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Autorretrato de la nave Rosetta, con el cometa 67P/Churyumov Gerasimenko al fondo. A pesar de las apariencias, este cuerpo mide alrededor de 4 kilómetros - ESA

Adiós a Rosetta, la exploradora del origen del mundo

El próximo 30 de septiembre finaliza un viaje de 10 años cuyo objetivo era llegar y tocar un cometa, por primera vez. La nave Rosetta se estrellará contra la roca que ha transformado lo que se sabe sobre los orígenes del Sistema Solar

MADRID Actualizado: Guardar
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En 1986 el cometa Halley iluminó el cielo. Durante un tiempo su cola blanca y azulada se convirtió en una cicatriz de luz en el fondo de estrellas, pero luego su viaje le sumergió en la oscuridad del espacio. La próxima vez que el Halley brille en el cielo, los hombres lo verán con una nueva mirada. Sabrán que los cometas son «criaturas» vivas, que cambian y se conmueven cuando el Sol abrasa su superficie, y que duermen cuando la oscuridad les envuelve. Sabrán que los cometas son también probablemente una de las chispas que encendieron el origen de la vida, puesto que transportan moléculas orgánicas, los ladrillos básicos de los seres vivientes. Y si sabrán todo esto, será en gran parte gracias a la misión Rosetta, la exploradora de los orígenes.

Rosetta es apenas una cajita metálica diseñada para flotar alrededor de un cometa, el llamado 67P/Churyumov Gerasimenko. Está repleta de instrumentos y sensores, y a sus lados dos grandes paneles solares la alargan hasta los 32 metros. En su interior llevaba a Philae, otra cajita que tenía la importante misión de aterrizar y tocar un cometa por primera vez en la historia del hombre. Después de un viaje de 10 años, de fatigas y aventuras, la misión de las dos acaba para siempre el próximo 30 de septiembre. Con su último aliento, Rosetta chocará contra el cometa que fue a explorar. Hasta el último momento, hará fotografías y tomará datos completamente nuevos para la ciencia.

«El cometa es como un cofre del tesoro guardado en una habitación oscura durante 5.500 millones de años. Y Rosetta es la llave que lo abrirá», explica a ABC Mark McCaughrean, asesor científico de la Agencia Espacial Europea (ESA), la artífice de la misión Rosetta. «Ese cofre guarda los restos que quedaron tras la formación del Sistema Solar, y que nos dicen cuáles fueron las materias primas con que se construyó», añade el científico, en una entrevista organizada por la Fundación BBVA con motivo de la celebración del ciclo «La ciencia del cosmos, la ciencia en el cosmos».

Imagen del 67P/Churyumov Gerasimenko
Imagen del 67P/Churyumov Gerasimenko - ESA

Pero todo llega a su fin. El cometa 67P/Churyumov Gerasimenko se aleja día a día del Sol, y no volverá hasta dentro de casi seis años. Así que, tal como explica O´Rourke, a medida que la nave se aleja del Sol los paneles solares van consiguiendo menos energía. Esto acabaría por convertirse en una especie de enfermedad terminal de Rosetta: Primero sería incapaz de usar sus instrumentos,luego no podría maniobrar, por último ni siquiera podría calentar su interior, y los circuitos dormirían para siempre en el frío del espacio.

La nave ya ha empujado más allá los límites de la ciencia del espacio. Ha sido la primera en llegar y en tocar un cometa, y ha demostrado que Europa puede ir a la vanguardia. España ha jugado un importante papel en este esfuerzo, y su colaboración ha permitido procesar gran cantidad de datos, por ejemplo relacionados con la presencia de moléculas orgánicas. Pasará mucho tiempo hasta que se vuelva a tocar un cometa, pero dos misiones, la Hayabusa II, de la JAXA, y la OSIRIS-Rex, de la NASA, estudiarán en los próximos años la receta del Sistema Solar explorando dos asteroides.

Último acto

Rosetta aún se guarda un as en la manga. Con sus últimas reservas de energía, desciende hacia el cometa 67P/Chyurumov Gerasimenko. Ahora está suspendida a unos 20 kilómetros de altura, y a partir del 29 sus cohetes la acercarán hasta su destino final. Sus cámaras y sus sensores rastrearán la región Ma´at, una zona poblada por pozos por los que salen gases y se puede ver la estructura interna del cometa. Ninguna imagen ni medición igualará el nivel de detalle de esta última misión. Después, Rosetta chocará y quedará destruida.

La normativa impide que una nave muerta ocupe la limitada y valiosa banda de radiofrecuencias, así que está programada para apagar todos sus sistemas. Cuando choque, sus antenas y sus paneles solares se romperán. «Enviará datos hasta el último segundo, y de repente, hecho», afirma el ingeniero Laurence O´Rourke. Entonces llegará sus descanso. Rosetta dormirá durante miles de años a pocos kilómetros de la pequeña Philae, la primera máquina humana en tocar un cometa.

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