El aeropuerto de Pekín, que permanece cerrado para los vuelos comerciales internacionales, se ha preparado con fuertes medidas preventivas para recibir a los participantes en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno. Pablo M. Díez En la terminal 3 del aeropuerto de Pekín, operarios pertrechados con trajes especiales de protección dan la bienvenida a los deportistas, miembros de comités olímpicos y periodistas que llegan a China para los Juegos. Pablo M. Díez Nada más aterrizar en Pekín, los participantes en los Juegos Olímpicos de Invierno deben hacerse una prueba del coronavirus para poder entrar en la burbuja. Pablo M. Díez Para que los viajeros extranjeros no se mezclen con los chinos, un ala de la terminal 3 del aeropuerto de Pekín ha sido reconvertida en una aduana especial por la que desfila un ejército de operarios con trajes EPI. Pablo M. Díez A pie de pista, los maleteros y empleados del aeropuerto también llevan monos especiales y desinfectan el equipaje para prevenir la posible entrada del coronavirus. Pablo M. Díez Algunas de las operarias del aeropuerto de Pekín llevan la hoz y el martillo para indicar que pertenecen al Partido Comunista y otras han escrito en sus monos mensajes felicitando el año nuevo lunar. Pablo M. Díez En realidad, la burbuja olímpica ya empezó en el vuelo especial de Air China desde París, donde las azafatas iban también ataviadas con trajes de protección. Pablo M. Díez Quizás porque tan profiláctico atuendo no casa demasiado con el espíritu acogedor que se espera de unos Juegos Olímpicos, las azafatas del vuelo a China no querían ser fotografiadas. Pablo M. Díez En los autobuses especiales entre el aeropuerto y los hoteles de los participantes, otra voluntaria también con mono de protección toma los datos de los viajeros. Pablo M. Díez Al llegar al hotel, del que solo se puede salir en un transporte especial para acudir a las instalaciones olímpicas, todo el personal también va protegido con los monos blancos que ya se han convertido en el uniforme del coronavirus en China. Pablo M. Díez