Cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, analizado con gran profundidad por la misión Rosetta
Cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, analizado con gran profundidad por la misión Rosetta - ESA/Rosetta/MPS for OSIRIS
NATURE

Analizan el polvo primigenio del Sistema Solar en el cometa 67P

Los datos de la misión Rosetta han permitido acceder a las partículas prístinas del cometa 67P/Churyumov Gerasimenko y a nuevos datos sobre su estructura y tamaño para entender los cometas y la formación de los sistemas planetarios

MADRID Actualizado: Guardar
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Hoy en día, la mejor forma de tratar de averiguar cómo se formó el Sistema Solar, o cómo se forman los otros sistemas planetarios del Universo, es investigar las pistas que quedaron después de ese proceso de nacimiento. Esas huellas son hoy en día los cometas, los asteroides y los restos de polvo interplanetario. Todos ellos se agregaron en el pasado y formaron grandes planetas, o bien quedaron tal como los vemos hoy, vagando por el espacio.

Gracias a los datos recogidos durante la misión Rosetta, en la que los científicos han puesto una nave y han aterrizado un robot en el cometa 67P/Churyumov Gerasimenko, los investigadores han obtenido importantes datos sobre cómo era el polvo que comenzó todo el proceso de formación del Sistema Solar.

Tal como han publicado este miércoles en un estudio publicado en « Nature», no solo han logrado acceder por primera a partículas prístinas, sino que se han obtenido importantes detalles sobre la forma y la composición de estos gérmenes primordiales de los planetas del Sistema Solar.

«Las partículas son agregados de granos más pequeños y alargados, que forman una estructura jerárquica», han escrito los científicos, encabezados por Mark Bentley, del Instituto de Investigación Espacial de Graz, Austria, en el artículo publicado hoy. «Su tamaño va de los micrómetros (la millonésima parte de un metro) a las decenas de micrómetros, y muestran cierta variedad de formas, incluyendo granos compactos e individuales o grandes agregados porosos», han detallado.

Mientras que las misiones anteriores, como la Stardust, los astrofísicos tuvieron que conformarse con partículas de polvo recogidas al paso de rápidas naves por las nubes de partículas dejadas por los cometas, en esta ocasión se han podido aprovechar de el largo seguimiento hecho por Rosetta a su cometa.

La historia de los cometas

Las partículas recogidas fueron analizadas con MIDAS, un microscopio de fuerza atómica embarcado en Rosetta y que tiene la capacidad de «palpar» con una punta de tamaño mínimo la superficie de los granos capturados. A diferencia de estudios anteriores, en los que la estructura de los granos estaba dañada por los impactos a altas velocidades o por la radiación solar, en esta ocasión los granos estaban «inmaculados».

Según ha opinado Ludmilla Kolokolova en un artículo que ha acompañado en «Nature» al estudio de Bentley, «los resultados de los autores aumentan nuestro entendimiento fundamental del polvo de los cometas, y de los procesos que al final generaron sistemas planetarios como el Sistema Solar».

En opinión de Fernando Moreno, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), esta investigación subraya aún más la enorme importancia de la misión Rosetta. «Está suministrando una enorme cantidad de datos, y hará falta por los menos 10 años para poder analizarlos todos».

Toda esta información, en su opinión, ayudará a entender mejor la estructura y el comportamiento de los cometas y quizás pueda cambiar los modelos sobre el origen del Sistema Solar.

Aparte de toda esta información recogida, solo el hecho de poder perseguir a un cometa ha sido un logro técnico y científico: los investigadores lograron colocar una nave del tamaño de un autobús a la altura de un cometa de tan solo 10 kilómetros de longitud que viajaba por el espacio a unos 135.000 kilómetros por hora y expulsando un reguero de rocas y polvo a su paso. La superficie, sujeta a drásticos contrastes de temperatura, sufre además violentas explosiones de vapor (cuando el hielo se sublima), en un entorno desprovisto de atmósfera y gravedad.

Aún más allá, los investigadores se las apañaron para lanzar un «lander», Philae, a la superficie del cometa, aunque el resultado no fue tan exitoso como se esperaba.

Desde el comienzo de la misión Rosetta, se ha descubierto mucho sobre la topología y la composición química del cometa 67/P. Además, tal como ha explicado Fernando Moreno, se ha averiguado que el cometa está formado por dos lóbulos, que le dan una apariencia de patito de goma, que el hielo no se distribuye de forma homogénea por la superficie y que eso genera distintos tipos de actividad, que hay deslizamientos de tierra o que el hemisferio sur está más expuesto al Sol. Una vez que Rosetta acabe su misión en septiembre, todos los datos que ha recogido ayudarán a entender mejor los cometas y la formación del Sistema Solar.

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