David Barrado: «Encontraremos un análogo de la Tierra en esta década»

El astrobiólogo aborda en su último libro la aventura de la exploración planetaria, desde sus primeros pasos a la posible colonización de otros mundos. «La nave que descubra vida extraterrestre está ahora en una mesa de diseño», afirma

David Barrado

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El primer exoplaneta fue descubierto en 1995 alrededor de una estrella similar al Sol. Desde entonces, ya se han encontrado alrededor de 4.000 y buscamos con afán alguno que se asemeje a la Tierra. Los cálculos indican que solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, podría haber 300 millones de mundos habitables. En «Exoplanetas y astrobiología: plus ultra» (Catarata), David Barrado Navascués, profesor de Investigación Astrofísica en el Centro de Astrobiología INTA-CSIC, aborda la exploración planetaria desde sus inicios a la posible colonización de otros mundos.

-¿Hemos fabricado ya el telescopio o la nave espacial que descubrirá un planeta habitable?

-Si tengo que apostar, diría que la sonda de exploración planetaria o el telescopio espacial que detecte vida está ahora mismo en los tableros de diseño de diferentes equipos interdisciplinares, que incluyen ingenieros, biólogos, geólogos, químicos y astrofísicos, entre otros. Pero tendremos que esperar unas décadas.

-¿Qué podemos esperar del telescopio espacial James Webb, cuyo lanzamiento está previsto el 18 de diciembre?

-No creo que encuentre actividad biológica de manera incuestionable. Sin embargo, será un paso esencial y con seguridad nos proporcionará muchos resultados que serán titulares pero que también proporcionarán más preguntas que respuestas. En cualquier caso, ampliará de manera magnífica nuestro horizonte astrobiológico.

-¿Qué nos hace falta para encontrarla? ¿Qué tecnologías son necesarias?

-Las tecnologías siempre están en mejora continua. Incluso ahora mismo puede estar realizándose un avance en un pequeño laboratorio que supondrá una revolución tecnológica inesperada. En cualquier caso, necesitamos mejoras sustanciales en técnicas que nos permitan eliminar o atenuar la luz que proviene de la estrella para examinar con detenimiento los datos que provienen de los exoplanetas más interesantes. Ello requerirá posiblemente el diseño y envío de complejas flotillas de telescopios que operen de manera simultánea.

-¿Y cuándo sucederá, cuándo encontraremos el gemelo de la Tierra?

-Si hablamos de un análogo terrestre con posible vida, tanto la Agencia Espacial Europea como NASA tienen como objetivo el 2050. Posiblemente se retrase algo, dada la complejidad técnica y la gran inversión económica requerida. Pero análogos terrestres se van a encontrar esta década, aunque no tendremos la capacidad para determinar si contienen actividad biológica hasta dentro de unas décadas.

«No es viable ni inteligente enviar flotas de seres humanos a otros mundos»

-¿Seremos capaces de expandirnos fuera de la Tierra y colonizar otros mundos?

-Dentro del Sistema Solar, por ejemplo a la Luna, Marte, y asteroides, la respuesta es positiva, dispondremos de esa capacidad tecnológica. Sin embargo, persiste la cuestión ética sobre si debemos colonizar otros mundos, sobre cuál es el objetivo. Por otra parte, más allá del cinturón de Júpiter hay problemas aún más complejos. Finalmente, no creo que tengamos ni tecnología ni recursos para expandirnos fuera del Sistema Solar en cientos de años o incluso milenios. Por otra parte, creo que no deberíamos proceder, al menos no de una manera convencional, enviando flotas de seres humanos: ni es viable ni inteligente ni, sobre todo, resolvería ningún problema.

-Muchos opinan, en contra de Stephen Hawking, que no hay un planeta B. ¿Usted qué cree?

-No lo hay, creo que hay un consenso muy amplio en la comunidad científica que este es nuestro único hogar, que debemos cuidar. Lo demás son quimeras que solo podrían beneficiar a unos pocos.

-¿Tenemos algún buen candidato?

-Hay un candidato a planeta B: la Tierra. Un planeta mejor, en el que exista un equilibrio entre la actividad de los seres humanos, el derecho de todos a una vida de calidad, y la sostenibilidad del mismo. La Tierra es nuestra cuna y nuestro destino. Y no se me ocurre un lugar mas bello y mejor.

«Hallar vida extraterrestre será una lección de humildad»

-¿Qué supondrá para la humanidad el hallazgo de un rastro de vida, aunque sea pasada, fuera de la Tierra?

-Posiblemente será uno de los hechos más relevantes en la historia de la humanidad. En la evolución del pensamiento y de nuestra manera de entender la realidad ha habido varios factores claves. Uno de ellos es nuestra relación con la naturaleza, nuestra posición en el universo. Podríamos decir que Protágoras, un sabio del siglo V antes de nuestra era, en la antigua Grecia, inicia el antropocentrismo, al colocar de una manera consciente al ser humano en el centro de universo, como baremo de medida.

-Pero no somos tan especiales.

-La ciencia, a lo largo de los 2.500 años transcurridos, ha ido desmontando esa interpretación: la Tierra no es el centro del Cosmos, ni tampoco el Sol o nuestra galaxia son especiales. Tampoco encontramos nada único en la química de la vida, ni en nosotros como especie, ya que podemos identificar fenómenos culturales en otras. Posiblemente el último paso sea comprobar que existe o ha habido vida en otros lugares. Será una lección de humildad, pero también nos permitiría tener una visión más amplia y más realista.

-¿Cree que la encontraremos en Marte? ¿Está el Perseverance, último rover de la NASA en llegar allí, preparado para ello?

-La experiencia nos dice que los pronósticos categóricos suelen estar equivocados, tanto en ciencia como en otros muchos ámbitos. Pienso que en esta década no encontraremos evidencias de actividad biológica en Marte, ni restos de la misma, fósiles de un pasado lejano. Sin embargo, el Perseverance está recogiendo unas muestras que eventualmente serán trasladas a la Tierra en lo que pudiéramos denominar como billar planetario: una nave las recogerá para enviarlas a una órbita alrededor del planeta rojo mientras que otra sonda las trasladará a la Tierra, en donde se podrán analizar en complejos laboratorios que no pueden ser enviados a Marte. Esto no ocurrirá hasta, al menos, 2031. Sin embargo, dado que solo se tomarán unas pocas muestras en unas escasas localizaciones del cráter Jezero, creo que tendríamos que ser muy afortunados para que alguna mostrase indicios de vida.

-Entonces, ¿cuándo lo sabremos?

-Pienso que solo sabremos si ha existido vida en Marte hace 3.000 millones de años a final de esa década o la siguiente, cuando un número significativo de rovers hayan realizado una prospección sistemática de diferentes ambientes, incluyendo los polos. Pero estaría encantado si me equivoco.

«No podemos arrogarnos el derecho de colonizar un mundo ya habitado»

-¿Además de Marte, dónde cree que deberíamos buscar esos rastros de vida?

-Dentro del Sistema Solar ya hay misiones en marcha o en planificación: Europa, Encélado o Titán, satélites de los gigantes gaseosos Júpiter y Saturno. Los dos primeros posiblemente tengan inmensos océanos bajo una ancha corteza helada, junto con mecanismos que generan energía en el interior. Esto es, algunos de los ingredientes vitales básicos. El último tiene lagos de hidrocarburos que forman un ambiente ciertamente exótico que merece ser explorado en detalle. Debemos evitar repetir los errores del antropocentrismo y pensar que la vida tiene que ser completamente análoga a lo que encontramos en la Tierra.

-¿Y cómo la vamos a reconocer?

-Esa es una cuestión clave. No tenemos una definición clara y completamente aceptada sobre qué se puede clasificar como vida. Un ejemplo clásico lo proporcionan los virus. En cualquier caso, se busca una compleja química, un uso intensivo de energía y una exótica propiedad física, la entropía, que determina la capacidad de usar la energía y mide el orden de un sistema. Cualquier ser vivo genera un gran orden interno usando un intercambio energético y creando un pequeño caos a su alrededor. Cómo medirlo y estar seguros que no es debido a un fenómeno complejo pero abiótico es uno de los grandes desafíos a los que nos enfrentamos los astrobiólogos.

-¿Responderá necesariamente a la misma química que la nuestra?

-En los más de 25 años de caracterización de los planetas que hemos encontrado fuera del Sistema Solar hemos hallado miles de ellos con unas propiedades muy variadas, en sistemas muy distintos al nuestro. Si hay una característica que los agrupa es la extraordinaria diversidad. Me atrevería a decir que de existir vida tanto en algún miembro del Sistema Solar como más allá, habrá más de una posibilidad. Probablemente los elementos químicos sean los mismos, idénticos a los que forman nuestros cuerpos; posiblemente los bloques fundamentales sean muy parecidos, si no son los mismos. Pero los detalles serán tan diferentes que tendremos problemas para detectar la actividad biológica en muchos ambientes si esta se reduce a seres de gran sencillez.

-Imagine que finalmente localizamos vida, aunque sean esas criaturas extremadamente simples, en algún mundo accesible, ¿tenemos derecho a colonizarlo? ¿Podríamos contaminarlo sin remedio y herir su biodiversidad?

-Mi posicionamiento queda claro en el libro: no podemos arrogarnos ese derecho, deberíamos dejar que evolucionase por su cuenta, darle la oportunidad que nuestro propio planeta y la vida en él han tenido en estos casi 4.000 millones de años. Debemos, por una parte, aprender de nuestra experiencia en nuestro planeta; por otra, hay que decirlo claro: ni los recursos naturales que pudiéramos explotar ni el supuesto nuevo espacio vital resolverían nuestros problemas actuales o futuros.

-Aborda el asunto del fosfano en Venus, ¿fue una noticia que recibió demasiada atención?

-La posible existencia de vida fuera de nuestro planeta es de una relevancia tal que todos debemos extremar la precaución. Como afirmaron los eruditos del siglo XVIII David Hume y Pierre-Simon Laplace y popularizó Carl Sagan, una querida figura que ha creado muchísimas vocaciones científicas, «las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias». Dos palabras deberían repetirse como un mantra: prudencia y verificación.

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