Baloncesto

Los Lakers, unos campeones renqueantes y sin margen

Las bajas y la inestabilidad deportiva dejan a los californianos al borde de quedarse sin el acceso directo a los playoffs

Davis, tras resentirse de su lesión la pasada madrugada en el partido contra los Clippers

Pablo Lodeiro

Sin que la estadística en el deporte valga para mucho más que el inicio de una conversación, porque esto suele tender a lo visceral, los números que emana el terreno de juego también arrojan algo de luz de vez en cuando. En los 71 años de historia de la NBA, solo 22 plantillas han conseguido repetir título al año siguiente de su consecución, un porcentaje engordado principalmente por los míticos Celtics de Bill Russell, que ganaron ocho anillos seguidos (1959-1966). Sin embargo, a medida que el juego evolucionaba y se igualaba, esta práctica ha disminuido considerablemente con el paso del tiempo. Una realidad que están saboreando de primera mano los actuales Lakers (campeones el pasado octubre), que perdieron ayer contra Los Ángeles Clippers (94-118), y que sumaron su séptima derrota en los últimos 10 partidos. La temporada de los californianos, por sensaciones y percances, se ha convertido en una penitencia que, a medida que pasan las jornadas, parece no tener fin. Son sextos en la conferencia oeste y parece que se dirigen de forma irrevocable hacia el temido play-in.

Este extraño anglicismo es el nuevo invento de los capitanes trajeados de la NBA para revitalizar la competición. Un cuadrangular a partido único que se disputará entre el fin de la temporada regular y el inicio de los playoffs. De él saldrán los ocupantes de las últimas dos plazas para jugar la fase final de la competición y lo disputarán los equipos que acaben entre la séptima y la décima plaza de cada conferencia. «Debería despedir al que inventó esa mierda», matizó LeBron James hace unas semanas. Lo cierto es que, gracias a este formato, algunos equipos se jugarán la temporada a un partido, como un examen de recuperación por no haber hecho las cosas mejor con anterioridad.

Si los Lakers ganaron la temporada pasada en la burbuja de Orlando fue porque, además de tener a dos de los jugadores más dominantes (James y Davis), todo les salió rodado, sin quitar méritos a su organización y espíritu obviamente. Ni una lesión ni un problema interno. Todo lo contrario a la cruda actualidad. James, a sus 36 años, ha sufrido su baja más prolongada de toda su carrera. «Después de esta, nunca volveré a estar al 100%», declaró el alero. Tras el calvario de seis semanas sin saltar al parquet , solo pudo disputar dos partidos antes de ser acechado de nuevo por las molestias. Su otro faro, Davis, estuvo más de un mes sin jugar tras lesionarse en el talón de Aquiles en febrero. Ayer solo disputó algo más de 9 minutos antes de retirarse a los vestuarios. Además, para formalizar el caos, Dennis Schröder, base titular, no estará disponible casi con seguridad lo que resta de temporada regular por el protocolo contra el coronavirus. El alemán deberá permanecer, como mínimo, seis días más en cuarentena y a los Lakers les quedan nueve de fase regular.

Inestabilidad deportiva

Además de todos los contratiempos, los Lakers tampoco han encontrado la sintonía con su juego a lo largo del calendario. Pese a que Frank Voguel ha modificado en multitud de ocasiones el puzzle que es la rotación angelina, salvo un buen comienzo, no se ha encontrado una solución clarividente. El minutaje de Marc Gasol desvaría a cada partido pese a que el equipo alcanza cotas de juego más altas con él en pista y la llegada de Drummond, que prometía una recuperación de la esencia defensiva del equipo, ha significado más inestabilidad aún debido a su atolondrada mentalidad, porque condiciones no le faltan.

La franquicia se enfrenta esta madrugada (04:00 horas) a los Portland Trail Blazers, conjunto contra el que los Lakers, junto a los Mavericks de Doncic, se disputarán en buena medida el paso al purgatorio del play-in. Davis y LeBron parece que volverán para este último tramo de la temporada, y con ellos en su bando, los de Los Ángeles tienen dos argumentos más que el resto para ganar un partido de baloncesto. Sin embargo, esta liga está repleta de esqueletos de equipos que pensaban que, llegado el momento, podían cambiar su destino y dinámica con un chasquido de dedos.

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