¿Salvó el alcohol la vida de Winston Churchill?

El histórico mandatario británico sufrió un grave atropello que podría haber cambiado la historia de Europa. Su tratamiento fue ingerir «una cantidad indefinida de alcohol»

Sir Winston Churchill, en una fotografía tomada en 1949 - Bettmann/CORBIS

PEDRO GARGANTILLA

En muchas películas, como por ejemplo en «El paciente inglés» (1996) vemos que el tratamiento al uso de las fracturas costales suele ser un vendaje compresivo alrededor del tórax. Nada más lejos de la realidad.

Las fracturas costales no complicadas las tratamos con analgesia, instando a nuestros pacientes a beber abundante cantidad de agua, para evitar que las secreciones bronquiales se acumulen y aparezcan complicaciones.

Lo que todavía es menos usual es que los galenos recomendemos bebidas alcohólicas para acelerar la recuperación clínica de cualquier tipo de fractura. Para encontrar un tratamiento de este porte nos tenemos que remontar hasta finales de diciembre de 1931.

En ese momento sir Leonard Spencer Winston Churchill (1874-1965) fue atropellado por un automóvil cuando descendía de un taxi en la Quinta Avenida neoyorkina, entre las calles 76º y 77º, en Manhattan.

Un atropello histórico

Parece ser, tal y como reconoció el futuro primer ministro inglés, que la culpa fue suya por no mirar en la dirección correcta, de forma que no se percató que un coche se aproximaba por el lado contrario. Si los ingleses condujesen como el resto de los mortales, probablemente esto no habría sucedido.

El impacto pudo tener graves consecuencias para el mandatario británico ya que fue desplazado varios metros en la calzada y el incidente le provocó, entre otras dolencias, un traumatismo craneoencefálico.

Rápidamente se activaron los servicios de emergencia extrahospitalaria y, tras una atención preliminar, Churchill fue trasladado al Hospital Lennox, donde fue permaneció ingresado durante ocho días.

Tratamiento: 250 cc de alcohol

En el informe de alta hospitalaria se recogen varios diagnósticos: esguince del hombro derecho, herida inciso-contusa en el cuero cabelludo –secundaria al traumatismo craneoencefálico-, herida superficial a nivel nasal y dos fracturas costales.

Hasta aquí todo correcto. Lo curioso es el tratamiento que prescribió el galeno que le atendió –el doctor Otto C Pickhardt-. En el documento clínico se puede leer:

«Se certifica que la convalecencia post-accidente del Honorable Winston Churchill requiere la ingesta de bebidas alcohólicas, especialmente con las comidas . La cantidad es, naturalmente, indefinida, pero el requerimiento mínimo es de 250 cc».

Pocos pacientes podrán presumir que en su prescripción médica figure la ingesta de una «cantidad indefinida» de alcohol. Un dato curioso al que habría que añadir que en aquel momento estaba vigente la «Ley seca» en Estados Unidos.

Un gesto que honra al político inglés es que tras su alta hospitalaria se interesó por el estado del conductor que le atropelló -el señor Cantasano- acudiendo al hotel donde se hospedaba, el Waldorf-Astoria. Parece ser que durante unos minutos estuvieron conversando, mientras tomaban un té, y el estadista inglés le regaló un ejemplar autografiado de su libro «La guerra desconocida».

El choque, equivalente a dos cargas de perdigones

Algún tiempo después Churchill pidió al profesor Frederick Lindemann –físico de la Universidad de Oxford- que calculase la fuerza del impacto de su accidente de tráfico. El científico le respondió por vía telegráfica:

«El impacto del coche fue equivalente a dos cargas de perdigones disparadas a quemarropa».

Seguramente más de un lector se estará preguntando, ¿qué habría sucedido si Churchill hubiese fallecido a consecuencia del atropello? ¿El desenlace de la Segunda Guerra Mundial habría sido diferente? Afortunadamente, nunca lo sabremos.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación .

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