Baloncesto

Doncic y Jokic, en busca del primer MVP para los Balcanes

El rincón del este de Europa, fuente inagotable de talento, despunta con otra gran generación y posiciona a sus dos referentes hacia el premio a mejor jugador del torneo

Doncic, durante un partido contra los Houston Rockets

Pablo Lodeiro

En una realidad tan líquida como la actual, hasta los países pueden desaparecer. Eso mismo le sucedió a Yugoslavia, que durante la década de los noventa sufrió el último gran conflicto bélico que Europa ha visto. Una amalgama de violencia y radicalismos aderezados con la vertiente tóxica de las palabras «nación» y «religión». El deporte, una manifestación de la sociedad como otra cualquiera, tuvo su protagonismo en los inicios de la guerra. Como narra el periodista Simon Kuper en su genial libro «Fútbol contra el enemigo», la primera «batalla» de los Balcanes se dio en la previa de un partido entre el Dinamo de Zagreb y el Estrella Roja de Belgrado el 13 de mayo de 1990, que acabó con más de 70 heridos. Otro de los hechos más anclados en la memoria de los aficionados fue cuando el serbio Vlade Divac , tras ganar el Mundial de baloncesto de 1990 de Argentinas y ya con Yugoslavia y su selección en descomposición (se separaría de forma oficial al año siguiente), se deshizo de una bandera croata, manifestando la división interna del equipo y creando un muro impenetrable con su amigo Drazen Petrovic, croata, con el que nunca volvería a hablarse. Los seis países que surgieron de esa división han sido siempre una fuente inagotable de jugadores de baloncesto, algunos con estatus de leyenda, como el propio Petrovic, otros con papeles de relevancia en varios de los mejores equipos de la historia, como Toni Kukoc en los Bulls de Jordan. Pero es hoy en día cuando el baloncesto balcánico muestra mejor salud, con jugadores que aspiran a dominar la NBA en las próximas décadas.

Si las seis nacionalidades emergentes de la antigua Yugoslavia (Bosnia, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia) computasen como un único país, sería el que más deportistas extranjeros habría aportado a la competición. También han dado campeones, como el serbio Sasha Vujacic y los eslovenos Beno Udrih o Rasho Nesterovic, más testimoniales, o los ya mencionados Divac y Kukoc, que rozaron con los dedos el estrellato en la liga y compartieron vestuario con algunos de los jugadores más dominantes de la competición. Sin embargo, en la actualidad, es habitual que los récords estadísticos y las grandes actuaciones de la NBA lleven a su espalda un apellido eslavo. Y de entre todos ellos, destacan dos jóvenes de ojos brillantes, con corpachones bien alimentados y con una sonrisa inagotable, seguramente con la guerra como un mal sueño que ni siquiera les pertenece. Estos son el serbio Nikola Jokic y el esloveno Luka Doncic , dos jugadores con un talento especial, diferente y pocas veces visto. Ambos apuntan a ser el primer jugador de los Balcanes con un MVP, un galardón al que los europeos accedieron por primera vez en 2007 con el alemán Dirk Nowitzki.

Le llaman «el Joker», como el villano de Batman, pero de malvado no tiene ni una pizca. Si Reggie Miller quitaba el complejo de flaco, Jokic anula el de fondón. En el verano de 2015 declina una oferta del Barcelona para probar suerte en la NBA. En el avión en el que cruza el Atlántico, como cuentan las crónicas, el gigantón serbio se toma su última Coca-Cola. « Antes bebía más de tres litros al día », confesó el pívot cuando empezaba a despuntar en Estados Unidos. Hoy, pese a su posición (2.13, 113 kilos), es el tercer jugador que más asistencias promedia de la NBA, 9.6 nada menos, además de 25 puntos y 12 rebotes por partido. Como recogió en un artículo el New York Times el año pasado, Ciaran Wolohan, un entrenador de waterpolo de Staten Island, vio similitudes entre cómo Jokic pasaba el balón sobre el parquet y cómo lo hacían los jugadores del deporte acuático. El norteamericano investigó y descubrió que en Sombor, ciudad natal de Jokic, y en toda Serbia, el waterpolo cuenta con una gran tradición, algo que sin duda ha influido en la forma que tiene el jugador de distribuir el balón y en su visión espacial, una de las mejores jamás vistas en una pista de baloncesto.

El fenómeno de Eslovenia

«Va camino de ser uno de los mejores jugadores de la historia». Eso mismo dijo Rick Carlisle , entrenador de los Dallas Mavericks, sobre Luka Doncic. Convertir las anomalías en algo regular, un superpoder sin parangón. El esloveno es algo anómalo en sí, no solo porque con solo 21 años esté sobrepasando, casi sin esfuerzo aparente, marcas de dioses de la talla de Michael Jordan, Shaquille O'Neal o Oscar «Big O» Robertson. Es el orgullo de un país, Eslovenia, de poco más de dos millones de habitantes, que en la última década ha dado una generación de deportistas integrada por campeones como Primoz Roglic, Tadej Pogacar o la selección de baloncesto, campeona de Europa en 2017.

Es cierto que el baloncesto ha cambiado. Ahora el juego es más rápido y con más posesiones por partido, lo que habilita a los jugadores a batir registros de hace décadas con más facilidad. Pero por sentidos, vista, oído e incluso olfato si se quiere, Doncic es de los jugadores más especiales y fascinantes que han pasado por la NBA en mucho tiempo. Un baloncesto de contacto e inteligencia además, del que gusta a los puristas. Pese a que no ha empezado «bien» la temporada, cada noche promedia más de 26 puntos, más de 9 rebotes y más de 9 asistencias.

Puntas de lanza, Jokic y Doncic cuentan con un buen puñado de antiguos compatriotas que revigorizan el baloncesto balcánico. Jusuf Nurkic en los Blazers (bosnio); Dario Saric de los Suns (croata), Goran Dragic en los Heat (esloveno), los dos Bogdan Gogdanovic de los Hawks y de los Jazz (uno serbio, el otro croata), Nikola Vucevic de los Magic (montenegrino) o Boban Marjanovic de los Mavericks (serbio). Curiosamente este último, y para evidenciar que el odio entre estas nacionalidades está algo más suavizado, es uno de los mejores amigos de Doncic en la plantilla. Además, durante la burbuja de Orlando, algunos de ellos se reunieron en un restaurante , los niños de los Balcanes, pese a que se estaban disputando la clasificación para los playoffs. Un país extinto (Yugoslavia), un baloncesto inalterable.

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