, deshonraría a mi padre». La educación de Neil. «Jamás he robado ni un caramelo».

Desde que llegó al ciclismo, Martin ha enarbolado esa bandera. Francia, su país de adopción, lo agradece. Ciclistas como él han abierto la brecha para el cambio. Por ahí, como recuerda «Libération», llegó la nueva generación del ciclismo francés, la de Pinot, Bardet, Démare, Alaphilippe, Barguil… Ahijados del irlandés políglota que alquila medio Girona y que quiere subir este mes al podio de Paris.

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