La Vía Láctea, invisible para ocho de cada diez estadounidenses
La Vía Láctea, invisible para ocho de cada diez estadounidenses - CIRES

La Vía Láctea, oculta para un tercio de la Humanidad

Un nuevo atlas mundial de la contaminación lumínica muestra los países donde es más difícil ver las estrellas

MADRID Actualizado: Guardar
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La Vía Láctea, el brillante río de estrellas que ha dominado el cielo nocturno y la imaginación humana desde tiempos inmemoriales, no es más que un recuerdo borroso para un tercio de la humanidad. Lo muestra un nuevo atlas mundial de la contaminación lumínica realizado por científicos italianos y estadounidenses.

La contaminación lumínica es una de las formas más generalizadas de alteración ambiental. En la mayoría de los países desarrollados, la presencia ubicua de las luces artificiales crea una niebla luminosa que inunda las estrellas y constelaciones del cielo nocturno. «Tenemos generaciones enteras de personas en los Estados Unidos que nunca han visto la Vía Láctea», dice Chris Elvidge, científico del Centro Nacional de Información Ambiental de NOAA. El 80% de los americanos y el 60% de los europeos no tienen la oportunidad de observar las estrellas porque sus cielos están demasiado iluminados, lo que se considera una de las claves del Antropoceno, la nueva era marcada por la huella humana en el entorno.

«Es una gran parte de nuestra conexión con el cosmos. Y se ha perdido», señala.

Mapa del mundo del brillo del cielo artificial. El negro es el más puro y el blanco el más contaminado
Mapa del mundo del brillo del cielo artificial. El negro es el más puro y el blanco el más contaminado - ESRI

Los niveles de iluminación natural se rigen por las fuentes celestes naturales, principalmente la Luna, las emisiones atmosféricas naturales (luminiscencia atmosférica), las estrellas, la Vía Láctea, y la luz zodiacal. Sin embargo, más del 50% de la población soporta una contaminación lumínica bajo la cual la Vía Láctea ya no es visible (87 a 688 microcandelas por metro cuadrado); del 8% al 50% viven en lugares por encima del brillo nocturno natural (14 a 87 cd/m 2), con el cielo degradado hasta el cenit; del 1% al 8% se sitúan por encima de la luz natural (1,7 a 14 cd/m 2 ), con el cenit sin contaminar pero sí el horizonte, y solo el 1% de la humanidad disfruta de un cielo prístino.

Los peores y mejores cielos

Según el mapa, el país con mayor contaminación lumínica es Singapur, donde toda la población vive bajo un cielo tan brillante que el ojo no puede adaptarse totalmente a la visión nocturna. Otras poblaciones que presenten este nivel de contaminación lumínica son Kuwait (98%), Qatar (97%), Emiratos Árabes Unidos (93%), Arabia Saudita (83%), Corea del Sur (66%), Israel (61%), Argentina (58%), Libia (53%) y Trinidad y Tobago (50%). En todos estos países, más de la mitad de sus habitantes viven bajo un cielo extremadamente brillante.

Entre los países del G-20, Arabia Saudí y Corea del Sur tienen el mayor porcentaje de la población expuesta a cielos extremadamente brillantes, mientras que Alemania es el menos contaminado usando esta misma medida. Los territorios de Italia y Corea del Sur son los más contaminados entre los países del G-20, mientras que Australia es el que menos.

Los países con las poblaciones menos afectadas por la contaminación lumínica están en África: son Chad, República Centroafricana y Madagascar, donde más de tres cuartas partes de sus habitantes viven en condiciones de cielo prístinos. Los países y territorios con las mayores áreas no contaminadas son Groenlandia (sólo un 0,12% de su superficie no tiene cielos prístinos), República Centroafricana (0,29%), Niue (0,45%), Somalia (1,2%) y Mauritania (1,4%).

En Europa Occidental, solamente pequeñas áreas del cielo nocturno se mantienen relativamente limpias, principalmente en Escocia, Suecia y Noruega. A pesar de los vastos espacios abiertos del oeste americano, casi la mitad de EE.UU. experimenta noches con contaminación lumínica. «En EE.UU., algunos de nuestros parques nacionales son casi el último refugio de la oscuridad, lugares como Yellowstone y el sudoeste del desierto», dice Dan Duriscoe, del Servicio Nacional de Parques y coautor del estudio que se publica en Science Advances.

Daños en la naturaleza

La contaminación lumínica hace algo más que robar a los seres humanos la oportunidad de contemplar el cielo nocturno y alterar nuestra experiencia. La luz no natural plantea cuestiones de salud pública, supone un despilfarro de energía y dinero, y puede confundir o exponer la vida silvestre, como insectos, aves y tortugas marinas, a menudo con consecuencias fatales. Afortunadamente, la contaminación lumínica puede ser controlada mediante el blindaje de las luces para limitar brillo al área inmediata (no permitir luminarias que envíen directamente cualquier luz al horizonte o fuera del área a iluminar), la reducción de la iluminación a la cantidad mínima necesaria... O simplemente apagando el interruptor.

Los autores imaginan dos escenarios para el futuro. Tal vez la generación actual sea la última que experimente un mundo tan contaminado de luz artifical si el problema se controla correctamente. Pero si el mundo sigue igual de iluminado o más, como en el cuento de Isaac Asimov «Anochecer», casi toda la población nunca experimentará una visión de las estrellas

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