Rafa Cabrera, en la última jornada del Abierto de Escocia
Rafa Cabrera, en la última jornada del Abierto de Escocia - Reuters
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El golf español exhibe músculo antes del British

El triunfo de Rafa Cabrera en Escocia, junto a los éxitos de Sergio García y Jon Rahm, inmejorable carta de presentación ante el tercer major de la temporada

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En su afán por ganar terreno ante el PGA Tour, los rectores del Circuito Europeo decidieron crear este año las Rolex Series, un grupo de torneos dotados con siete millones de dólares en premios, de un valor inmediatamente inferior a los grandes y a los campeonatos del mundo. Mas con lo que quizá no contaban era con que los jugadores españoles tuviesen un especial protagonismo en todos ellos.

El primer «major» del año fue para Sergio García; luego Jon Rahm fue segundo y tercero en los mundiales y la semana pasada el vasco subió a lo más alto del podio en Irlanda, en la tercera etapa de las Rolex. Sin solución de continuidad, ayer Rafa Cabrera inscribió su nombre en la cuarta, dando toda una exhibición de solvencia en el recorrido escocés de Dundonald.

El triunfo del canario, el tercero de su carrera (después de Austria y Dubái), es la constatación de su paciencia.

Un trabajador nato

El jugador de Bandama está reconocido por sus compañeros como uno de los más trabajadores y constantes, aparte de ser uno de los mejor preparados físicamente. Sin embargo, en los últimos años no conseguía unir cuatro buenas vueltas juntas y, pese a estar habitualmente en los puestos de arriba, no terminaba de cuajar un torneo completo. De hecho, no ganaba desde 2012 y en algunos momentos la desesperación llegó a hacer mella en sus resultados.

Afortunadamente, Rafa no cayó en el desánimo y trabajó también esa parte mental de su juego, que le llevó a cuajar la mejor temporada de su vida en 2016. Se clasificó para el equipo europeo de la Ryder Cup, fue diploma olímpico y ganó con solvencia su tarjeta para el Circuito Americano. «Siempre he creído en mí mismo y sabía que si continuaba perseverando tarde o temprano volvería a ganar», declaró ayer emocionado cuando recibió el trofeo del Abierto de Escocia, el más importante que desde ahora atesora en su palmarés. Esta prueba, previa al Open Británico, siempre cuenta con un plantel de lujo porque los golfistas la utilizan como piedra de toque para adaptarse a los campos tipo «links». En los últimos años la han ganado hombres como Rickie Fowler, Justin Rose o Phil Mickelson, lo que da muestra de su categoría. «Me encantan este tipo de campos y espero que sea un buen presagio para la próxima semana», comentó con una sonrisa mientras rememoraba el momento de fortuna que vivió en el hoyo 18, cuando un bote afortunado le cambió la posibilidad de la tragedia por la de disputar un desempate con Callum Shinkwin, que había salido por la mañana con cuatro golpes de ventaja sobre él.

Con 64 golpes en su tarjeta, Cabrera igualó con el inglés y luego, en el primer hoyo extra, le remató con un «birdie» fácil después de un gran maderazo. El éxito estaba consumado.

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