Necrológica

Jorge de la Peña, el primer organizador de las reservas de caza

En la Junta Nacional de Homologación sirvió a la venatoria con criterio certero

El Marqués de Laserna

Doctor ingeniero de Montes, su vida profesional de Jorge de la Peña (1932-2020) se inició en Oviedo recién casado con María Encarna Robles, pintora de vocación y profesión, y continuó como jefe de servicio en Lugo. Años después todavía recordaba los regresos a casa tras una velada tardía con zorros recorriendo las calles de la capital gallega.

La naturaleza fue su vida pero, como para algunos otros de su generación, no se redujo a la flora, también la fauna le interesaba y para la gestión de esta se dio cuenta de que la caza era fundamental .

Tuvo la oportunidad de llevar a cabo sus ideas cuando se ocupó de organizar las reservas de caza que Jaime de Foxá implant ó con la ley de 1966 completada con las siguientes de 1970 y 1973. Con visión acertada comprendió que los pastos abandonados por las merinas trashumantes podían criar corzos o venados y esa visión hizo posible las reservas de Demanda, Urbión y Cameros.

Para salvar al bucardo recluido en la Faja de Pelay del Parque Nacional de Ordesa , un espacio umbrío sin hierba nutritiva, tuvo el valor de proponer una reducción drástica de la población de sarrios en ese valle, posible porque ya era abundante en toda la cordillera, para que pudieran extenderse los veintitantos ejemplares que quedaban, colonizar solanas de pastos más ricos y asegurar el aumento de los caprinos. También proyectó escoger un pequeño grupo de bucardos y cuidarlos en la reserva de Benasque , ya que allí se había cazado el último ejemplar y así garantizar su pervivencia con una segunda colonia. Faltó coraje para afrontar a los combativos medios de difusión y ninguna de las dos científicas y razonables medidas se llevaron a término. El bucardo protegido desde los despachos y abandonado en la naturaleza se extinguió lentamente.

Organizó la III Exposición Nacional de Trofeos de Caza donde se exhibieron 3.093 y el pabellón español de la magna de Budapest de 1970 en la que España se dio a conocer como gran país cinegético. En su ejecutoria brilla el trabajo desarrollado desde la secretaría de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza en la que sirvió a la venatoria con criterio certero y singular eficacia.

Jorge era una persona culta, tenía espíritu renacentista , con interés por todo; la tradición Payá le hacía valorar el arte especialmente la pintura y su cultura le empujó hacia la literatura para publicar con su jefe y amigo Francisco Ortuño cuatro magníficos libros sobre las reservas y cotos nacionales de caza de la región pirenaica, la región cantábrica, la región central y la región mediterránea. Una forma nueva y personal de describir la naturaleza en la que se aunaba lo científico con la historia y hasta el folklore.

Sus últimos tiempos se distribuían entre Madrid, la finca poblada de cabra montés que adquirió en la sierra de Letur , la pesca en cabo de Palos y, sobre todo la familia: María Encarna, sus hijos, Almudena, Jorge, Elena, Adela y Marcela, los yernos y nuera y los diez nietos que para este naturalista, científico e intelectual constituían el motor de sus ilusiones.

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