Vuelta a España

Roglic disfruta en la montaña del Chava

El esloveno logra su segundo triunfo en Moncalvillo, el durísimo puerto que estrenó el escalador abulense

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Mientras se cambian y buscan prendas secas para enjugar el sudor de su esfuerzo, los ciclistas tienen apariencia esquelética en el alto de Moncalvillo, balcón de entrada a Logroño que decreta una etapa despiadada. Es otra montaña nueva en la colección de la Vuelta, otro descubrimiento para el listado de Guillén y compañía, pero no novedad total. Este puerto lo estrenó Chava Jiménez en 1994. En la Vuelta a la Rioja se impuso al suizo Alex Zulle , tal era la querencia del escalador abulense a las inauguraciones estelares. El Movistar muestra una valentía desconocida, siempre al ataque, siempre en cabeza, pero esta vez la cosecha es escasa porque su trío pierde tiempo (Enric Mas, Soler y Valverde). Pese a que la carretera se ha asfaltado para la ocasión y ha renovado su aspecto rugoso y áspero, la subida a Moncalvillo es una delicia, un rosario de derrotes que desemboca en un duelo entre los dos favoritos. En el destello final, Primoz Roglic supera a Richard Carapaz y aprieta la general de la Vuelta (solo 13 segundos les separan).

El Movistar ha cambiado la piel en esta Vuelta. Equipo de tradiciones, su costumbre siempre residió en resistir para ganar, calma, paciencia, lenta maceración y frutos al final del camino. Lo que se aprecia ahora es una formación a la inversa, que se pone en cabeza y fustiga con ritmo al pelotón, que aprieta en las escaladas y promociona el juego táctico para potenciar a sus tres mosqueteros.

Camino de Moncalvillo, el Movistar vuelve a ser protagonista, pero el resultado no le consuela. En el puerto del Chava, otro hijo de la factoría (ganó en el 94 con Banesto), el trío se retrasa ante la pujanza del británico Carthy y, sobre todo, de Carapaz y Roglic.

El ecuatoriano y el esloveno protagonizan el mejor duelo de la Vuelta en el puerto más severo, 8,5 kilómetros con una pendiente media del 9,2% y una máxima del 15. Es magnífico lo que hacen. La intensidad de sus saltos, la ambición de su carácter, la expectativa de un esprint igualado entre los dos más fuertes de la Vuelta, también rivales del Giro 2019 que se resolvió en favor de Carapaz previo desfallecimiento del esloveno en la última semana.

Parece que habrá empate y fotofinish tal es la simetría de fuerzas, pero en última instancia Roglic despliega su potencia de exsaltador de esquí, piernas de acero, sólido, poderoso. Se distancia como un globo que escapa a las manos de un niño y brinda en la meta por su segunda victoria, los diez segundos de bonificación, los trece de renta ante Carapaz, el estrechamiento en la general. «El puerto era más duro de lo esperado y estoy feliz por ganar otra etapa, pero estoy aquí para ganar la Vuelta», dice Roglic, de quien no queda aflicción por el Tour que perdió.

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