Por qué no dormimos en los árboles y cómo el sueño nos llevó a la cúspide de la evolución

El neurocientífico Matthew Walker sugiere en su último ensayo que la forma de dormir humana nos permitió desarrollar nuestra inteligencia y cohesión social

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El neurocientífico británico Matthew Walker , profesor en la Universidad de California en Berkeley, se considera un «enamorado» del sueño. No solo del suyo (dice que se concede a sí mismo la oportunidad no negociable de dormir ocho horas cada noche) sino de todo lo que dormir nos proporciona. Desde hace dos décadas, ha dedicado toda su carrera de investigación a desentrañar por qué y para qué entramos en un estado que, como explica, tiene todo el aspecto de ser el más absurdo de los fenómenos biológicos y uno de los más desconcertantes comportamientos humanos. Cuando dormimos, no podemos buscar alimento ni socializar ni reproducirnos y, peor aún, nos deja indefensos, vulnerables a la depredación. Y, sin embargo, es indispensable.

En su bestseller internacional «Por qué dormimos» (Capitán Swing) , Walker, también director del Centro para la Ciencia del Sueño Humano, desentraña los misterios de la compleja maquinaria del sueño desde sus orígenes evolutivos y propone una teoría fascinante: pasar de dormir en los árboles a hacerlo sobre el suelo fue precisamente el factor que nos permitió desarrollar todas nuestras capacidades sociales, emocionales y creativas y llegar a la cúspide de la pirámide de la evolución.

Dejar las ramas

Hubo un momento en que dejamos de colgarnos de las ramas para tumbarnos en el suelo . Es así como descansamos los humanos (o un poco más elevados, en camas). Sin embargo, otros primates lo hacen en los árboles y raras veces bajan de ellos para echarse una cabezadita sobre la hierba. «Los grandes simios construyen un nido completamente nuevo todas las noches», recuerda el neurocientífico. Afortunadamente, nosotros no tenemos que montar los muebles del dormitorio diariamente después de cenar, pero ¿no son nuestros parientes más precavidos? ¿Cuándo y por qué razón dejamos nosotros de dormir en las alturas?

Como explica el autor, los árboles proporcionan un refugio seguro de los grandes depredadores terrestres, y de las pulgas y garrapatas que rondan por el suelo y chupan la sangre. Se cree que Homo erectus , antecesor de nuestra propia especie, Homo sapiens , fue el primero en dormir de forma habitual en el suelo. La razón eran sus brazos cortos y su posición erguida, que hacían muy difícil que se sostuviera en las ramas sin caerse. Cómo consiguió sobrevivir sin que una hiena, un leopardo o un tigre dientes de sable, hábiles cazadores nocturnos, le rebanaran el cuello se debe, probablemente, al fuego .

El sueño REM

No sin cierto debate, los investigadores creen que Homo erectu s fue el primer homínido en utilizar el fuego, un elemento que nos permitió bajar a tierra firme, relajarnos y mantenernos a salvo. Las llamas disuadían a los grandes carnívoros, al tiempo que el humo era un eficaz sistema de fumigación que alejaba a los pequeños insectos.

Claro que, como explica Walker, el fuego no era la solución perfecta y dormir en el suelo seguía siendo peligroso. «Esto provocó una presión evolutiva para que nuestra forma de dormir se hiciera más eficiente», señala. De esta forma, la evolución se encargó de reducir nuestro tiempo de sueño, pero aumentando su intensidad con el incremento de la cantidad de sueño REM cada noche (al dormir en el suelo, ya no había riesgo de caerse y el sueño podía ser más profundo). De este modo, nuestro sueño se concentró, se hizo más corto, con abundante sueño de alta calidad.

Social e inteligente

Como explica Walker, al menos dos características diferencian a los humanos del resto de primates: nuestro grado de complejidad sociocultural y nuestra inteligencia cognitiva . «Y creo que ambas fueron moldeadas de forma causal y beneficiosa por la mano del sueño, en concreto por nuestro alto nivel de sueño REM en comparación con los demás mamíferos», dice.

La fase REM aceleró la complejidad y conectividad del cerebro humano. Para empezar, recalibra y afina de manera precisa los circuitos emocionales del cerebro humano, lo que, según el investigador, pudo haber acelerado el control racional de nuestras emociones primitivas iniciales. «Según mi propuesta, este cambio contribuyó de manera esencial a la rápida conquista por parte de Homo sapiens del dominio sobre todas las demás especies», afirma en el libro.

Esta fase, añade el autor, aumenta nuestra capacidad de reconocimiento y gestión de las señales socioemocionales de la cultura humana, como las expresiones faciales, la gestualidad corporal e incluso los comportamientos grupales. Esto nos permite decidir y actuar de forma más inteligente . «A partir de este progreso de la inteligencia emocional proporcionado por el sueño REM surgió una nueva y mucho más sofisticada forma de socioecología homínida que permitió la creación de grandes comunidades humanas, emocionalmente astutas, estables y con una intensa cohesión social», afirma el científico. A su juicio, «esta es la ventaja más importante jamás aportada por el sueño en toda la historia de la vida planetaria». Y de igual manera, «uno de los elementos clave para la supervivencia y la hegemonía de nuestra especie».

Creatividad

La segunda contribución evolutiva alimentada por la fase REM es la creatividad. El sueño REM toma los recuerdos frescos y los relaciona con otros más antiguos, lo que favorece que nazcan nuevas ideas y se construyan amplias redes de asociación de información en el cerebro. «De este modo, podemos despertarnos al día siguiente y descubrir que hemos encontrado soluciones para problemas que antes nos parecían irresolubles o que el sueño nos ha insuflado ideas radicalmente nuevas y originales », argumenta. El uso del lenguaje y de las herramientas también tiene relación con el sueño.

A su vez, cuanto más intensamente empleábamos estos circuitos emocionales y creativos del cerebro durante el día, mayor era nuestra necesidad de reparar y recalibrar, con más sueño REM nocturno, estos sistemas neuronales cada vez más exigentes.

Walker, que también trabaja com científico del sueño para Google Life Sciences (Verily) , cree que el sueño no se suele tener muy en cuenta, pero está convencido de que contribuyó a nuestro «asombrosamente rápido ascenso evolutivo a la cima del poder, dando lugar, para bien y para mal, a una nueva superclase social dominante en todo el mundo».

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